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Eugenio de Ávila
Miércoles, 16 de Enero de 2019
ZAMORANA

Violencia machista, lacra vergonzante

Mª Soledad Martín Turiño

[Img #25024]Creo y defiendo la libertad de expresión como un logro conseguido tras demasiados años de represión y dictadura; valoro como una de las mayores cualidades del ser humano que, siempre con civismo, se pueda ejercer el derecho de opinar libremente, aunque sea en contra del otro y que se respeten las ideas por diferentes que sean. Lo que no comparto ni defiendo es el retroceso en los derechos adquiridos a base de esfuerzo y lucha, y uno de ellos es el que concierne a las mujeres.

 

         Hemos salido de la oscuridad tras años de permanecer encerradas, a la sombra del padre o del esposo, con el único papel asignado de ser buenas amas de casa, parir y cuidar a los padres y a los hijos, sin otras alternativas que nos asemejaran a los hombres tales como la participación en la sociedad, en los puestos de trabajo, en las universidades…

 

         Únicamente algunas féminas comprendieron y defendieron su libertad pagando un alto precio: fueron repudiadas, despreciadas y apartadas (en ocasiones por las propias mujeres), pero siguieron adelante y entraron en las aulas, en el ejército y en los trabajos que tradicionalmente eran “de hombres”, abriéndose paso entre escollos y zancadillas con los que tuvieron que lidiar; con el tiempo a este grupo de mujeres se les fueron uniendo otras hasta que llegamos a la actualidad donde es normal que en las cátedras, en la política o en algunos puestos de dirección haya hombres y mujeres y no nos extraña, pese a que hay, sin embargo, mucho que pelear todavía para que exista paridad porque los empleos de responsabilidad y los altos cargos directivos siguen siendo aún primacía masculina.

 

         Así las cosas, estamos asistiendo en los últimos años a una dramática lista de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas hombres, que crece prácticamente a diario. Desde enero de 2003, cuando se empezaron a contabilizar, suman ya 976 mujeres asesinadas; estos crímenes vergonzantes que se cometen contra las mujeres por el hecho de serlo, en muchos casos van más allá del propio asesinato, son ensañamientos crueles: golpes, violaciones, puñaladas…; una situación que se produce en ocasiones ante los hijos que asisten aterrados a este horrible espectáculo que les marcará de por vida. Tambien ellos han sufrido la violencia machista, 27 niños han sido asesinados desde 2013, y estas cifras van también en aumento.

 

         Sin embargo, lejos de zanjar el problema con una respuesta ejemplarizante por el gobierno de turno, ya sea encerrando de por vida a los asesinos sin posibilidad de que puedan reincidir en sus permisos penitenciarios como ha ocurrido en varias ocasiones, o privándoles de las prebendas carcelarias que ofrecen las instituciones penitenciarias, o haciéndolos trabajar y ser útiles para una sociedad que han contribuido a empeorar con sus crímenes… en definitiva pagando por su falta; como digo lejos de encontrar una solución concluyente que corte de cuajo esta horrible lacra, los políticos se muestran indecisos, dubitativos, no se ponen de acuerdo y se conforman con manifestar ante los medios de comunicación su consternación y condenar el asesinato. ¡No basta, ya no es suficiente!. ¡No necesitamos más palabras huecas, ni caras momentáneamente compungidas, exigimos una solución drástica que corte de raíz estos hechos!.

 

         Por si todo esto no fuera suficiente, han aparecido en escena un grupo de políticos que están confundiendo a la sociedad, mezclando y falseando datos, adoctrinándonos de que la violencia es siempre reprobable en cualquier escenario, algo tan obvio de lo que todos los ciudadanos somos perfectamente conscientes, pero estamos hablando de violencia de hombres contra las mujeres por el hecho de serlo, de hombres que se aprovechan de su superioridad física y su maldad para asesinar y este hecho concreto es el que hay que tratar.

 

         España ha padecido durante demasiado tiempo la lacra de la violencia terrorista y todos sabíamos distinguirla de otro tipo de crímenes; en este caso hablamos en concreto de “violencia machista” y no se puede ni debe confundir o mezclar con otras denominaciones por mucho que sirva de interés en determinados pactos y alianzas políticas.

 

            Todos a una hemos de defender a las mujeres para que los derechos adquiridos no se diluyan hasta extinguirse; tenemos las urnas a nuestra disposición para decidir a quién votamos y seguiremos protestando en las calles, en manifestaciones, o denunciando comportamientos pasivos e irreflexivos hasta que estos crímenes dejen de ser noticia porque, de una vez por siempre, se hayan extinguido.

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