Sábado, 06 de Diciembre de 2025

Eugenio de Ávila
Jueves, 17 de Enero de 2019
SIN PELOS EN LA LENGUA

La desgracia de ser hombre y, además, pobre

Eugenio-Jesús de Ávila

[Img #25029]No he conocido en mi profunda vida a ninguna persona que quisiera ser obrero. Tampoco a nadie que le gustara ser pobre. Ni, por supuesto, feo, desagradable, deforme. Se prefiere ser empresario, de éxito, por supuesto; rico, guapo, atractivo. Si se nace en una familia de clase baja, se intenta ascender, ser más que tus padres, prosperar. Un paria de la tierra no aspira se cantar la Internacional y formar parte de la famélica legión. Hemos venido a este mundo para vivir muriendo, pero disfrutar, ser felices.

Las revoluciones modernas, digamos contemporáneas, desde la Francesa a la Soviética, no las lideraron los obreros, sino aristócratas, burguesía, intelectuales. Pero Marx, en su análisis del capitalismo, pensó que la Revolución Socialista acontecería en los países más desarrollados, más industrializados, donde el proletariado estaba llamado a ser la clase revolucionaria por antonomasia.

Se equivocó. Rusia, la inmensa nación, conoció, en febrero de 2017, una primera revolución, que denominaríamos burguesa; con su Duma (parlamento, sus elecciones libres, sus partidos, etc); después, en octubre, los bolcheviques acabaron con la incipiente democracia, después de perder en las urnas. Lenin y Trotski no eran obreros de la construcción ni campesinos, ni yunteros. Vladimir procedía de una familia burguesa de nivel, gente con poderío económico; y el Lev había nacido en una familia judía rica. Pero ellos lideraron la Revolución Soviética. El proletariado siguió a los intelectuales.

Un obrero nunca entendería a Marx, ni tampoco muchos intelectuales. Solo Engels intentó compilar la obra de Karl, judío alemán converso, primero en cargar contra su raza mucho antes que Hitler.

Los líderes izquierdistas siempre han predicado, como los curas, su Evangelio, entre las clases desposeídas. Inmejorable caldo de cultivo: pobres y analfabetos. Dúctiles, moldeables, plastilina. Con el tiempo, los partidos de izquierdas perdieron predicamento entre los obreros, tanto que en una nación tan avanzada, tan republicana, tan estatal como Francia, el proletariado prefiere votar, en un tanto por ciento elevado a partidos de esos que se consideran de extrema derecha, como el de Frente Nacional de la hija de Le Pen.

Aquí, en España, el PSOE, desde González hasta Sánchez, pasando por Zapatero, perdió carisma entre las clases bajas. En Andalucía compró favores con el PER. Donde ha subvención no hay libertad, ni progreso económico y social, más bien pastoreo, gente estabulada, parroquia, fieles, religión, fe. Cuando los partidos de izquierda apenas cuentan entre sus dirigentes con personas de las clases más bajas, como les ha sucedido al PSOE y a Podemos, los obreros pierden brío, fuerza, fe.

Ahora, si viviera Marx, cambiaría al proletariado como clase revolucionaria. Los obreros se han ido convirtiendo en pequeños burgueses. Elijen viviendas con calefacción, buena ropa, viandas ricas, vacaciones en la costa, buenas televisiones y electrodomésticos y, a través de los sindicatos, lograr mejores condiciones en sus respectivos trabajos. No espere el rojerío intelectual, los progres, los que escribe A Coruña, Ourense y Lleida, que los obreros aguardan otra revolución bolchevique en este 2019 y años venideros, que lideren burgueses que viven como Dios en viviendas de las clases altas, que cobran sueldos cojonudos por ser diputados nacionales y senadores y que percibirán jubilaciones de lujo cuando cumplan la edad reglamentaria.

Sostengo que ahora, los neomarxistas, una vez que han llegado a la conclusión que el proletariado ya es pequeño burgués, incapaz de transformar este sociedad injusta, pero en la que se ha vivido mejor que nunca, han encontrado en el feminismo radical a su nueva clase revolucionaria. Hemos pasado, pues, de la burguesía, como clase enemiga, al hombre, como sexo rival, fuente de toda explotación social, empresario que ejerce un dominio absoluto en la empresa familiar, varón esclavista, repugnante machista. Ahora, nosotros, los hombres, los que tuvimos la desgracia de nacer con testículos y pene colgando entre las piernas nos hemos transformado en la clase sexual que hay que eliminar.

Los bolcheviques lograron exterminar a la burguesía en la Rusia revolucionaria, para vivir en dachas, como verdaderos burguesazos. Después se mataron entre ellos. Ahora las feministas radicales consideran a los varones rivales esenciales en su camino hacia la jerarquía social de nuestra civilización. No me opondré a que me mande una mujer, siempre que sus méritos me superen, hecho que suele ser frecuente. Porque las féminas, en general, me gustan más que los hombres; me encanta debatir con ellas, discutir, pero con educación; amarlas, si lo desean; obedecerlas, si me convencen, y, ante todo, respetarlas, porque, entre otras razones, mi madre es mujer, y mis dos hijas, también, y mi nieta...y Carlota, la fémina que amo, también.

Y digo más. Si Dios existiese, una imposibilidad racional, sería un ser femenino. Y añado: creo que el golpe de Estado religioso dado por los hombres, iniciado por los judíos, seguido por los cristianos y consumado por el Islam, destituyendo a las diosas y colocando en la jerarquía de los cielos a dioses machos, transformó la historia de la Humanidad. El monoteísmo desató conflictos bélicos, raciales y religiosos sobre la faz de la tierra. Cuando las féminas mandaban en el cielo, todo iba a mejor.

Esto lo ha escrito alguien que ha tenido la desgracia de nacer hombre y el destino de ser pobre. Y confieso que me habría gustado, como escribí al inicio de esta larga oración, ser rico, para ser libre y comprar cada segundo de mi tiempo. Pero pido a las mujeres, a las que tanto admiro, que no me señalen por ser hombre, que respeten mi sexualidad que no teman de mi persona que les robe ningún derecho, más bien les otorgaría todo el poder para que cambiasen este mundo tan aburrido, injusto y ridículo en el que vivimos, dominados por hombres vulgares y féminas mediocres, más machistas que muchos varones.

Fotografía: el autor de este artículo, con su amigo Juanmi Colino, a finales del estío. Autor: Esteban Pedrosa

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