Zamora no es pobre

Aquel genio del mal que fuera Lenin, acuñó célebre frase: “La mentira es un arma revolucionaria”. Otro monstruo, el nacionalsocialista Göebbels, nos mostró que una mentira repetida mil veces termina por convertirse en verdad. En efecto. El mal siempre es inteligente, más que el bien. El poder, siempre, es la representación del mal. Él y sus cómplices, como la prensa, los políticos y sus instituciones, nos hicieron creer que Zamora, la provincia, es pobre, razón por la cual los hijos de nuestra tierra se van a buscar la vida a otros lares regionales, nacionales y extranjeros.

Pero Zamora no es pobre, sino más bien rica. Me explico: tiene agua en abundancia, ríos que producen energía eléctrica desde hace un siglo; riqueza paisajística singular, un patrimonio histórico excepcional y produce materias primas de primerísima calidad, que, por desgracia, se transforman allende nuestras fronteras, donde quedan las plusvalías.

¡No, no, Zamora no es pobre! La han empobrecido los caciques, los felones políticos, hijos de nuestra tierra, y nosotros, los zamoranos, enfermos de cobardía. Entre todos las convertimos en una menesterosa, en una indigente, en un alma sin huesos, un espíritu entregado, en nada.

Además de convencernos de nuestra pobreza, los caciques han hecho creer a la buena gente que no hay nada que hacer, que hay que rendirse, que no hay que luchar por un futuro mejor, que debemos obedecer y dar las gracias por mantenernos con vida y que sigamos ahorrando miseria. Nuestro será el Reino de los Cielos. Infelices