UNIVERSIDAD
Generación blandita
Ilia Galán
Tenía prisas inmensas por estudiar porque poco después llegaba el examen, pero padecía hambre. Al abrir el frigorífico no le contentaba lo que sus ojos contemplaban, poco importaba que eso fuera más que suficiente para sus padres. Protestó enojada la muchacha, con edad adulta, según las legislaciones, ya que le parecía impropio eso de tomar algo de queso, jamón, pan o chorizo y tenía que tenerlo todo preparado y a su gusto, como es justo, según los criterios mozos de nuestro tiempo. El bufido paterno no se hizo esperar pero no fue comprendido: es de una generación que todo lo ha recibido hecho, que habita el limbo bajo el cobijo de quienes les engendraron, en casas de mil comodidades, con ordenadores, Internet y teléfonos móviles donde habitan entre sueños, exhibiendo las delicias de sus cuerpos, mirando vídeos y fotos o juegos. ¿Para qué preocuparse de un futuro que pintan tan negro? “¡Cuando llegue ya veremos, mientras, vivamos el momento!” Carpe diem, pero no como Horacio, después de tanto aprendizaje y esfuerzos, sino porque habitan en el caos, donde apenas hay límites ni criterios. ¿Ética? La de los amigos, del resto no hay acuerdo ni buenos ejemplos.
El resultado de una vida disipada en juergas, drogas, alcohol o sexo no es satisfactorio en exceso, más bien al contrario y por eso las estadísticas muestran que uno de cada cinco jóvenes españoles presentan síntomas de depresión. No han luchado, todo ha sido cómodo o se lo hemos resuelto los adultos entre falsas seguridades y mil y un cuidados, sobre todo entre hijos únicos, tan comunes hoy, y de padres separados, tan mimados muchos que luego se estrellan un poquito con el mundo y al menor obstáculo se derrumban como fenecidos. Su capacidad de frustración es mínima y se deshacen en lamentos ante el más ligero impedimento, la soft generation extendiéndose por el mundo entero, por Occidente, me refiero, tanto en España como en Italia o en Reino Unido, Holanda o EEUU.
La dureza de un trabajo que todavía les es ajeno o parcial, la vida acomodada de una burguesía que está deshaciéndose, el derrumbe de ideales, de criterios políticos o de creencias religiosas... Infame caldo de cultivo para la huida hacia los desvaríos, hacia sueños que en un mundo virtual logran colmarse aunque después aparezca el vacío. Lo veo en algunos de mis alumnos cuando abren su corazón y hablan de su rumbo perdido, lo observo en mi hija y sus amigos, lo leo en las noticias y en los grupos de muchachos que se pierden ociosos entre botellones, fumando hachís o tomando cocaína. Habría que ofrecer algo mejor a las nuevas generaciones, no un futuro ya viejo y corrupto, en derrumbe, y una educación en el esfuerzo y hacia lo mejor. No podemos seguir igualándolo todo por lo bajo. Ilia Galán
Tenía prisas inmensas por estudiar porque poco después llegaba el examen, pero padecía hambre. Al abrir el frigorífico no le contentaba lo que sus ojos contemplaban, poco importaba que eso fuera más que suficiente para sus padres. Protestó enojada la muchacha, con edad adulta, según las legislaciones, ya que le parecía impropio eso de tomar algo de queso, jamón, pan o chorizo y tenía que tenerlo todo preparado y a su gusto, como es justo, según los criterios mozos de nuestro tiempo. El bufido paterno no se hizo esperar pero no fue comprendido: es de una generación que todo lo ha recibido hecho, que habita el limbo bajo el cobijo de quienes les engendraron, en casas de mil comodidades, con ordenadores, Internet y teléfonos móviles donde habitan entre sueños, exhibiendo las delicias de sus cuerpos, mirando vídeos y fotos o juegos. ¿Para qué preocuparse de un futuro que pintan tan negro? “¡Cuando llegue ya veremos, mientras, vivamos el momento!” Carpe diem, pero no como Horacio, después de tanto aprendizaje y esfuerzos, sino porque habitan en el caos, donde apenas hay límites ni criterios. ¿Ética? La de los amigos, del resto no hay acuerdo ni buenos ejemplos.
El resultado de una vida disipada en juergas, drogas, alcohol o sexo no es satisfactorio en exceso, más bien al contrario y por eso las estadísticas muestran que uno de cada cinco jóvenes españoles presentan síntomas de depresión. No han luchado, todo ha sido cómodo o se lo hemos resuelto los adultos entre falsas seguridades y mil y un cuidados, sobre todo entre hijos únicos, tan comunes hoy, y de padres separados, tan mimados muchos que luego se estrellan un poquito con el mundo y al menor obstáculo se derrumban como fenecidos. Su capacidad de frustración es mínima y se deshacen en lamentos ante el más ligero impedimento, la soft generation extendiéndose por el mundo entero, por Occidente, me refiero, tanto en España como en Italia o en Reino Unido, Holanda o EEUU.
La dureza de un trabajo que todavía les es ajeno o parcial, la vida acomodada de una burguesía que está deshaciéndose, el derrumbe de ideales, de criterios políticos o de creencias religiosas... Infame caldo de cultivo para la huida hacia los desvaríos, hacia sueños que en un mundo virtual logran colmarse aunque después aparezca el vacío. Lo veo en algunos de mis alumnos cuando abren su corazón y hablan de su rumbo perdido, lo observo en mi hija y sus amigos, lo leo en las noticias y en los grupos de muchachos que se pierden ociosos entre botellones, fumando hachís o tomando cocaína. Habría que ofrecer algo mejor a las nuevas generaciones, no un futuro ya viejo y corrupto, en derrumbe, y una educación en el esfuerzo y hacia lo mejor. No podemos seguir igualándolo todo por lo bajo. Ilia Galán























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