NEOMARXISMO SEXUAL
¿Son las feministas la nueva clase sexual revolucionaria?
El hombre de este siglo XXI se ha transformado en la clase sexual que hay derribar para instaurar una nueva dictadura, que ya no será -nunca lo fue- del proletariado. El varón representa a la vieja clase burguesa, mientras las féminas se han convertido en la nueva clase revolucionaria.
Marx se equivocó: la Revolución no aconteció en la nación con un capitalismo más avanzado, sino más bien en la más retrasada de Europa, Rusia; en China no existía clase obrera, en Cuba, tampoco, y la clase revolucionaria no fue el proletariado, sino la burguesía intelectual y la aristocracia más rebelde. Tras los fracasos económicos soviético, cubano, venezolano, coreano, los marxianos se han buscado otra clase social revolucionaria, o, para ser más preciso, un sexo revolucionario: el femenino, dado que el obrero solo aspira a vivir mejor, en libertad, a progresar, y, si es posible, a transformarse en empresario y a que sus hijos estudien en universidades privadas, como los ricos de siempre o los multimillonarios de los pelotazos con favores de los amigos políticos.
No conozco a nadie que quiera ser pobre, incluso entre los que han leído los evangelios y la célebre bienaventuranza de que de ellos será el Reino de los Cielos. Aquí, cuando nos damos cuenta de que vivimos, queremos ser felices. Y, salvo excepciones, todo el mundo anhela ser rico, mandar, ordenar al prójimo, vivir como Dios, que es eso que no existe y que se inventaron otros hombres, muy listos, para meter miedo a los cándidos y almas pías. El obrero, sin duda, quiere ser burgués. Ni revolucionario de zarandajas idealistas, contempladas desde la comodidad del hogar con calefacción y agua caliente, y otros utensilios domésticos. Con el dinero, se compra todo: hasta el hombre más inteligente y la dama más hermosa. Somos seres humanos. Zeus, un dios, es un rijoso. No hay ángeles. Solo recuerdo uno, el que apareció en una célebre película de Frank Capra.
Al proletariado, considerado como masa por el intelectual marxista, de extracción burguesa o aristocrática, se le promete el paraíso en la tierra, mímesis del otro paraíso en el cielo que aseguran los curas a los menesterosos, a los que odian su cuerpo, lo castigan con penitencias, como aquí en Semana Santa, y consideran pernicioso el hedonismo. Pero el obrero ya no se cree nada. Y cada uno pone a trabajar su intelecto para progresar y ascender de clase social.
Una vez que con el proletariado no se consiguen revoluciones, los marxianos movilizan sus intelectos femeninos para abrir una cuña en la sociedad capitalista, en la que el Estado, lo público, impone sus leyes y controla al empresario que quiere volar por su cuenta. Sucedió en España con célebres personajes como Vila Reyes, durante el franquismo, y también con el PSOE, Ruiz Mateos y Mario Conde. Por supuesto, a la banca privada la controla el Estado, y a la banca pública, cajas, cuando los partidos y sindicatos se lucraron, le inyectaron enormes sumas de dinero para mantenerlas y seguir chupando de la ubre.
Como no soy un machote, ni un facha, ni un totalitario -todos reaccionarios-, sino que amo la libertad, y tengo cierta experiencia de la vida, porque, aunque parezca de Perogrullo, mi bisabuela, mi abuela, mi madre, mis hermanas son mujeres y he vivido en un gineceo, y me he enamorado de una dama, sé que los hombres, desde tiempos inmemoriales, utilizaron a las mujeres, las explotaron sexual, económica y laboralmente. Pasaron de trabajar en el domicilio familiar a trabajar en la casa del marido, a sus órdenes para procrear, preparar las viandas, atender la casa y la prole. Pero el avance del sistema capitalista demandó un papel productivo a las féminas, que, al recibir un salario, adquirieron cierta libertad para no necesitar de la protección económica del marido, ni, por supuesto, tolerar su dictadura machista. En Europa, la más desarrollada, las mujeres alcanzaron su libertad, su independencia, su protagonismo, mucho antes que en España, que, en los últimos años conoció un progreso exponencial en libertad, igualdad y derechos. Mi experiencia laboral, algo empírico, mi memoria, me demuestra que en ninguno de los trabajos que desarrollé en mi vida laboral fue un privilegiado sobre mis compañeras. En absoluto. Y trabajé en empresas privadas y públicas. Por supuesto, no analicemos el presente y recordemos el futuro desde Altamira y Lascaux. Entonces no existía ni el Estado, ni, por tanto, naciones.
El feminismo radical, neomarxista, ha proyectado el odio que antaño constituía la burguesía para el proletariado, al hombre. Ahora, los varones, según este análisis sesgado de estos cerebros marxianos, somos la clase sexual a extinguir. La mujer moderna se ha constituido como clase revolucionaria, tomando el papel del proletariado, mientras los varones nos hemos convertido en el enemigo de clase… sexual.
Alguna vez escribí que el cambio más drástico en la historia de la Humanidad lo constituye el golpe de estado que las religiones monoteístas, iniciado por la judía, mantenida y perpetuada por la cristiana y la musulmana, dieron el cielo. Acabaron con las diosas femeninas e introdujeron al monarca hombre. Después, esa transformación radical se proyectó sobre nuestra sociedad. En el mundo capitalista, dios se murió ha tiempo. En el islam, todavía el varón ejerce un dominio brutal sobre la mujer, máquina para tener hijos, trabajar, cuidar vivienda, elaborar viandas. En Arabia Saudí, Irán, Marruecos y otras naciones musulmanas no se celebra el Día Internacional de la Mujer, ni existen movimientos marxistas femeninos, porque se jugarían la vida, la lapidación. Invitó a nuestras feministas marxistas que exporten la libertad de las mujeres musulmanas desde ya para cumplir con una norma marxista ortodoxa: exportar la revolución. Acabemos con la monarquía alauita, la hachemí, la saudí y la teocracia de los ayatolás.
Y, digo más, si Dios existiera -soy ateo-, sería un ser femenino. Pero lejos de la ironía, abogo por la igualdad en derechos y deberes de hombres y mujeres, que nunca el sexo influya en las condiciones laborales, que la mujer sea libre para elegir, que no se la utilice en la publicidad, que se prohíba la prostitución, que se valore su capacidad intelectual, por encima de su belleza física, que respete y se haga respetar, y que no señale al sexo masculino como su enemigo, sino como su complemento, y, finalmente, que nunca responda, cuando realice una entrevista de trabajo a cuestiones sobre si está embazada, piensa formar una familia, por su orientación sexual, por liderar a un equipo formado por hombres.
Y al hombre le exijo que, cuando trate con una mujer, que atienda más a su talento, a su sensibilidad, a su inteligencia y capacidad laboral que a su belleza exterior, que no se fije en sus senos, ni en los glúteos, que olvide el sexo y atienda a la persona. Y se olvide de que la mujer es un objeto sexual, un ser para su placer, para servirle, para realizar las tareas caseras y cuidado de los hijos.
Quizá una mujer no necesite al hombre para casi nada. Pero un hombre necesita de la mujer para casi todo. Formulemos una cuestión esencial: ¿De volver a nacer, usted, mujer, querría sr hombre, y usted, caballero, dama? En la respuesta, obtendrá soluciones a un problema estructural de nuestra sociedad. En los países musulmanes, la respuesta sería diáfana. En ese mundo, donde domina el Islam, se hace necesario celebrar el Día Internacional de la Mujer.
Mi enemigo nunca lo será por su sexo, por poseer ovarios o por colgar testículos; el mal se encuentra en el hombre canalla, malandrín y machista, y en la mujer felona, acomplejada, totalitaria y mala. Por cierto, he observado que hay partidos políticos que las colocan en sus candidaturas. Los defectos de un varón y de una hembra son comunes. La inteligencia también enfatiza esos taras. La cultura los evita. No odiemos por nuestro sexo, amemos por nuestro seso.
¡Yo no soy más que tú, mujer, por ser hombre; no soy más que nadie por ser macho, ni tampoco menos, ni tan si quiera mi talento, inteligencia y mi elegancia y atractivo físico, si lo hubiera, me colocan en la jerarquía de esta sociedad para establecer prioridades, dominio y autoridad sobre mi prójimo, varón o hembra! Soy un simple mortal que solo desea que todos, cualquiera que sea su sexo, su poder adquisitivo, su puesto laboral, posean idénticos derechos e iguales deberes.
Dos documentos históricos para finiquitar esta reflexión. Marx, el profeta de la izquierda, dejó embarazada a su criada y nunca reconoció ni quiso saber quién era su hijo. El ideólogo que quería librar al proletariado de la explotación, mancillo y se aprovechó de una mujer analfabeta. Un ejemplo cojonudo. Como el de algunas papas de Romas y curas de pueblo. Predican el agua y, en secreto, disfrutan del vino.
Y otra, la de Engels, en su escrito sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra. El marxista heterodoxo, si es que ha leído al genio de Tréveris, podrá argumentar que eso fue una opinión expresada hace 150 años. Vale. El hombre del paleolítico tampoco me vale para buscar el origen del mal, el huevo de la serpiente.
Vayamos con el empresario que mantuvo a su amigo Karl y compiló su obra: “El trabajo de la mujer en la fábrica disuelve completamente la familia para ella, es fatal, y esta disolución tiene, en la sociedad actual que se basa en la familia, las consecuencias más desmoralizadoras, tanto para los esposos como para los hijos. Una madre que no tiene tiempo para ocuparse de su hijo, para darle durante los primeros años los cuidados más elementales; una madre que apenas puede ver a su hijo, no puede ser una madre para él: fatalmente, se vuelve indiferente, lo trata sin amor, sin cuidados, como un niño totalmente extraño. Los niños que han crecido en semejantes condiciones están más tarde completamente perdidos para la familia; no podrán sentirse nunca a gusto en la familia que funden ellos mismos, puesto que no han conocido más que el aislamiento en su vida, y es por eso que contribuyen necesariamente a la destrucción, general, de la familia en el caso de los obreros”.
Pregunta ingenua: ¿Fueron Marx y Engels feministas o, como casi todos los hombres, aunque intenten disimularlo, un par de machistas?
Y se me olvidaba: He conocido, las trato, mujeres más machistas que los hombres, como también hay obreros que votan a partidos de derechas, y ricos que eligen opciones de izquierdas, y marxistas, pues, con propiedades. Paradojas humanas.
Marx se equivocó: la Revolución no aconteció en la nación con un capitalismo más avanzado, sino más bien en la más retrasada de Europa, Rusia; en China no existía clase obrera, en Cuba, tampoco, y la clase revolucionaria no fue el proletariado, sino la burguesía intelectual y la aristocracia más rebelde. Tras los fracasos económicos soviético, cubano, venezolano, coreano, los marxianos se han buscado otra clase social revolucionaria, o, para ser más preciso, un sexo revolucionario: el femenino, dado que el obrero solo aspira a vivir mejor, en libertad, a progresar, y, si es posible, a transformarse en empresario y a que sus hijos estudien en universidades privadas, como los ricos de siempre o los multimillonarios de los pelotazos con favores de los amigos políticos.
No conozco a nadie que quiera ser pobre, incluso entre los que han leído los evangelios y la célebre bienaventuranza de que de ellos será el Reino de los Cielos. Aquí, cuando nos damos cuenta de que vivimos, queremos ser felices. Y, salvo excepciones, todo el mundo anhela ser rico, mandar, ordenar al prójimo, vivir como Dios, que es eso que no existe y que se inventaron otros hombres, muy listos, para meter miedo a los cándidos y almas pías. El obrero, sin duda, quiere ser burgués. Ni revolucionario de zarandajas idealistas, contempladas desde la comodidad del hogar con calefacción y agua caliente, y otros utensilios domésticos. Con el dinero, se compra todo: hasta el hombre más inteligente y la dama más hermosa. Somos seres humanos. Zeus, un dios, es un rijoso. No hay ángeles. Solo recuerdo uno, el que apareció en una célebre película de Frank Capra.
Al proletariado, considerado como masa por el intelectual marxista, de extracción burguesa o aristocrática, se le promete el paraíso en la tierra, mímesis del otro paraíso en el cielo que aseguran los curas a los menesterosos, a los que odian su cuerpo, lo castigan con penitencias, como aquí en Semana Santa, y consideran pernicioso el hedonismo. Pero el obrero ya no se cree nada. Y cada uno pone a trabajar su intelecto para progresar y ascender de clase social.
Una vez que con el proletariado no se consiguen revoluciones, los marxianos movilizan sus intelectos femeninos para abrir una cuña en la sociedad capitalista, en la que el Estado, lo público, impone sus leyes y controla al empresario que quiere volar por su cuenta. Sucedió en España con célebres personajes como Vila Reyes, durante el franquismo, y también con el PSOE, Ruiz Mateos y Mario Conde. Por supuesto, a la banca privada la controla el Estado, y a la banca pública, cajas, cuando los partidos y sindicatos se lucraron, le inyectaron enormes sumas de dinero para mantenerlas y seguir chupando de la ubre.
Como no soy un machote, ni un facha, ni un totalitario -todos reaccionarios-, sino que amo la libertad, y tengo cierta experiencia de la vida, porque, aunque parezca de Perogrullo, mi bisabuela, mi abuela, mi madre, mis hermanas son mujeres y he vivido en un gineceo, y me he enamorado de una dama, sé que los hombres, desde tiempos inmemoriales, utilizaron a las mujeres, las explotaron sexual, económica y laboralmente. Pasaron de trabajar en el domicilio familiar a trabajar en la casa del marido, a sus órdenes para procrear, preparar las viandas, atender la casa y la prole. Pero el avance del sistema capitalista demandó un papel productivo a las féminas, que, al recibir un salario, adquirieron cierta libertad para no necesitar de la protección económica del marido, ni, por supuesto, tolerar su dictadura machista. En Europa, la más desarrollada, las mujeres alcanzaron su libertad, su independencia, su protagonismo, mucho antes que en España, que, en los últimos años conoció un progreso exponencial en libertad, igualdad y derechos. Mi experiencia laboral, algo empírico, mi memoria, me demuestra que en ninguno de los trabajos que desarrollé en mi vida laboral fue un privilegiado sobre mis compañeras. En absoluto. Y trabajé en empresas privadas y públicas. Por supuesto, no analicemos el presente y recordemos el futuro desde Altamira y Lascaux. Entonces no existía ni el Estado, ni, por tanto, naciones.
El feminismo radical, neomarxista, ha proyectado el odio que antaño constituía la burguesía para el proletariado, al hombre. Ahora, los varones, según este análisis sesgado de estos cerebros marxianos, somos la clase sexual a extinguir. La mujer moderna se ha constituido como clase revolucionaria, tomando el papel del proletariado, mientras los varones nos hemos convertido en el enemigo de clase… sexual.
Alguna vez escribí que el cambio más drástico en la historia de la Humanidad lo constituye el golpe de estado que las religiones monoteístas, iniciado por la judía, mantenida y perpetuada por la cristiana y la musulmana, dieron el cielo. Acabaron con las diosas femeninas e introdujeron al monarca hombre. Después, esa transformación radical se proyectó sobre nuestra sociedad. En el mundo capitalista, dios se murió ha tiempo. En el islam, todavía el varón ejerce un dominio brutal sobre la mujer, máquina para tener hijos, trabajar, cuidar vivienda, elaborar viandas. En Arabia Saudí, Irán, Marruecos y otras naciones musulmanas no se celebra el Día Internacional de la Mujer, ni existen movimientos marxistas femeninos, porque se jugarían la vida, la lapidación. Invitó a nuestras feministas marxistas que exporten la libertad de las mujeres musulmanas desde ya para cumplir con una norma marxista ortodoxa: exportar la revolución. Acabemos con la monarquía alauita, la hachemí, la saudí y la teocracia de los ayatolás.
Y, digo más, si Dios existiera -soy ateo-, sería un ser femenino. Pero lejos de la ironía, abogo por la igualdad en derechos y deberes de hombres y mujeres, que nunca el sexo influya en las condiciones laborales, que la mujer sea libre para elegir, que no se la utilice en la publicidad, que se prohíba la prostitución, que se valore su capacidad intelectual, por encima de su belleza física, que respete y se haga respetar, y que no señale al sexo masculino como su enemigo, sino como su complemento, y, finalmente, que nunca responda, cuando realice una entrevista de trabajo a cuestiones sobre si está embazada, piensa formar una familia, por su orientación sexual, por liderar a un equipo formado por hombres.
Y al hombre le exijo que, cuando trate con una mujer, que atienda más a su talento, a su sensibilidad, a su inteligencia y capacidad laboral que a su belleza exterior, que no se fije en sus senos, ni en los glúteos, que olvide el sexo y atienda a la persona. Y se olvide de que la mujer es un objeto sexual, un ser para su placer, para servirle, para realizar las tareas caseras y cuidado de los hijos.
Quizá una mujer no necesite al hombre para casi nada. Pero un hombre necesita de la mujer para casi todo. Formulemos una cuestión esencial: ¿De volver a nacer, usted, mujer, querría sr hombre, y usted, caballero, dama? En la respuesta, obtendrá soluciones a un problema estructural de nuestra sociedad. En los países musulmanes, la respuesta sería diáfana. En ese mundo, donde domina el Islam, se hace necesario celebrar el Día Internacional de la Mujer.
Mi enemigo nunca lo será por su sexo, por poseer ovarios o por colgar testículos; el mal se encuentra en el hombre canalla, malandrín y machista, y en la mujer felona, acomplejada, totalitaria y mala. Por cierto, he observado que hay partidos políticos que las colocan en sus candidaturas. Los defectos de un varón y de una hembra son comunes. La inteligencia también enfatiza esos taras. La cultura los evita. No odiemos por nuestro sexo, amemos por nuestro seso.
¡Yo no soy más que tú, mujer, por ser hombre; no soy más que nadie por ser macho, ni tampoco menos, ni tan si quiera mi talento, inteligencia y mi elegancia y atractivo físico, si lo hubiera, me colocan en la jerarquía de esta sociedad para establecer prioridades, dominio y autoridad sobre mi prójimo, varón o hembra! Soy un simple mortal que solo desea que todos, cualquiera que sea su sexo, su poder adquisitivo, su puesto laboral, posean idénticos derechos e iguales deberes.
Dos documentos históricos para finiquitar esta reflexión. Marx, el profeta de la izquierda, dejó embarazada a su criada y nunca reconoció ni quiso saber quién era su hijo. El ideólogo que quería librar al proletariado de la explotación, mancillo y se aprovechó de una mujer analfabeta. Un ejemplo cojonudo. Como el de algunas papas de Romas y curas de pueblo. Predican el agua y, en secreto, disfrutan del vino.
Y otra, la de Engels, en su escrito sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra. El marxista heterodoxo, si es que ha leído al genio de Tréveris, podrá argumentar que eso fue una opinión expresada hace 150 años. Vale. El hombre del paleolítico tampoco me vale para buscar el origen del mal, el huevo de la serpiente.
Vayamos con el empresario que mantuvo a su amigo Karl y compiló su obra: “El trabajo de la mujer en la fábrica disuelve completamente la familia para ella, es fatal, y esta disolución tiene, en la sociedad actual que se basa en la familia, las consecuencias más desmoralizadoras, tanto para los esposos como para los hijos. Una madre que no tiene tiempo para ocuparse de su hijo, para darle durante los primeros años los cuidados más elementales; una madre que apenas puede ver a su hijo, no puede ser una madre para él: fatalmente, se vuelve indiferente, lo trata sin amor, sin cuidados, como un niño totalmente extraño. Los niños que han crecido en semejantes condiciones están más tarde completamente perdidos para la familia; no podrán sentirse nunca a gusto en la familia que funden ellos mismos, puesto que no han conocido más que el aislamiento en su vida, y es por eso que contribuyen necesariamente a la destrucción, general, de la familia en el caso de los obreros”.
Pregunta ingenua: ¿Fueron Marx y Engels feministas o, como casi todos los hombres, aunque intenten disimularlo, un par de machistas?
Y se me olvidaba: He conocido, las trato, mujeres más machistas que los hombres, como también hay obreros que votan a partidos de derechas, y ricos que eligen opciones de izquierdas, y marxistas, pues, con propiedades. Paradojas humanas.
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