PERSPECTIVAS
El presidente ya conoce la realidad de Zamora
Pedro Sánchez pasó por Zamora. Todo un honor para el presidente del Gobierno visitar una de las ciudades claves en la historia medieval de España. Pero Zamora ya no es lo que fue. Quizá, si, como el líder socialista anunció, se instalan 3.000 militares en Monte la Reina, nuestra tierra conocerá un crecimiento exponencial económico y demográfico, una especie de renacimiento anacrónico Y, si es así, nunca olvidaré que fue un gobierno del PSOE, presidido por él, quien transformó Zamora; como también recuerdo que fue otro socialista, Felipe González, el que inició el desmantelamiento de inversiones del Estado en nuestra ciudad y provincia. Ya lo he contado en otros artículos. Son datos objetivos. Empírico. Historia.
Pero, si yo fuera Sánchez, me habría ido a Madrid con una imagen de Zamora y de sus seguidores auténtica, conforme al mayor problema de esta provincia: el envejecimiento. No los conté, pero una mayoría de los asistentes al acto en el Ramos Carrión cobra pensión, son jubilados. No había apenas jóvenes y, a los pocos que se acercaron a ver a su secretario general, los colocaron en un espacio elegido para salir en las televisiones, ese aparato que aborrega a la nación desde hace décadas, ahora, con más intención que nunca.
Zamora es una provincia muy mayor, envejecida, por lo tanto, conservadora. El voto del PSOE, como el del PP, no es un voto progresista, sino todo lo contrario, convencional y tradicional, casi reaccionario. La juventud pasa de los grandes partidos españoles. Ya no creen en los políticos, los desprecian. Socialistas y populares han aburrido a nuestra juventud con sus políticas demagógicas, tan semejantes en lo económico. En Zamora, los jóvenes se van, porque se cansaron de esperar. Se aburrieron. La Diputación, gobernada por el PP toda la vida, se ha convertido en una institución vieja, como el pueblo; vetusta, anquilosada. La Junta de Castilla y León, también en manos de los populares, solo ha invertido, a lo grande, con el dinero de los demás, en sus provincias favoritas, mientras a nosotros nos conformaron con limosnas. En fin. Náuseas.
Pedro Sánchez, si se fijó en el público presente en el Ramos Carrión, sabrá, pues, cuál es el problema de esta provincia y de su partido: el envejecimiento. Han echado a los jóvenes. Aquí, solo esperamos una buena muerte. Y, por cierto, no dedicó ni una sola reflexión a Cataluña y su proceso de secesión.
Pedro Sánchez pasó por Zamora. Todo un honor para el presidente del Gobierno visitar una de las ciudades claves en la historia medieval de España. Pero Zamora ya no es lo que fue. Quizá, si, como el líder socialista anunció, se instalan 3.000 militares en Monte la Reina, nuestra tierra conocerá un crecimiento exponencial económico y demográfico, una especie de renacimiento anacrónico Y, si es así, nunca olvidaré que fue un gobierno del PSOE, presidido por él, quien transformó Zamora; como también recuerdo que fue otro socialista, Felipe González, el que inició el desmantelamiento de inversiones del Estado en nuestra ciudad y provincia. Ya lo he contado en otros artículos. Son datos objetivos. Empírico. Historia.
Pero, si yo fuera Sánchez, me habría ido a Madrid con una imagen de Zamora y de sus seguidores auténtica, conforme al mayor problema de esta provincia: el envejecimiento. No los conté, pero una mayoría de los asistentes al acto en el Ramos Carrión cobra pensión, son jubilados. No había apenas jóvenes y, a los pocos que se acercaron a ver a su secretario general, los colocaron en un espacio elegido para salir en las televisiones, ese aparato que aborrega a la nación desde hace décadas, ahora, con más intención que nunca.
Zamora es una provincia muy mayor, envejecida, por lo tanto, conservadora. El voto del PSOE, como el del PP, no es un voto progresista, sino todo lo contrario, convencional y tradicional, casi reaccionario. La juventud pasa de los grandes partidos españoles. Ya no creen en los políticos, los desprecian. Socialistas y populares han aburrido a nuestra juventud con sus políticas demagógicas, tan semejantes en lo económico. En Zamora, los jóvenes se van, porque se cansaron de esperar. Se aburrieron. La Diputación, gobernada por el PP toda la vida, se ha convertido en una institución vieja, como el pueblo; vetusta, anquilosada. La Junta de Castilla y León, también en manos de los populares, solo ha invertido, a lo grande, con el dinero de los demás, en sus provincias favoritas, mientras a nosotros nos conformaron con limosnas. En fin. Náuseas.
Pedro Sánchez, si se fijó en el público presente en el Ramos Carrión, sabrá, pues, cuál es el problema de esta provincia y de su partido: el envejecimiento. Han echado a los jóvenes. Aquí, solo esperamos una buena muerte. Y, por cierto, no dedicó ni una sola reflexión a Cataluña y su proceso de secesión.

















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