BARROCO
Entre urna y urna
Kebedo
Mi vecina Marisol se ha tomado unos días de vacaciones entre una y otra obligaciones de votar. Pero ya volvió y está deseosa de contarme cosas, a mí a los miles de seguidores que tenemos ya en éste digital.
Bromas aparte, en realidad no son miles sino decenas de miles los que habitualmente nos paran por la calle para interesarse por la vida de mi vecina y, sobre todo, por saber de dónde saca la información que aquí se cuenta.
La cuestión es que, en la última intervención hablábamos de la preocupación de Marisol por las pasadas elecciones, concretamente por cuál iba a ser su resultado. Estaba temerosa, me recordó, sobre todo, por la aparición de partidos ultras que, dicho sea de paso, tienen todo el derecho a su concurrencia, pero que ellos mismos negarían ese derecho a otros partidos, si estos fueran de corte político distinto al suyo.
Recordemos que nuestro sistema democrático es imperfecto, pero es el menos malo de los que por ahí “funcionan”. Y funcionar significa, como dice mi vecina, que al que miente, al que engaña, al que roba o que desvía dineros públicos, se le castiga, en primer lugar, en la urna y, si fuera menester, en los tribunales. En eso consiste un estado democrático de derecho y así queremos que siga.
Claro, pero estas reglas del juego deberían ser respetadas, en primer lugar y, sobre todo, por los propios políticos y, sin embargo, son los primeros que se las saltan. Hemos asistido a una campaña previa a las elecciones generales y autonómicas que ha sido, en casi todos los casos, vomitiva. Ya no hablamos de elegancia o “fair play, sino simplemente de educación. Nuestros políticos, casi todos, han sido unos mentirosos y unos maleducados, me da igual el signo, continúa Marisol, en general parecían barriobajeros.
Deberíamos empezar a penalizar, no solo en las urnas, cuando así lo hacemos, las mentiras, las descalificaciones, el “y tú más”, el “todo vale” y las promesas no cumplidas que son auténticos brindis al sol … y la sombra. No se pueden verter acusaciones contra adversarios sin que estas sean ciertas y comprobables; no podemos seguir dando por ciertas las sospechas de lo que el rival político va a hacer. Si tenemos pruebas de que nuestro adversario ha cometido una irregularidad o un delito, lo contamos y lo probamos, pero no podemos seguir empleando el “vitupera, que algo queda”. Nuestro sistema tiene que ser implacable con esto.
Y esto hay que hacerlo empezando por los medios de comunicación. Es evidente que los medios de comunicación, en su mayoría no son independientes, no sé si es lo ideal, pero es lo real; pero no significa que sean los primeros en ventilar verdades a medias o, directamente, mentiras acerca del adversario político. No puede consentirse este tipo de comportamientos y no podemos esperar a que todo eso lo resuelvan, varios años después, los tribunales de turno; la deontología debe primar si queremos mantener una mínima credibilidad. No soy periodista, dice Marisol, pero creo que el sentido común debe imponerse y, como lectora, lo echo de menos, sobre todo los que hemos pasado por la transición, buena o mala, que ahora también está de moda criticar ese periodo, pero ya nos gustaría que los políticos y los medios de comunicación actuales, se comportaran como en los ochenta. Ni punto de comparación, lo siento, en éste aspecto, cualquier tiempo pasado sí que fue mejor.
Pues bien, votamos el mes pasado, los resultados fueron los que fueron, pero algunos políticos no han aprendido nada; parece que las elecciones no fueron con ellos a la vista de sus comportamientos posteriores.
La apuesta de Casado por la ultraderecha y por la descalificación no le ha traído más que desgracias y un enorme porrazo electoral; de lo primero se rectificó a sí mismo al día siguiente diciendo que VOX eran extremos, aunque dos días antes no solo no lo eran sino que ya le había ofrecido ministerios; de lo segundo no solo no ha aprendido la lección sino que persiste en su insulto y mentiras constantes. Mi vecina le augura a Casado menos futuro que a un vendedor de escobas en el desierto.
Rivera, en cuanto a escaños, ha quedado en tercera posición y, sin embargo se ha autoproclamado, desde el primer día, líder de la oposición. ¡Olé, sus cataplines!. ¡Ya está, aquí estoy yo y mi chulería!. Y sigue hablando como si la nueva conformación del congreso y el senado dependiera únicamente de su excelencia. Otro que, como no se corrija un poco, se va a ver sobrepasado y defenestrado por Inés Arrimadas que, según parece, tiene la cabeza bastante mejor puesta que él. Los vaticinios de mi vecina son demoledores. Me asusta a veces.
Pablo Iglesias ya se considera ministro de algo. Ha retrocedido en cuanto a representación pero se considera imprescindible. Y puede que sea así pero, un poco de humildad y sosiego; démosle tiempo a las cosas y, sobre todo, a las matemáticas parlamentarias pues podría darse el caso de que Sánchez no le necesitase y entonces, ¿qué?. No es probable pero sí posible y en política no está nada dicho hasta que te “pillan en la cama con otro”.
Los “progres” de VOX –ahora que “progre” es un insulto- ya tienen lo que querían, unos puestecitos en la “mamandurria” –¡cuánto tenemos que agradecerle a Espe y su vocabulario!- y a vivir. Bien es verdad que un solo escaño, para “gente tan principal y demócrata”, ya es mucho, pero eso es lo que tiene vivir en un estado de derecho que ellos mismos no respetan ni están dispuestos a hacerlo. Las barbaridades que hemos tenido que oír desde las bocas de éstos “iluminados”, y las que seguimos escuchando, en éstos días, referentes a qué es lo que tienen que hacer las mujeres con su vida y con sus cuerpos, o las que tiene que ver con la construcción de muros “antimoros” al mejor estilo Donald, u otras lindezas a las que nos tienen acostumbrados últimamente Abascal, Ortega Smith, Espinosa de los Monteros y compañía.
Y Sánchez, que ya no parece que vaya a ser “okupa”, está haciendo oposiciones a ser presidente, como nos recuerda él mismo cada dos por tres, si no ocurre alguna confluencia astral judeomasónica que lo impida. Si queríamos un cambio, ya lo tenemos, ahí está, señor Sánchez, ya tiene usted la oportunidad de demostrar que no es flor de un día, que no son palabrejas vacías lo que nos ha contado en éstos nueve meses de gobierno “semiprestado” y que se merece la confianza que los españoles hemos depositado en usted, no como Rajoy que demostró que no se merecía la mayoría que le otorgamos hace siete años.
Y ahora vienen las elecciones locales, las autonómicas y las que nadie le presta atención, siendo curiosamente las más importantes, las europeas.
En las locales, efectivamente, para bien y para mal, conocemos más de cerca a los “contendientes” y se vota casi más a la persona, sobre todo en lugares pequeños, que a la ideología.
Las autonómicas están en el limbo, en un estadio intermedio en el que no sabemos nunca si sirven o no sirven para algo. En muchos casos hemos llegado a pensar que los parlamentos autonómicos son un poco como el Senado, un aparcamiento de políticos que les sirve para cobrar “un sueldecito” durante cuatro años más y, a vivir. Excepto Cataluña, claro está. Allí, como para todo lo demás, son diferentes; el “hecho diferencial” vuelve a resurgir; en Cataluña, está demostrado todos los días, los parlamentarios autonómicos no trabajan. Solamente, cuando dice Torra –que se lo ha soplado previamente Puigdemont- que hay que acudir, se acude y, el resto del tiempo, El Parlament, de “butifarrada”, es decir, quejándose de España.
¿Y, las europeas?, como dijo el otro –Rajoy, me refiero-. Pues las europeas son las más importantes y son a las que menos caso le hacemos. De las decisiones que se toman en Europa, nuestros parlamentarios también, provienen las pataletas que luego nos cogemos cuando Europa nos dice aquello del “déficit”, que nos parece siempre tan mal, o lo de los trabajos precarios, o lo de los salarios “de mierda”, con perdón, o todas aquellas cosas que nos vienen impuestas porque así lo decidimos –con mucho acierto- hace ya unos cuantos años. Pues votemos con cabeza, sabiendo a quién mandamos a Europa, a trabajar o a vegetar, porque luego nos vuelve el “boomernag” y nos da en la cresta.
Y dicho esto, con un recuerdo entrañable y envidiable para Alfredo Pérez Rubalcaba, mi vecina Marisol se despidió, tan ufana como siempre, y me dijo que iba a pensar en qué iba a hacer con su cuerpo, si las uñas, si las axilas, o si iba a hacerle las ingles brasileñas, pero en el cerebro, a algún retrógrado.
Kebedo.
Mi vecina Marisol se ha tomado unos días de vacaciones entre una y otra obligaciones de votar. Pero ya volvió y está deseosa de contarme cosas, a mí a los miles de seguidores que tenemos ya en éste digital.
Bromas aparte, en realidad no son miles sino decenas de miles los que habitualmente nos paran por la calle para interesarse por la vida de mi vecina y, sobre todo, por saber de dónde saca la información que aquí se cuenta.
La cuestión es que, en la última intervención hablábamos de la preocupación de Marisol por las pasadas elecciones, concretamente por cuál iba a ser su resultado. Estaba temerosa, me recordó, sobre todo, por la aparición de partidos ultras que, dicho sea de paso, tienen todo el derecho a su concurrencia, pero que ellos mismos negarían ese derecho a otros partidos, si estos fueran de corte político distinto al suyo.
Recordemos que nuestro sistema democrático es imperfecto, pero es el menos malo de los que por ahí “funcionan”. Y funcionar significa, como dice mi vecina, que al que miente, al que engaña, al que roba o que desvía dineros públicos, se le castiga, en primer lugar, en la urna y, si fuera menester, en los tribunales. En eso consiste un estado democrático de derecho y así queremos que siga.
Claro, pero estas reglas del juego deberían ser respetadas, en primer lugar y, sobre todo, por los propios políticos y, sin embargo, son los primeros que se las saltan. Hemos asistido a una campaña previa a las elecciones generales y autonómicas que ha sido, en casi todos los casos, vomitiva. Ya no hablamos de elegancia o “fair play, sino simplemente de educación. Nuestros políticos, casi todos, han sido unos mentirosos y unos maleducados, me da igual el signo, continúa Marisol, en general parecían barriobajeros.
Deberíamos empezar a penalizar, no solo en las urnas, cuando así lo hacemos, las mentiras, las descalificaciones, el “y tú más”, el “todo vale” y las promesas no cumplidas que son auténticos brindis al sol … y la sombra. No se pueden verter acusaciones contra adversarios sin que estas sean ciertas y comprobables; no podemos seguir dando por ciertas las sospechas de lo que el rival político va a hacer. Si tenemos pruebas de que nuestro adversario ha cometido una irregularidad o un delito, lo contamos y lo probamos, pero no podemos seguir empleando el “vitupera, que algo queda”. Nuestro sistema tiene que ser implacable con esto.
Y esto hay que hacerlo empezando por los medios de comunicación. Es evidente que los medios de comunicación, en su mayoría no son independientes, no sé si es lo ideal, pero es lo real; pero no significa que sean los primeros en ventilar verdades a medias o, directamente, mentiras acerca del adversario político. No puede consentirse este tipo de comportamientos y no podemos esperar a que todo eso lo resuelvan, varios años después, los tribunales de turno; la deontología debe primar si queremos mantener una mínima credibilidad. No soy periodista, dice Marisol, pero creo que el sentido común debe imponerse y, como lectora, lo echo de menos, sobre todo los que hemos pasado por la transición, buena o mala, que ahora también está de moda criticar ese periodo, pero ya nos gustaría que los políticos y los medios de comunicación actuales, se comportaran como en los ochenta. Ni punto de comparación, lo siento, en éste aspecto, cualquier tiempo pasado sí que fue mejor.
Pues bien, votamos el mes pasado, los resultados fueron los que fueron, pero algunos políticos no han aprendido nada; parece que las elecciones no fueron con ellos a la vista de sus comportamientos posteriores.
La apuesta de Casado por la ultraderecha y por la descalificación no le ha traído más que desgracias y un enorme porrazo electoral; de lo primero se rectificó a sí mismo al día siguiente diciendo que VOX eran extremos, aunque dos días antes no solo no lo eran sino que ya le había ofrecido ministerios; de lo segundo no solo no ha aprendido la lección sino que persiste en su insulto y mentiras constantes. Mi vecina le augura a Casado menos futuro que a un vendedor de escobas en el desierto.
Rivera, en cuanto a escaños, ha quedado en tercera posición y, sin embargo se ha autoproclamado, desde el primer día, líder de la oposición. ¡Olé, sus cataplines!. ¡Ya está, aquí estoy yo y mi chulería!. Y sigue hablando como si la nueva conformación del congreso y el senado dependiera únicamente de su excelencia. Otro que, como no se corrija un poco, se va a ver sobrepasado y defenestrado por Inés Arrimadas que, según parece, tiene la cabeza bastante mejor puesta que él. Los vaticinios de mi vecina son demoledores. Me asusta a veces.
Pablo Iglesias ya se considera ministro de algo. Ha retrocedido en cuanto a representación pero se considera imprescindible. Y puede que sea así pero, un poco de humildad y sosiego; démosle tiempo a las cosas y, sobre todo, a las matemáticas parlamentarias pues podría darse el caso de que Sánchez no le necesitase y entonces, ¿qué?. No es probable pero sí posible y en política no está nada dicho hasta que te “pillan en la cama con otro”.
Los “progres” de VOX –ahora que “progre” es un insulto- ya tienen lo que querían, unos puestecitos en la “mamandurria” –¡cuánto tenemos que agradecerle a Espe y su vocabulario!- y a vivir. Bien es verdad que un solo escaño, para “gente tan principal y demócrata”, ya es mucho, pero eso es lo que tiene vivir en un estado de derecho que ellos mismos no respetan ni están dispuestos a hacerlo. Las barbaridades que hemos tenido que oír desde las bocas de éstos “iluminados”, y las que seguimos escuchando, en éstos días, referentes a qué es lo que tienen que hacer las mujeres con su vida y con sus cuerpos, o las que tiene que ver con la construcción de muros “antimoros” al mejor estilo Donald, u otras lindezas a las que nos tienen acostumbrados últimamente Abascal, Ortega Smith, Espinosa de los Monteros y compañía.
Y Sánchez, que ya no parece que vaya a ser “okupa”, está haciendo oposiciones a ser presidente, como nos recuerda él mismo cada dos por tres, si no ocurre alguna confluencia astral judeomasónica que lo impida. Si queríamos un cambio, ya lo tenemos, ahí está, señor Sánchez, ya tiene usted la oportunidad de demostrar que no es flor de un día, que no son palabrejas vacías lo que nos ha contado en éstos nueve meses de gobierno “semiprestado” y que se merece la confianza que los españoles hemos depositado en usted, no como Rajoy que demostró que no se merecía la mayoría que le otorgamos hace siete años.
Y ahora vienen las elecciones locales, las autonómicas y las que nadie le presta atención, siendo curiosamente las más importantes, las europeas.
En las locales, efectivamente, para bien y para mal, conocemos más de cerca a los “contendientes” y se vota casi más a la persona, sobre todo en lugares pequeños, que a la ideología.
Las autonómicas están en el limbo, en un estadio intermedio en el que no sabemos nunca si sirven o no sirven para algo. En muchos casos hemos llegado a pensar que los parlamentos autonómicos son un poco como el Senado, un aparcamiento de políticos que les sirve para cobrar “un sueldecito” durante cuatro años más y, a vivir. Excepto Cataluña, claro está. Allí, como para todo lo demás, son diferentes; el “hecho diferencial” vuelve a resurgir; en Cataluña, está demostrado todos los días, los parlamentarios autonómicos no trabajan. Solamente, cuando dice Torra –que se lo ha soplado previamente Puigdemont- que hay que acudir, se acude y, el resto del tiempo, El Parlament, de “butifarrada”, es decir, quejándose de España.
¿Y, las europeas?, como dijo el otro –Rajoy, me refiero-. Pues las europeas son las más importantes y son a las que menos caso le hacemos. De las decisiones que se toman en Europa, nuestros parlamentarios también, provienen las pataletas que luego nos cogemos cuando Europa nos dice aquello del “déficit”, que nos parece siempre tan mal, o lo de los trabajos precarios, o lo de los salarios “de mierda”, con perdón, o todas aquellas cosas que nos vienen impuestas porque así lo decidimos –con mucho acierto- hace ya unos cuantos años. Pues votemos con cabeza, sabiendo a quién mandamos a Europa, a trabajar o a vegetar, porque luego nos vuelve el “boomernag” y nos da en la cresta.
Y dicho esto, con un recuerdo entrañable y envidiable para Alfredo Pérez Rubalcaba, mi vecina Marisol se despidió, tan ufana como siempre, y me dijo que iba a pensar en qué iba a hacer con su cuerpo, si las uñas, si las axilas, o si iba a hacerle las ingles brasileñas, pero en el cerebro, a algún retrógrado.
Kebedo.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.164