SAN JUAN
La hoguera y la inmundicia del después
Se echa en falta una campaña para concienciar sobre la limpieza
Manuel Herrero Alonso: Texto y fotografías
Eran otros tiempos, ni mejores ni peores, solo distintos. Cuando llegaba la noche de San Juan, los críos se repartían entre tantas hogueras como había. Y había una, casi en cada plaza con competencia, sana pero competencia entre cuál de ellas era de mayor tamaño. Se trabajaba en ellas todo el día, sí se trabajaba, había que arrimar al montón cuantos enseres pudieran servir para quemar y era casi todo lo que hubiera. Era la limpieza anual de las casas. Cada vecino se deshacía de aquello que estaba en un rincón estorbando y que mejor destino que quemarse en la hoguera de San Juan. Arriba un muñeco, hecho con cualquier relleno, y alguna de esas ropas que, sin otro fin, también valían para echar al fuego.
No había otra diversión que la propia hoguera, sus chispas, su fuego, sus llamas, la altura que alcanzaba, sus rescoldos, su humareda y el ruido de los petardos que se camuflaban en ella. Se había pretendido no encenderla hasta la hora prevista, pero jamás se aguantaron sin prender antes de ese momento. Los participantes se divertían sin más, hasta altas horas de la mañana. Pero el asfalto y jardines fueron ocupando esos espacios donde se hacia la fogata, y, poco a poco, fue disminuyendo el número de hogueras de la noche más corta del año. Al final las prohibiciones, que llaman razones de seguridad, acabaron con la tradición.
Desde el Ayuntamiento, con oportunismo, se hizo algo tan sencillo como organizar, y dentro de las fiestas de San Pedro, una hoguera. Ni parecida a las de antaño, pero podría valer, porque lo importante, ya no es solo el fuego sino la fiesta que se forma en su entorno. Basta una orquesta y a divertirse. Y sí parece que se lo han pasado bien este año también. Buen tiempo, alguna gotas de lluvia pero mínimas, que no sirvieron para aguar la fiesta. Y así hasta las tres y media de la mañana, bueno hasta esa hora hubo música, pero algunos siguieron de marcha hasta bastante después de que la orquesta finalizara su actuación.
Y después ¿Qué? pues como otros años inmundicia en el suelo, que, desde primeras horas de las mañana, los operarios del servicio de limpieza se encargaron de amontonar, para cargarlos posteriormente en el camión de la basura
Preguntándonos, como si se hacen campañas para concienciar, sobre le consumo de alcohol, contra la violencia de género, contra el acoso, sobe el reciclaje y demás. Debería de hacerse ya que no existe entre los jóvenes tal concepto, una campaña sobre sensibilización por la limpieza.
Manuel Herrero Alonso: Texto y fotografías
Eran otros tiempos, ni mejores ni peores, solo distintos. Cuando llegaba la noche de San Juan, los críos se repartían entre tantas hogueras como había. Y había una, casi en cada plaza con competencia, sana pero competencia entre cuál de ellas era de mayor tamaño. Se trabajaba en ellas todo el día, sí se trabajaba, había que arrimar al montón cuantos enseres pudieran servir para quemar y era casi todo lo que hubiera. Era la limpieza anual de las casas. Cada vecino se deshacía de aquello que estaba en un rincón estorbando y que mejor destino que quemarse en la hoguera de San Juan. Arriba un muñeco, hecho con cualquier relleno, y alguna de esas ropas que, sin otro fin, también valían para echar al fuego.
No había otra diversión que la propia hoguera, sus chispas, su fuego, sus llamas, la altura que alcanzaba, sus rescoldos, su humareda y el ruido de los petardos que se camuflaban en ella. Se había pretendido no encenderla hasta la hora prevista, pero jamás se aguantaron sin prender antes de ese momento. Los participantes se divertían sin más, hasta altas horas de la mañana. Pero el asfalto y jardines fueron ocupando esos espacios donde se hacia la fogata, y, poco a poco, fue disminuyendo el número de hogueras de la noche más corta del año. Al final las prohibiciones, que llaman razones de seguridad, acabaron con la tradición.
Desde el Ayuntamiento, con oportunismo, se hizo algo tan sencillo como organizar, y dentro de las fiestas de San Pedro, una hoguera. Ni parecida a las de antaño, pero podría valer, porque lo importante, ya no es solo el fuego sino la fiesta que se forma en su entorno. Basta una orquesta y a divertirse. Y sí parece que se lo han pasado bien este año también. Buen tiempo, alguna gotas de lluvia pero mínimas, que no sirvieron para aguar la fiesta. Y así hasta las tres y media de la mañana, bueno hasta esa hora hubo música, pero algunos siguieron de marcha hasta bastante después de que la orquesta finalizara su actuación.
Y después ¿Qué? pues como otros años inmundicia en el suelo, que, desde primeras horas de las mañana, los operarios del servicio de limpieza se encargaron de amontonar, para cargarlos posteriormente en el camión de la basura
Preguntándonos, como si se hacen campañas para concienciar, sobre le consumo de alcohol, contra la violencia de género, contra el acoso, sobe el reciclaje y demás. Debería de hacerse ya que no existe entre los jóvenes tal concepto, una campaña sobre sensibilización por la limpieza.






















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