ME QUEDA LA PALABRA
La amistad, ese extraño sentimiento entre políticos
Créame: en los partidos políticos no hay amigos. Quizá camaradas, compañeros, colegas. Todo mentira. La felonía suele ser la práctica más habitual en la vida cotidiana de las formaciones políticas, tanto a la derecha como a la izquierda, más cuando huele a poder. Empírico. El verdadero enemigo es esa persona a la que calificas como camarada y compañero. El rival pertenece a otros partidos.
Siempre ha sido de tal guisa. El PSOE, durante la II República y Guerra Civil se fracturó en tres formas de entender el socialismo. El más íntegro, culto y legal fue Besteiro. Advirtió de todos los males que conllevaría los proyectos revolucionarios de Largo Cabellero e Indalecio Prieto, enemigos irreconciliables, como también lo evidenciaron sus seguidores. Verbigracia: tiroteo en la plaza de toros de Écija el 31 de mayo de 1936, cuando el político bilbaíno, de raíces asturianas, daba un mitin. Jóvenes pistoleros del sector largocaballerista lanzaron disparos contra Prieto, que tuvo que salir por piernas del coso taurino. Lea aquel que ame la historia, no esa cosa de la memoria histórica, un oxímoron del zapaterismo más rancio. Después, a cuenta del yate Vita, cargado de tesoros rumbo a México, agrio epistolario entre Prieto y Negrín. No voy a entrar tampoco en los combates, en marzo de 1939, en la capital de España, entre comunistas y socialistas y anarquistas y partidarios de Besteiro. Más historia. Convencido estoy que los socialistas zamoranos desconocen estos hechos.
Y, doy un salto en la historia, recuerde las traiciones entre Felipe y Guerra, más tarde, cómo el felipismo, a través de su órgano periodístico oficioso, El País, se “cargó” a Borrel, y cómo accedió a la Secretaria General del PSOE Pedro Sánchez. Punto.
Y, por lo que respecta a Zamora, todos los secretarios provinciales del PSOE, menos el actual, Antidio Fagúndez, acabaron en el ostracismo. No doy nombres. Lo sucedido con Tomás del Bien en las últimas elecciones municipales es ya conocido. ¿Algo más de la amistad entre socialistas de aquí y de allá?
Vayamos a la otra acera, la que ocupa el PP. Aznar fue traicionado por Rajoy, al que dejó como sucesor a título de presidente. La guerra femenina entre la bella Cospedal y la pequeña Sáenz de Santamaría provocó una división profunda en el partido conservador. Descendamos a Víctor Gallego. Martínez-Maíllo, y el verdadero cerebro del PP zamorano, García Carnero, fueron eliminando a todos sus rivales. El de Friera de Valverde, de casta le viene al galgo, traicionó a J. Antolín Martín, contra el que se aliaron enemigos íntimos como el ya citado, con el recordado Luis Cid, Antonio Vázquez, Ángel Macías y compañía. El enemigo común era el presidente de la Diputación. Alianzas coyunturales. Después, se cargaron a Macías, a Valdeón y le hicieron la vida imposible a Alberto Castro, que, aunque tardó en darse cuenta, supo quiénes eran los malos.
Y, en la actualidad, partido dividido entre Martínez-Maíllo y su ahijada política, María Teresa Martín Pozo, más solos que la una, y el resto, liderado por José María Barrios. Cada cual se busca la vida como puede para mantenerse en el poder y seguir viviendo de la res pública, del cargo político. No obstante, algunos de estos “guerreros y guerreras” ya son funcionarios. Tienen la espalda económica cubierta, pero nunca percibirán un salario tan importante como el que cobran como servidores del Estado y, lo más esencial, quedarán huérfanos de poder, sin pelotas de la prensa que les den coba, algo que tanto gusta a los mediocres políticos.
En Ciudadanos, ya sabemos qué sucedió cuando Francisco J. Requejo, hijo del anterior coordinador provincial de la formación naranja, decidió prescindir de Reyes Merchán, concejal en el anterior mandato, y los acontecimientos vividos, con felonías por doquier, durante la elección de diputado provincial del Cs.
También en Podemos ha habido guerra interna nacional -¿Dónde mora Errejón, Carolina Bescansa y la ex novia de Pablo Iglesias?-, y local. Sin nombres. En la dictadura del proletariado habrían acabado, como mal menos, en un gulag, idea que plasmó después el nacionalsocialismo alemán.
Amo la política, pero sospecho delos políticos. No me gustó nunca que me apuñalaran por la espalda. Admito los cuernos sexuales. Nunca los políticos.

Créame: en los partidos políticos no hay amigos. Quizá camaradas, compañeros, colegas. Todo mentira. La felonía suele ser la práctica más habitual en la vida cotidiana de las formaciones políticas, tanto a la derecha como a la izquierda, más cuando huele a poder. Empírico. El verdadero enemigo es esa persona a la que calificas como camarada y compañero. El rival pertenece a otros partidos.
Siempre ha sido de tal guisa. El PSOE, durante la II República y Guerra Civil se fracturó en tres formas de entender el socialismo. El más íntegro, culto y legal fue Besteiro. Advirtió de todos los males que conllevaría los proyectos revolucionarios de Largo Cabellero e Indalecio Prieto, enemigos irreconciliables, como también lo evidenciaron sus seguidores. Verbigracia: tiroteo en la plaza de toros de Écija el 31 de mayo de 1936, cuando el político bilbaíno, de raíces asturianas, daba un mitin. Jóvenes pistoleros del sector largocaballerista lanzaron disparos contra Prieto, que tuvo que salir por piernas del coso taurino. Lea aquel que ame la historia, no esa cosa de la memoria histórica, un oxímoron del zapaterismo más rancio. Después, a cuenta del yate Vita, cargado de tesoros rumbo a México, agrio epistolario entre Prieto y Negrín. No voy a entrar tampoco en los combates, en marzo de 1939, en la capital de España, entre comunistas y socialistas y anarquistas y partidarios de Besteiro. Más historia. Convencido estoy que los socialistas zamoranos desconocen estos hechos.
Y, doy un salto en la historia, recuerde las traiciones entre Felipe y Guerra, más tarde, cómo el felipismo, a través de su órgano periodístico oficioso, El País, se “cargó” a Borrel, y cómo accedió a la Secretaria General del PSOE Pedro Sánchez. Punto.
Y, por lo que respecta a Zamora, todos los secretarios provinciales del PSOE, menos el actual, Antidio Fagúndez, acabaron en el ostracismo. No doy nombres. Lo sucedido con Tomás del Bien en las últimas elecciones municipales es ya conocido. ¿Algo más de la amistad entre socialistas de aquí y de allá?
Vayamos a la otra acera, la que ocupa el PP. Aznar fue traicionado por Rajoy, al que dejó como sucesor a título de presidente. La guerra femenina entre la bella Cospedal y la pequeña Sáenz de Santamaría provocó una división profunda en el partido conservador. Descendamos a Víctor Gallego. Martínez-Maíllo, y el verdadero cerebro del PP zamorano, García Carnero, fueron eliminando a todos sus rivales. El de Friera de Valverde, de casta le viene al galgo, traicionó a J. Antolín Martín, contra el que se aliaron enemigos íntimos como el ya citado, con el recordado Luis Cid, Antonio Vázquez, Ángel Macías y compañía. El enemigo común era el presidente de la Diputación. Alianzas coyunturales. Después, se cargaron a Macías, a Valdeón y le hicieron la vida imposible a Alberto Castro, que, aunque tardó en darse cuenta, supo quiénes eran los malos.
Y, en la actualidad, partido dividido entre Martínez-Maíllo y su ahijada política, María Teresa Martín Pozo, más solos que la una, y el resto, liderado por José María Barrios. Cada cual se busca la vida como puede para mantenerse en el poder y seguir viviendo de la res pública, del cargo político. No obstante, algunos de estos “guerreros y guerreras” ya son funcionarios. Tienen la espalda económica cubierta, pero nunca percibirán un salario tan importante como el que cobran como servidores del Estado y, lo más esencial, quedarán huérfanos de poder, sin pelotas de la prensa que les den coba, algo que tanto gusta a los mediocres políticos.
En Ciudadanos, ya sabemos qué sucedió cuando Francisco J. Requejo, hijo del anterior coordinador provincial de la formación naranja, decidió prescindir de Reyes Merchán, concejal en el anterior mandato, y los acontecimientos vividos, con felonías por doquier, durante la elección de diputado provincial del Cs.
También en Podemos ha habido guerra interna nacional -¿Dónde mora Errejón, Carolina Bescansa y la ex novia de Pablo Iglesias?-, y local. Sin nombres. En la dictadura del proletariado habrían acabado, como mal menos, en un gulag, idea que plasmó después el nacionalsocialismo alemán.
Amo la política, pero sospecho delos políticos. No me gustó nunca que me apuñalaran por la espalda. Admito los cuernos sexuales. Nunca los políticos.



















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