Eugenio de Ávila
Miércoles, 16 de Octubre de 2019
DENUNCIAS

Pintada en la Subdelegación, metáfora de España

La sede del Gobierno en Zamora, asaltada por unos malandrines con pintadas contra el fascismo

[Img #30523]Eugenio-Jesús de Ávila

Golpe audaz el de estos descerebrados comunistas, anarquistas, trotskistas, y como quieran autodefinirse, que esta madrugada atentaron con pintadas contra el fascismo –mimetismo de su ideología- del Estado español en la sede del Gobierno del Reino de España, la Subdelegación. Cuando, a primera hora de la mañana, instantes en los que la ciudad todavía se despereza, funcionarios y operarios de banca que caminaban en dirección a sus labores, se vieron sorprendidos por esta nueva infamia, una metáfora de la quiebra de la nación, en la que el presidente tiene miedo, la oposición tirita y lo que queda del comunismo burgués, Unidas Podemos,  se alegra, porque todo bolchevique necesita un conflicto social para tomar su Palacio de Invierno.

Estos que van de marxistas-leninistas defienden esa revuelta burguesita en Cataluña, donde creció, cabalgando en dictaduras, la de Primo de Rivera y la de Franco, la burguesía más reaccionaria de España, la que intentó la secesión ya un 6 de octubre de 1934, cuando aprovechó el golpe de Estado contra la II República preparado por el PSOE, que solo obtuvo el éxito de más de mil muertos en Asturias. Los independentistas catalanes huyeron por las alcantarillas tras los cañonazos del general Batet, otro catalán. Companys, el político que más penas de muerte firmó durante la Guerra Civil, acabó en la cárcel. Después, el Frente Popular lo dejó en libertad cuando ganó, de aquella manera, las elecciones de febrero de 1936.

Aquí no hay proletariado haciendo la revolución comunista. Allí, en Barcelona solo hay niñatos mal educados en colegios y escuelas públicos catalanes, en los que docentes separatistas, siguiendo el plan de Pujol desde que accedió al poder, realizaron proselitismo de sus ideas de independencia. Esas criaturas, entre ellas descendientes de charnegos, se alimentaron de la teta del odio, de la leche del rencor, para dotarse de la estatura suficiente para segregarse de España. Esos profesores convirtieron la historia en un cuento infantil, que aún siguen leyendo todas las noches antes de irse a la camita a rezar las cuatro esquinitas después de quemar su ciudad, la condal, la que engrandecieron españoles de Andalucía, Murcia, La Mancha, Aragón, Castilla y algún despistado leonés, explotados por los industriales burgueses, cuyos representantes políticos ahora los dirigen desde las instituciones públicas del Estado. El Torra, o el Puigdemont, los que se hallan en prisión, los dirigen hacia las barricadas, ellos les incendian las antorchas y los cócteles Molotov y después les mandan a los Mozos.

Y mientras, aquí, en Zamora, que es España, la que les roba a los catalanes, unos limitados intelectuales, unos tipejos que se hubiera leído el Programa de San Sepolcro de Mussolini lo hubiera firmado sin rechistar, manchan las paredes de la sede del Gobierno central en nuestra provincia, con leyendas sobre el fascismo. Badulaques, malandrines, estólidos, botarates, carne de cañón, fruto de una España que ni unos ni otros, ni PSOE, más año en el poder, ni el PP, supieron hacer más equitativa, más libre y más justa.

Concluyo con Quevedo, al que no habrán leído estos petimetres: “Mire los muros de la patria mía, sin un tiempo fuertes  ya desmoronados de la carrera de la edad cansados por quien caduca ya su valentía”

 

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