Eugenio de Ávila
Lunes, 16 de Diciembre de 2019
RES PÚBLICA

Unión entre instituciones para que Zamora avance

Zamora10, trabajando con el espíritu de la hormiga, logra vincular a las instituciones públicas zamoranas para que nuestra tierra regrese al futuro y se olvide del pasado, de la derrota económica y el dolor demográfico

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En ciudades y provincias olvidadas, que fueron algo cuando el Estado velo por su salud económica y social, descarriadas si los gobiernos de la nación desinvierten, como aconteció en los años del poder felipista, aquel socialismo con tintes liberaloides, sobran las formaciones políticas de carácter nacional y se necesitan políticas del pueblo y para el pueblo, partidos que representen a los zamoranos. A  los vicarios de las formaciones de carácter nacional, PP y PSOE, principalmente,  Zamora les trae sin cuidado, porque tratan solo de conservar el cargo en Congreso de Diputados y Senado. Repasen la historia de la democracia y pongan nombres y caras a los que ocuparon escaños en ambas cámaras, y reflexione el lector sobre la labor realizada a favor de nuestra tierra de gente como Dionisio García Carnero, que accedió al puesto que tengo allí casi en su adolescencia; de Antonio Vázquez,  que ocupó plaza en Congreso y Senado; del ínclito Martínez-Maíllo, de los socialistas, de los que vivieron de esta bicoca desde el inicio de la Transición, y colegirá que no representaron, ni representan, a los zamoranos. Ni una sola inversión importante para la provincia, y no me vengan con el cuento del AVE y de la autovía a Benavente, el último tramo de la Ruta de la Plata. ¡Manda huevos! Fueron a lo suyo. La provincia y la ciudad les trajeron al pairo. ¡Qué vergüenza!

Mientras Zamora se diluía, se hacía agua, carámbano y niebla en invierno, como cada cual iba a proteger el cargo, ni hubo unión, ni ententes, ni acuerdos. Nos quisieron enfrentar con su demagogia. Unos y otros se echaban las culpas de la despoblación, de la miseria económica, del estado del sector primario, de la pérdida de más de 4.000 explotaciones de vacuno, de la huida de los jóvenes, de la escasez de inversiones y tantas y tantas carencias, del desamparo de una viudez provincial.

Lo manifesté y lo pedí, hace ya casi una década, cuando El Día de Zamora se presentaba a los políticos e instituciones zamoranas, en un acto público celebrado en un hotel de nuestra ciudad, al que acudieron Martínez-Maíllo, como presidente de la Diputación, y Rosa Valdeón, alcaldesa de Zamora, y los representantes de las organizaciones empresariales de nuestra provincia. Les rogué que se olvidarán de sus partidos, de sus socialismos y conservadurismos, que su objetivo solo consistía en levantar Zamora, en que los zamoranos vivieran mejor, gozarán de excelentes servicios sanitarios y educativos, con infraestructuras modernas que nos vincularan al resto de la autonomía, de Madrid y España; que hiciese más casos a los que vivíamos aquí y menos a sus gerifaltes de Valladolid y Madrid. Ni puto caso.

Una década después, todo ha ido a peor. Esta provincia y sus principales ciudades,  hallasen al borde del abismo demográfico y económico. Pero hete aquí que, merced a Zamora10, un ente propulsado por Caja Rural, con un gerente excepcional a la cabeza, elegido no por nepotismo, como se solía hacer por estos pagos, sino por su cualificación profesional, Francisco Prieto Toranzo; la labor callada, pura inteligencia, de Narciso Prieto, el puente entre la entidad financiera y la organización empresarial, y el vigía Cipriano García, sencillo y humilde, silente y paciente,  más la gobernanza en Ayuntamiento y Diputación de dos zamoranos que creen más en el pueblo que en sus respectivos partidos, pues IU fue devorado por Podemos, ante la cobardía de su actual secretario general, y Cs, liderada por Inés Arrimadas ahora, ya pinta poco, han propiciado la unión entre estas fuerzas, públicas y privadas, para trabajar por y para Zamora.

Esta entente hubiera sido imposible con un político, como Martín Pozo, rigiendo los destinos la institución provincial y de la Casa de las Panaderas. Pero nos sonrió el destino y, por una vez en la vida, Ayuntamiento de la capital y Diputación, dirigidos por políticos de ideologías distintas, se han puesto de acuerdo en lo esencial: sacar a Zamora del coma inducido, reanimarla, enderezarla y curarla de todas sus dolencias económicas. Cada cual tendrá su proyecto de ciudad y de provincia, divergentes, seguro, pero, más allá de las ideologías, lo único que importa se llama Zamora, palabra que reúne, abraza y cobija a todos los que sentimos, amamos y luchamos por los zamoranos, los ancianos y los jóvenes, los hombres y las mujeres; los pobres y los que viven mejor, los que  despertamos  oliendo a Duero y los que trabajen en otras geografías, nacionales o extranjeras, incluso a los nonatos y a los que ya no se sentarán en nuestras mesas en Nochebuena o Navidad.

Solo hay una política buena: la que trabaja para los ciudadanos por encima de las siglas de unos partidos que confunden, engañan y manipulan la realidad. Y Zamora merece que sus políticos se pongan de acuerdo, se unan y trabajen, como posesos, por su gente.

Eugenio-Jesús de Ávila

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