Eugenio de Ávila
Domingo, 09 de Febrero de 2020
COSAS MÍAS

Política e Iglesia: gordos y delgados

[Img #34978]Ser de izquierdas y mostrar lorzas en la cintura impide cantar aquello de “famélica legión”. Como ser cura y que la sotana te quede prieta o destacar como rijoso. Votos de castidad y pobreza. En Venezuela se pasa hambre, pero Maduro ahora -y  antes Chávez- evidencia comerse lo suyo y lo de otros. Un subversivo tiene que ser delgadito, como Castro en Sierra Maestra. Después, cuando el revolucionario se transforma en conservador, se engorda. Sin querer. Mao también comía mucho pollo con almendras, cerdo agridulce, arroz tres delicias y rollitos de primavera. Franco engordó  después de ganar la Guerra Civil. Doña Carmen estaba delgadita, porque rezaba y comulgaba con deleite, y las hostias apenas tienen calorías;  pero al caudillo había que hacerle los trajes de generalísimo a la medida.Trump reventará de tanto tinte para el pelo e impeachment. 

El poder es lo que tiene: engorda  el cuerpo y más el patrimonio. Ahora bien, el pueblo adelgaza. Paradojas de las distintas ideologías. Si quieres ser de izquierdas y parecerlo, te aconsejo una dieta severa. No se puede hablar de justicia social, de que hay millones de niños que pasan hambre, de familias sin trabajo, con un palillo en la boca, una tripa hermosa y doble papada. Ni hablar del hambre, de pedir para los niños del tercer mundo, que se mueren de inanición, y bendecir a las almas pías con un estómago de estatua de Buda. Ahora bien, reconozco que hay delgaditos, como el tal Zapatero, peores que los obesos. Eso sí, he conocido gordos que son grandes  personas, pero no se dedican a eso de la res pública ni dan de comulgar ni bendicen urbi et orbi.

Comer mucho, la gula, debería ser el undécimo Mandamiento de la Ley de Dios, e impedir también ingresar  en una formación de izquierdas. Por supuesto, un hombre y una mujer religiosos también tienen que ser delgaditos, ayunar un día a la semana y evitar la tentación del sexo.  Me olvidaba: los periodistas gruesos o gruesas tampoco son de fiar. No dejan de ser políticos frustrados.

Eugenio-Jesús de Ávila

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