OPINIÓN
Cosas veredes
Óscar de Prada López
Decía don Manuel Alcántara, columnista, que el permanentemente feliz es un gilipollas. Hoy muchos en este proyecto de taifas camuflado de "España plurinacional" le han dado la vuelta a su aseveración, creyendo que siendo antes lo segundo pueden llegar a ser lo primero. Tal debe ser el pensamiento de los votantes socialistas, al constatar cómo no ponen objeciones al paso desordenado y errático de su coalición de izquierdas. Viendo el ridículo internacional y el descontento popular que suscita, una es la conclusión lógica y necesaria. Reír por no llorar.
A 34 días de la investidura, deberíamos revisar en las hemerotecas si ha habido un gobierno anterior con tanta prisa por marcar diferencias. Surgen como setas los escándalos y día a día se defienden como gato panza arriba, escurriendo el bulto cuanto pueden o eludiendo responsabilidades. Lástima que no tuvieran en su mocedad a un tío Ben que les recordara que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Esto no significa sólo que deban aferrarse al timón ante la tempestad o asumir prestamente sus culpas, sino también reparar lo que hayan roto o retirarse cuando no pueden dar más de sí.
Tiempo atrás leí que la política hace extraños compañeros de cama. Un caso flagrante fue aquel Pacto de No Agresión entre Hitler y Stalin previo a la Segunda Guerra Mundial, caricaturizado como una luna de miel entre enemigos irreconciliables del mismo tronco. Después del encuentro del pasado jueves entre “Cum Fraude” y “El Inhabilitado”, habemus exemplum práctico y en full HD. Vasallaje a la inversa, con reverencia de Iván Redondo incluida y hecha carne de meme per saecula seculorum. Aunque dudo que en la URSS o en la Alemania de entreguerras mencionaran la vaselina, por una u otra parte.
Escuchar a Simancas hablar de “higiene democrática” para impedir la entrada de Vox no tiene desperdicio; siempre que luego recicles convenientemente la expresión, no al político. Hace dos telediarios, como quien dice, abrían los titulares con la última proeza de los Otegi Boys y no es preciso remontarse al trienio 36-39 para hallar motivos dignos de figurar en la memoria histórica. Sólo con ETA ya habría para varios tomos de crónica negra. Ahora asistimos al blanqueamiento de terroristas, al olvido de sus víctimas y a la loa del comunismo desde las propias instituciones. La nueva tiranía no lleva uniformes ni pelotones pero sí pelos en la lengua.
Decía don Manuel Alcántara, columnista, que el permanentemente feliz es un gilipollas. Hoy muchos en este proyecto de taifas camuflado de "España plurinacional" le han dado la vuelta a su aseveración, creyendo que siendo antes lo segundo pueden llegar a ser lo primero. Tal debe ser el pensamiento de los votantes socialistas, al constatar cómo no ponen objeciones al paso desordenado y errático de su coalición de izquierdas. Viendo el ridículo internacional y el descontento popular que suscita, una es la conclusión lógica y necesaria. Reír por no llorar.
A 34 días de la investidura, deberíamos revisar en las hemerotecas si ha habido un gobierno anterior con tanta prisa por marcar diferencias. Surgen como setas los escándalos y día a día se defienden como gato panza arriba, escurriendo el bulto cuanto pueden o eludiendo responsabilidades. Lástima que no tuvieran en su mocedad a un tío Ben que les recordara que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Esto no significa sólo que deban aferrarse al timón ante la tempestad o asumir prestamente sus culpas, sino también reparar lo que hayan roto o retirarse cuando no pueden dar más de sí.
Tiempo atrás leí que la política hace extraños compañeros de cama. Un caso flagrante fue aquel Pacto de No Agresión entre Hitler y Stalin previo a la Segunda Guerra Mundial, caricaturizado como una luna de miel entre enemigos irreconciliables del mismo tronco. Después del encuentro del pasado jueves entre “Cum Fraude” y “El Inhabilitado”, habemus exemplum práctico y en full HD. Vasallaje a la inversa, con reverencia de Iván Redondo incluida y hecha carne de meme per saecula seculorum. Aunque dudo que en la URSS o en la Alemania de entreguerras mencionaran la vaselina, por una u otra parte.
Escuchar a Simancas hablar de “higiene democrática” para impedir la entrada de Vox no tiene desperdicio; siempre que luego recicles convenientemente la expresión, no al político. Hace dos telediarios, como quien dice, abrían los titulares con la última proeza de los Otegi Boys y no es preciso remontarse al trienio 36-39 para hallar motivos dignos de figurar en la memoria histórica. Sólo con ETA ya habría para varios tomos de crónica negra. Ahora asistimos al blanqueamiento de terroristas, al olvido de sus víctimas y a la loa del comunismo desde las propias instituciones. La nueva tiranía no lleva uniformes ni pelotones pero sí pelos en la lengua.