Eugenio de Ávila 1
Lunes, 10 de Febrero de 2020
REPÚBLICO

El odio político

[Img #35034]No se molesten los hinchas  -hooligans, para la cursi y anglófila prensa deportiva patria- de los partidos políticos con lo que voy a escribir hoy, porque conozco al personal y sé cómo se las gasta. Vengo a comentar que la gente de izquierdas odia a los políticos de derechas, sean cuales fuesen, desde Aznar a  Casado, pasando por Rajoy. No digo yo que José María y Mariano  se hicieran querer, pero Pablo todavía no ha dicho ni mu, pues bastante tiene con combatir a los enemigos domésticos e intentar desmontar las críticas del PSOE y demás hermanos de las izquierdas. Sin embargo, la gente de derechas no odia a los izquierdistas, sino que le dan miedo, temor y cierto complejo. Todo señor de derechas –también las damas- dan por hecho la superioridad moral de las izquierdas. Quizá Lenin, Stalin, Mao y Pol Pot , por citar cuatro casos de dictadores sanguinarios, fuesen políticos más éticos y enamorados de la libertad, pongamos por caso, que Churchill, Adenauer y Adolfo Suárez, por citar al hombre que hizo posible la Transición de la dictadura a la democracia en nuestra nación. Permítaseme la ironía.

A un servidor, cuando era de izquierdas y celebraba incluso asesinatos de la banda terrorista ETA  -me avergüenzo de haber sido tan canalla- durante los últimos años del franquismo, le caían muy mal los políticos de la entonces Alianza Popular e incluso los de la UCD. Como los izquierdistas de ahora, los definía como fascistas. Yo entonces desconocía lo que fue el fascismo, tal y como les sucede hoy a socialistas, comunistas burgueses, con propiedades, y demás formaciones de la siniestra. Ignoran que Mussolini fue militante del P.S.I. partido que abandonó por, a su juicio, aburguesarse.

Con el tiempo, aprendí que las personas no son peores por militar y votar a un partido conservador; ni gente maravillosa por elegir opciones de PSOE, Izquierda Unida y Unidas Podemos. Hay malandrines en formaciones de derechas y de izquierdas. Empírico.

Cuando era un joven izquierdista, consideraba que nosotros, los que pensábamos que la U.R.S.S., China y Cuba deberían ser ejemplos para la nueva España sin Franco, un dictador que murió en la cama, constituíamos una referencia moral y ética, mientras que nuestros políticos, los Carrillo –responsable de miles de asesinatos, entre ellos cientos de jóvenes menores de 18 años-, Felipe González, Tierno Galván y los batasunos configuraban la excelencia de la política, la honradez en la administración de la res pública, la perfección intelectual y humana.

En el ecuador de la década de los 80, advertí que las izquierdas gobernaban como si fueran derechas, que la corrupción se extendía por ministerios, administraciones, Guardia Civil, Cruz Roja, BOE; que el PSOE creó Filesa, Malesa y Time Export para su financiación; que los hermanos del secretario general del partido que fundó Pablo Iglesia, 40 años desaparecido, salvo alguna excepción, tenían despacho en Sevilla, donde hacían más negocios para el socialismo patrio…Los sindicatos, cuando Marcelino Camacho y Nicolás Redondo, dos personas ejemplares, los dirigían, plantearon tres huelgas generales al gobierno de Felipe, porque estaba ejecutando las políticas que el gran capital europeo y americano deseaban para España.

Esa izquierda no era la que yo había soñado en mis años universitarios. El franquismo se fue, porque quiso, por muerte natural, pero los ideales de justicia, libertad, igualdad se los “cargó” esa izquierda que gobernó para los poderosos, y concedió limosnas a los humildes.

Los hechos que hemos ido conociendo durante la democracia, con corrupción en todos los partidos, con esos EREs vergonzosos, en la Andalucía del PSOE; con casos protagonizados por el PP en la Diputación de Zamora, 1 de agosto de 1987, y el que acabó con la carrera política de su hombre más honrado, J.Antolín Martín, más los que acontecieron en Valencia y Madrid, y el pujolismo en Cataluña, demostraron que las palabras de los políticos, los de derechas y los de izquierdas, cuando alcanzan el poder, forman parte de una forma de gobernar, que se alimenta de la mentira, el embuste, la verdad a medias.

El ciudadano no cree ya  en los políticos, que aparecen como uno de los problemas más graves para nuestra democracia, a la par que el desempleo. Después, los crédulos votan. Ignoran que rubrican un engaño manifiesto. No eligen, sino que firman las listas que confeccionan los gerifaltes que mandan y ordenan en los partidos. Diputados y senadores no representan, verbigracia, a los zamoranos, sino a sus formaciones políticas. Sirven, pues, a los intereses de Pedro Sánchez, Pablo Casado, Abascal o al jerarca correspondiente.

La democracia, que ya cumplió 42 años, sigue siendo inmadura. Esa libertad formal, vivida durante más de cuatro décadas, nos descubrió que las izquierdas aniquilaron aquella pretendida superioridad moral sobre la derecha.

España hallase en quiebra ética, que siempre antecede a la económica. Cada cual va a lo suyo. Nadie se pone en el puesto del que sufre, del parado, del explotado. La prensa nacional, salvo contadas excepciones, obedece a las instituciones públicas y a los partidos políticos: periódicos y emisoras del PSOE y del PP, con cierta cancha a Unidas Podemos. No existe periodismo libre. No interesa. Además, se ahogaría sin la publicidad pública. Así acontece en nuestra ciudad y provincia. Medios al servicio del que manda, y si el que reparte no da, se le critica hasta que la ubre dé leche.

A una sociedad amoral, corresponde políticos sin valores superiores. Es lo que hay. ¡Sálvese quien pueda!

Eugenio-Jesús de Ávila

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  • José Isidro Nates

    José Isidro Nates | Martes, 11 de Febrero de 2020 a las 12:41:12 horas

    Cuando cae el Muro de Berlín y se descubre la tiranía, la miseria y las atrocidades del socialismo los pensadores socialistas, ante el posible final del momio, reinventan la socialdemocracia que acepta la propiedad privada, la libertad individual y de empresa con la economía de mercado. Pero la mayor parte siempre mantuvieron todos los resabios del socialismo de siempre, del socialismo que es una peste para los pueblos. Socialismo del puño en alto y la internacional. Cimientan su ideario en el adoctrinamiento, odio o lucha de clases y en una superioridad moral que es otra de las mentiras parte de su revolución. La socialdemocracia colaboró en el bienestar y la libertad del mundo libre, de occidente. El socialismo, la peste socialista, acaba con la libertad Y el bienestar. Dicen que el socialismo se acaba cuando se acaba la riqueza que han creado los liberales, los creadores, los empresarios, y es así. Hoy nos gobierna el socialismo real, la peste.

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