ME QUEDA LA PALABRA
La España de la mentira, del esperpento y del cachondeo político
Esos españoles, renegados, que odian serlo, jugaron con Felipe González, cuando su carisma se fue debilitando; con Aznar y con todo aquel presidente del Gobierno que necesitase de sus votos para administrar el Estado. Ahora bien, nunca como con Pedro Sánchez resulta tan burdo, rastrero, vil esa maniobra de extorsión, de coacción, de los racistas catalanes, de los vascos y demás politicastros de la secesión.
El sanchismo me parece la última excrecencia de un partido con demasiada historia y escasa memoria, con amenazas personales al presidente del Congreso de los Diputados, allá por el 2010, realizada por Pablo Iglesias; golpes de Estado en 1917 y 1934; colaboración íntima con la dictadura, propiciada por los empresarios catalanes de la época, de Primo de Rivera; cainismo como la relación entre sus dirigentes, léase Largo Caballero e Indalecio Prieto, antes, durante y después de la Guerra Civil, entre el grueso político asturiano y vasco, con el canario Negrín, a cuenta del tesoro del yate “Vita”; también durante el exilio, Suresnes y democracia, con la íntima enemistad entre Felipe y Guerra, Felipe y Borrel, y, después, entre Sánchez y la vieja guardia o los restos del felipismo. Tiene mérito nuestro presidente de Gobierno para haber sobrevivido en un partido tan poco fraternal como el parido por Pablo Iglesias, el de la barba blanca, no el de la coleta; aquel supo lo que era trabajar, linotipista; este solo ha sabido rellenar el ocio, algo propio de un burguesito.
Y me fastidia que a mi presidente de Gobierno, porque es mío, aunque no le votase, porque no creo ni en él ni en nadie que viva profesionalmente de la res pública, lo ridiculice gente tan ruin, grotesca y racista como Torra; como los filofascistas de ERC, los marxistas estalinistas de Bildu, los ultracatólicos y reaccionarios del PNV. Ahora bien, en el pecado se halla la penitencia. Si el PSOE y el PP, cuando gobernaban en mayoría absoluta, hubieran sido españoles antes que socialistas o populares, habrían cambiado la actual Ley Electoral, causa de que estos partidos antiespañoles vengan puteando a nuestros presidentes cuando gobiernan sin mayoría absoluta. Pero como a unos y a otros no les importamos los españoles, el pueblo auténtico, agricultores, trabajadores, comerciantes, autónomos e intelectuales, pobres y humildes, jóvenes, maduros y ancianos, permitieron que el mal siguiese agrediendo, destruyendo, liquidando nuestra democracia, que asumo que sea frágil, desigual e injusta. Es lo que tenemos.
Más allá que ser de izquierdas o de los otros que no lo son, la tarea fundamental del ciudadano consiste en profundizar en el sistema, perfeccionarlo, quitarle la roña de la corrupción, la basura del nepotismo; dotarle de igualdad absoluta entre hombres y mujeres, entre comunidades, entre ricos y pobres, entre inteligentes y cortos; alcanzar la definitiva división entre los tres poderes del Estado; conseguir unas televisiones públicas libérrimas, sin la tutela del partido que gobierne, dirigidas por profesionales del medio.
Me causan náuseas contemplar a Pedro Sánchez, él tan estirado, con esas cuatro canas en su cabello que parecen darle seriedad, madurez, majestad; arrodillarse ante Torra, humillarse ante el golpista Junqueras y regalar pensiones y lo que le pidan a los nietos de Sabino Arana, el inventor de la “ikurriña”, en origen la bandera del PNV, o sacar la Benemérita de Navarra, como cuota a pagar a los hermanos, hijos y propios etarras, como el mismísimo Otegui. Como repugnó Aznar con aquello de que hablaba catalán en la intimidad o denominar a la ETA como Movimiento Vasco de Liberación; o el menda de Zapatero, el de los negocios con la dictadura chavista, que ha expulsado de Venezuela a cinco millones de personas, que prometió aprobar en Madrid lo que se decidiese en Cataluña.
No conozco nación europea, pongamos los casos de Alemania y Francia, donde existan partidos que busquen la independencia de la nación. Solo en la pobre España, la patria del Quijote y Sancho, se permite que el enemigo duerma en tu lecho, como en tu mesa las más sabrosas viandas y, además, le concedas el derecho de pernada sobre mujeres e hijas.
En la nación de la mentira, del esperpento y del cachondeo político; en la patria de la genuflexión popular y la televisión del fútbol y heteras y macarras, ya nada me resulta sorprendente.
Esos españoles, renegados, que odian serlo, jugaron con Felipe González, cuando su carisma se fue debilitando; con Aznar y con todo aquel presidente del Gobierno que necesitase de sus votos para administrar el Estado. Ahora bien, nunca como con Pedro Sánchez resulta tan burdo, rastrero, vil esa maniobra de extorsión, de coacción, de los racistas catalanes, de los vascos y demás politicastros de la secesión.
El sanchismo me parece la última excrecencia de un partido con demasiada historia y escasa memoria, con amenazas personales al presidente del Congreso de los Diputados, allá por el 2010, realizada por Pablo Iglesias; golpes de Estado en 1917 y 1934; colaboración íntima con la dictadura, propiciada por los empresarios catalanes de la época, de Primo de Rivera; cainismo como la relación entre sus dirigentes, léase Largo Caballero e Indalecio Prieto, antes, durante y después de la Guerra Civil, entre el grueso político asturiano y vasco, con el canario Negrín, a cuenta del tesoro del yate “Vita”; también durante el exilio, Suresnes y democracia, con la íntima enemistad entre Felipe y Guerra, Felipe y Borrel, y, después, entre Sánchez y la vieja guardia o los restos del felipismo. Tiene mérito nuestro presidente de Gobierno para haber sobrevivido en un partido tan poco fraternal como el parido por Pablo Iglesias, el de la barba blanca, no el de la coleta; aquel supo lo que era trabajar, linotipista; este solo ha sabido rellenar el ocio, algo propio de un burguesito.
Y me fastidia que a mi presidente de Gobierno, porque es mío, aunque no le votase, porque no creo ni en él ni en nadie que viva profesionalmente de la res pública, lo ridiculice gente tan ruin, grotesca y racista como Torra; como los filofascistas de ERC, los marxistas estalinistas de Bildu, los ultracatólicos y reaccionarios del PNV. Ahora bien, en el pecado se halla la penitencia. Si el PSOE y el PP, cuando gobernaban en mayoría absoluta, hubieran sido españoles antes que socialistas o populares, habrían cambiado la actual Ley Electoral, causa de que estos partidos antiespañoles vengan puteando a nuestros presidentes cuando gobiernan sin mayoría absoluta. Pero como a unos y a otros no les importamos los españoles, el pueblo auténtico, agricultores, trabajadores, comerciantes, autónomos e intelectuales, pobres y humildes, jóvenes, maduros y ancianos, permitieron que el mal siguiese agrediendo, destruyendo, liquidando nuestra democracia, que asumo que sea frágil, desigual e injusta. Es lo que tenemos.
Más allá que ser de izquierdas o de los otros que no lo son, la tarea fundamental del ciudadano consiste en profundizar en el sistema, perfeccionarlo, quitarle la roña de la corrupción, la basura del nepotismo; dotarle de igualdad absoluta entre hombres y mujeres, entre comunidades, entre ricos y pobres, entre inteligentes y cortos; alcanzar la definitiva división entre los tres poderes del Estado; conseguir unas televisiones públicas libérrimas, sin la tutela del partido que gobierne, dirigidas por profesionales del medio.
Me causan náuseas contemplar a Pedro Sánchez, él tan estirado, con esas cuatro canas en su cabello que parecen darle seriedad, madurez, majestad; arrodillarse ante Torra, humillarse ante el golpista Junqueras y regalar pensiones y lo que le pidan a los nietos de Sabino Arana, el inventor de la “ikurriña”, en origen la bandera del PNV, o sacar la Benemérita de Navarra, como cuota a pagar a los hermanos, hijos y propios etarras, como el mismísimo Otegui. Como repugnó Aznar con aquello de que hablaba catalán en la intimidad o denominar a la ETA como Movimiento Vasco de Liberación; o el menda de Zapatero, el de los negocios con la dictadura chavista, que ha expulsado de Venezuela a cinco millones de personas, que prometió aprobar en Madrid lo que se decidiese en Cataluña.
No conozco nación europea, pongamos los casos de Alemania y Francia, donde existan partidos que busquen la independencia de la nación. Solo en la pobre España, la patria del Quijote y Sancho, se permite que el enemigo duerma en tu lecho, como en tu mesa las más sabrosas viandas y, además, le concedas el derecho de pernada sobre mujeres e hijas.
En la nación de la mentira, del esperpento y del cachondeo político; en la patria de la genuflexión popular y la televisión del fútbol y heteras y macarras, ya nada me resulta sorprendente.
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