LA 5ª ENMIENDA
El pasado nos persigue, pero el futuro es nuestro
Ruth Ruiz
¡Paren las rotativas: Irene Montero fue cajera de una tienda hace diez años y no lo lleva escrito en la frente! Un digital ultraconservador, dado al sensacionalismo, publicaba el doble delito de la ministra: haber sido dependienta y “ocultarlo” en su reseña del Portal de Transparencia. Dicha noticia planteaba, como un ejercicio de cinismo, esta omisión, demostrando un desconocimiento absoluto del periplo de muchos jóvenes, y no tanto, acostumbrados a tener tantas versiones de su currículum como ofertas de trabajo a las que optan. Puede que no sea exactamente el caso de Irene Montero, pero, ¿dónde está el escándalo? No es algo nuevo: sobre la ministra pesa la permanente presunción de que no está a la altura, incluso desde mucho antes de su nombramiento. Y todo ese runrún lleva siempre al mismo sitio: pareciera que si ha llegado a donde ha llegado ha sido por su relación con Pablo Iglesias. ¿Ocurre lo mismo con los “cargos” públicos masculinos? Comentados son otros casos similares, recuerdo varios: Tania Sánchez, Rita Maestre o, antes, Narbona. Incluso cuando no existe esa asociación con hombre alguno, la unidad de medida de la ejemplaridad hacia nosotras es siempre más severa. Cerca tenemos a Rosa Valdeón, alejada de la vida pública tras ser analizada como no se hace con un hombre. Montero es un giro de tuerca: junto al machismo, hay un profundo clasismo, porque, con ella, desprecian desde su atalaya a los “indignos”. Nosotras, mientras, sabemos de dónde venimos y a dónde os queremos llevar.
¡Paren las rotativas: Irene Montero fue cajera de una tienda hace diez años y no lo lleva escrito en la frente! Un digital ultraconservador, dado al sensacionalismo, publicaba el doble delito de la ministra: haber sido dependienta y “ocultarlo” en su reseña del Portal de Transparencia. Dicha noticia planteaba, como un ejercicio de cinismo, esta omisión, demostrando un desconocimiento absoluto del periplo de muchos jóvenes, y no tanto, acostumbrados a tener tantas versiones de su currículum como ofertas de trabajo a las que optan. Puede que no sea exactamente el caso de Irene Montero, pero, ¿dónde está el escándalo? No es algo nuevo: sobre la ministra pesa la permanente presunción de que no está a la altura, incluso desde mucho antes de su nombramiento. Y todo ese runrún lleva siempre al mismo sitio: pareciera que si ha llegado a donde ha llegado ha sido por su relación con Pablo Iglesias. ¿Ocurre lo mismo con los “cargos” públicos masculinos? Comentados son otros casos similares, recuerdo varios: Tania Sánchez, Rita Maestre o, antes, Narbona. Incluso cuando no existe esa asociación con hombre alguno, la unidad de medida de la ejemplaridad hacia nosotras es siempre más severa. Cerca tenemos a Rosa Valdeón, alejada de la vida pública tras ser analizada como no se hace con un hombre. Montero es un giro de tuerca: junto al machismo, hay un profundo clasismo, porque, con ella, desprecian desde su atalaya a los “indignos”. Nosotras, mientras, sabemos de dónde venimos y a dónde os queremos llevar.
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