OPINIÓN NACIONAL
La eutanasia, un paso más para los derechos sociales
El derecho a la vida es inalienable y el Estado lo ha de garantizar.
![[Img #35517]](http://eldiadezamora.es/upload/images/02_2020/9130_tanatos.jpg)
Etimológicamente, la palabra Eutanasia viene del griego “euthanasía” y significa ‘muerte digna’. Una muerte digna que no está reñida con el deseo de vivir y el derecho que todos tenemos a la vida y a calidad de la misma. Son las instituciones quienes tienen que garantizar ese derecho a vivir. Han de evitar, en lo posible, nuestra muerte, por ejemplo, cuando los servicios de emergencia nos salvan tras un accidente o grave crisis de salud, pero también, en lo cotidiano, no recortando recursos en Sanidad y manteniendo los Ambulatorios y médicos rurales, tan necesarios.
El derecho a la vida es inalienable y el Estado lo ha de garantizar, pero también ha de procurar la dignidad de una muerte serena e indolora a quien, en plena consciencia así lo desee y manifieste, y poner los medios necesarios, con todas las garantías, para no alargar en estas personas su situación de degradación humana y sufrimiento sin ya opción alguna de curación. Algo problemático de hacer si no se despenaliza, por ley, la imprescindible ayuda para llevarse a término.
Hasta ahora, en los casos más relevantes que han saltado a la opinión pública, Ramón Sampedro o María José Carrasco, y otros menos conocidos, el deseo de estas personas de acabar con su vida, por dignidad, ha chocado con la justicia penal y los familiares que cuidaron con todo el mimo y cariño durante décadas a estos enfermos, han acabado tras su actuación humanitaria, acusados del delito de suicidio asistido. Llegaron hasta el final, conocedores de las consecuencias, en una última muestra de amor hacía el ser querido. Semejante entrega es prueba suficiente de la necesidad de la Ley.
La pasada semana, el Congreso dio por fin luz verde a la Proposición de Ley de Eutanasia que, aprobada por amplia mayoría, ahora sí, tiene visos de pasar a formar parte, en unos meses, de la normalidad social.
Pablo Casado, que lo calificaba tiempo atrás de ser un problema inexistente, planteaba en el Congreso una ley alternativa de Paliativos (¡Extraño, para un problema que no existe!). El presidente del PP, o no sabe o no se entera. En primer lugar los cuidados paliativos ya existen en nuestros hospitales, aunque el Partido Popular, como han demostrado, no son muy partidarios. Baste recordar que en la Comunidad de Madrid denunciaron y degradaron a varios médicos por aplicarlos.
En segundo lugar, Sr. Casado, los Paliativos son unos cuidados que se aplican a enfermos terminales irrecuperables, normalmente de edad avanzada, a los que sólo una alta sedación les puede evitar el intenso y continuo dolor que su enfermedad les provoca. La sedación se va aumentando, por criterio médico, para que un paciente que va a morir irremediablemente en breve, lo haga sin sufrimiento y de forma indolora.
Nada que ver con la Eutanasia, Sr. Casado, en que se trata de aplicar a pacientes que, por su sufrimiento, una escasa o nula calidad de vida, con o sin dolores según la enfermedad, y no necesariamente tratándose de personas muy mayores, han elegido voluntaria y conscientemente acabar con su vida de una forma digna.
Mención aparte y condena sin “paliativos”, merecen las perversas y denigrantes afirmaciones de los portavoces de PP y VOX, en el debate al respecto, desde la tribuna de oradores sin que aún hayan pedido perdón.
El diputado Echániz, médico de profesión y antiguo consejero de Sanidad en Madrid, todavía territorio de máximos recortes sanitarios y privatizaciones interesadas, calificó la Ley, sin escrúpulos, de un invento de la izquierda para abaratar costes médicos, cuando sabe que los escasos casos de Eutanasia no son, precisamente, lo más oneroso para la Sanidad, al cuidado, mayoritariamente, de la familia, incluso económicamente.
Vomitivo, igualmente, y abominable, la intervención de Lourdes Méndez (VOX), afirmando que “La Ley de Eutanasia convierte al Estado en una máquina de matar y a los médicos en verdugos”.
Esta derecha retrógrada, cuando se trata de derechos y avances sociales, siempre van “a pié cambiado”. Son verdaderos “conservadores” que no quieren que cambie nada... a mejor. Ya estuvieron en contra de las leyes del divorcio, aborto, matrimonio homosexual... hasta votaron NO a la Constitución que ahora santifican. No entienden que los derechos son para ejercerse en libertad, pero nunca de forma obligatoria. Nadie del PP o VOX podrá decir que se le ha obligado a divorciarse, a abortar o a casarse con alguien de su mismo sexo si no ha querido. De la misma manera, han de estar tranquilos, no se les va a “eutanasiar” a la fuerza, ni a ellos, ni a nadie.
Quienes se oponen a la regulación de la muerte asistida, deberían escuchar y reflexionar sobre las palabras de Larraizt Chamorro, que a sus 40 años y enferma de ELA, manifiesta: “Estoy muerta en vida. El único sueño que tengo es morir” ¿Quién es cualquiera de nosotros para alargar obligatoriamente su sufrimiento extremo?
Así que, diputados de la derecha, hablen con un poco más de respeto de la Vida y de la Muerte, sobre todo porque se trata de... ¡Nuestra Vida y Nuestra Muerte!
Etimológicamente, la palabra Eutanasia viene del griego “euthanasía” y significa ‘muerte digna’. Una muerte digna que no está reñida con el deseo de vivir y el derecho que todos tenemos a la vida y a calidad de la misma. Son las instituciones quienes tienen que garantizar ese derecho a vivir. Han de evitar, en lo posible, nuestra muerte, por ejemplo, cuando los servicios de emergencia nos salvan tras un accidente o grave crisis de salud, pero también, en lo cotidiano, no recortando recursos en Sanidad y manteniendo los Ambulatorios y médicos rurales, tan necesarios.
El derecho a la vida es inalienable y el Estado lo ha de garantizar, pero también ha de procurar la dignidad de una muerte serena e indolora a quien, en plena consciencia así lo desee y manifieste, y poner los medios necesarios, con todas las garantías, para no alargar en estas personas su situación de degradación humana y sufrimiento sin ya opción alguna de curación. Algo problemático de hacer si no se despenaliza, por ley, la imprescindible ayuda para llevarse a término.
Hasta ahora, en los casos más relevantes que han saltado a la opinión pública, Ramón Sampedro o María José Carrasco, y otros menos conocidos, el deseo de estas personas de acabar con su vida, por dignidad, ha chocado con la justicia penal y los familiares que cuidaron con todo el mimo y cariño durante décadas a estos enfermos, han acabado tras su actuación humanitaria, acusados del delito de suicidio asistido. Llegaron hasta el final, conocedores de las consecuencias, en una última muestra de amor hacía el ser querido. Semejante entrega es prueba suficiente de la necesidad de la Ley.
La pasada semana, el Congreso dio por fin luz verde a la Proposición de Ley de Eutanasia que, aprobada por amplia mayoría, ahora sí, tiene visos de pasar a formar parte, en unos meses, de la normalidad social.
Pablo Casado, que lo calificaba tiempo atrás de ser un problema inexistente, planteaba en el Congreso una ley alternativa de Paliativos (¡Extraño, para un problema que no existe!). El presidente del PP, o no sabe o no se entera. En primer lugar los cuidados paliativos ya existen en nuestros hospitales, aunque el Partido Popular, como han demostrado, no son muy partidarios. Baste recordar que en la Comunidad de Madrid denunciaron y degradaron a varios médicos por aplicarlos.
En segundo lugar, Sr. Casado, los Paliativos son unos cuidados que se aplican a enfermos terminales irrecuperables, normalmente de edad avanzada, a los que sólo una alta sedación les puede evitar el intenso y continuo dolor que su enfermedad les provoca. La sedación se va aumentando, por criterio médico, para que un paciente que va a morir irremediablemente en breve, lo haga sin sufrimiento y de forma indolora.
Nada que ver con la Eutanasia, Sr. Casado, en que se trata de aplicar a pacientes que, por su sufrimiento, una escasa o nula calidad de vida, con o sin dolores según la enfermedad, y no necesariamente tratándose de personas muy mayores, han elegido voluntaria y conscientemente acabar con su vida de una forma digna.
Mención aparte y condena sin “paliativos”, merecen las perversas y denigrantes afirmaciones de los portavoces de PP y VOX, en el debate al respecto, desde la tribuna de oradores sin que aún hayan pedido perdón.
El diputado Echániz, médico de profesión y antiguo consejero de Sanidad en Madrid, todavía territorio de máximos recortes sanitarios y privatizaciones interesadas, calificó la Ley, sin escrúpulos, de un invento de la izquierda para abaratar costes médicos, cuando sabe que los escasos casos de Eutanasia no son, precisamente, lo más oneroso para la Sanidad, al cuidado, mayoritariamente, de la familia, incluso económicamente.
Vomitivo, igualmente, y abominable, la intervención de Lourdes Méndez (VOX), afirmando que “La Ley de Eutanasia convierte al Estado en una máquina de matar y a los médicos en verdugos”.
Esta derecha retrógrada, cuando se trata de derechos y avances sociales, siempre van “a pié cambiado”. Son verdaderos “conservadores” que no quieren que cambie nada... a mejor. Ya estuvieron en contra de las leyes del divorcio, aborto, matrimonio homosexual... hasta votaron NO a la Constitución que ahora santifican. No entienden que los derechos son para ejercerse en libertad, pero nunca de forma obligatoria. Nadie del PP o VOX podrá decir que se le ha obligado a divorciarse, a abortar o a casarse con alguien de su mismo sexo si no ha querido. De la misma manera, han de estar tranquilos, no se les va a “eutanasiar” a la fuerza, ni a ellos, ni a nadie.
Quienes se oponen a la regulación de la muerte asistida, deberían escuchar y reflexionar sobre las palabras de Larraizt Chamorro, que a sus 40 años y enferma de ELA, manifiesta: “Estoy muerta en vida. El único sueño que tengo es morir” ¿Quién es cualquiera de nosotros para alargar obligatoriamente su sufrimiento extremo?
Así que, diputados de la derecha, hablen con un poco más de respeto de la Vida y de la Muerte, sobre todo porque se trata de... ¡Nuestra Vida y Nuestra Muerte!
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