COSAS MÍAS
Mujer: existo porque te amo

Hoy es tu día, Mujer. Perdona, pero también es el mío, el del Hombre. Yo y todos los de mi sexo, también los maltratadores y los asesinos de féminas, somos y estamos porque nos cobijó, durante meses, una mujer, nuestra madre. Hoy, como afirmo, es mí día. Sé que los machos de la especie humana os maltrataron desde el Edén. Vuestra madre, Eva, “pecó” porque quiso saber más y más. Una mujer, la primera, deseaba conocer, aprender, amar. El primer hombre, Adán, tumbado, en el profundo descanso de la apatía, pasaba de todo. Le daba igual saber que ignorar, porque lo único importante para él consistía en disfrutar del placer. Despreciaba pensar, porque conjugar ese verbo da paso a otro horrible: sufrir. Eva desafió al Dios macho, al Dios absolutista, al Dios genocida, el de los judíos, musulmanes y cristianos. Aquel golpe de Estado en el gobierno de la eternidad cambió nuestra historia.
Sin ti, mujer, no existiría el género humano. Con dolor, das vida. Como el poeta, que sufre buscando la metáfora, la rima, tú creaste la belleza de vivir. Sin ti, mujer, yo no escribiría ni una sola palabra, porque tú me inspiras cada oración, porque en cada vocal y en cada consonante hay un beso que anhela romper en tus labios y beber tu saliva y humedecer lo que me queda de alma. Sin ti, mujer, viviría por inercia, en el tedio de la estupidez, en el aburrimiento del lerdo, en el hastío del mediocre. Sin ti, mujer, nunca habría amado, alcanzado el éxtasis, el nirvana del placer, al que solo se accede cuando seso y sexo se armonizan y versifican. Sin ti, mujer, sin tu talento femenino, sin tu clase y elegancia, el hombre se alojaría en las cavernas, limitaría sus conversaciones a temas banales, jamás pensaría en el misterio de la vida. Porque todo hombre inteligente piensa, labora, sueña porque existe una mujer, porque ama a una mujer, porque una mujer fue su madre, su esposa e hijas. Yo te amo, mujer, como a una diosa, siendo ateo. Todos los días ocupas mi mente, obligas a mi cerebro a transformar mis sentimientos en palabras, me ayudas a digerir la vida, a soportar a los que nos odian por ser hombres, a imaginar una sociedad en la que vosotras y nosotros seamos iguales en derechos y deberes.
Yo, mujer, nací para amar. Sin ti, vivir habría sido un calvario. Existo porque amo a una mujer.
Eugenio-Jesús de Ávila
Hoy es tu día, Mujer. Perdona, pero también es el mío, el del Hombre. Yo y todos los de mi sexo, también los maltratadores y los asesinos de féminas, somos y estamos porque nos cobijó, durante meses, una mujer, nuestra madre. Hoy, como afirmo, es mí día. Sé que los machos de la especie humana os maltrataron desde el Edén. Vuestra madre, Eva, “pecó” porque quiso saber más y más. Una mujer, la primera, deseaba conocer, aprender, amar. El primer hombre, Adán, tumbado, en el profundo descanso de la apatía, pasaba de todo. Le daba igual saber que ignorar, porque lo único importante para él consistía en disfrutar del placer. Despreciaba pensar, porque conjugar ese verbo da paso a otro horrible: sufrir. Eva desafió al Dios macho, al Dios absolutista, al Dios genocida, el de los judíos, musulmanes y cristianos. Aquel golpe de Estado en el gobierno de la eternidad cambió nuestra historia.
Sin ti, mujer, no existiría el género humano. Con dolor, das vida. Como el poeta, que sufre buscando la metáfora, la rima, tú creaste la belleza de vivir. Sin ti, mujer, yo no escribiría ni una sola palabra, porque tú me inspiras cada oración, porque en cada vocal y en cada consonante hay un beso que anhela romper en tus labios y beber tu saliva y humedecer lo que me queda de alma. Sin ti, mujer, viviría por inercia, en el tedio de la estupidez, en el aburrimiento del lerdo, en el hastío del mediocre. Sin ti, mujer, nunca habría amado, alcanzado el éxtasis, el nirvana del placer, al que solo se accede cuando seso y sexo se armonizan y versifican. Sin ti, mujer, sin tu talento femenino, sin tu clase y elegancia, el hombre se alojaría en las cavernas, limitaría sus conversaciones a temas banales, jamás pensaría en el misterio de la vida. Porque todo hombre inteligente piensa, labora, sueña porque existe una mujer, porque ama a una mujer, porque una mujer fue su madre, su esposa e hijas. Yo te amo, mujer, como a una diosa, siendo ateo. Todos los días ocupas mi mente, obligas a mi cerebro a transformar mis sentimientos en palabras, me ayudas a digerir la vida, a soportar a los que nos odian por ser hombres, a imaginar una sociedad en la que vosotras y nosotros seamos iguales en derechos y deberes.
Yo, mujer, nací para amar. Sin ti, vivir habría sido un calvario. Existo porque amo a una mujer.
Eugenio-Jesús de Ávila
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