Miércoles, 22 de Octubre de 2025

Mª Soledad Martín Turiño 1
Lunes, 30 de Marzo de 2020
ZAMORANA

Entre todos

[Img #36952]Pronto el tórrido estío barrerá los gérmenes minúsculos que se permiten entrar en domicilios y personas para atacarles desde dentro, en la mas absoluta impunidad, y campan a sus anchas por todas las superficies de los objetos, se introducen en el cuerpo de la gente, colonizan sus pulmones, les infieren un dolor lacerante, les quiebran la salud, perjudican su respiración y luego, cuando han hecho el suficiente daño, van en busca de otra presa a la que invadir puesto que su sistema de guerra es así de contundente y sencillo al mismo tiempo.

 

            Nosotros, seres superiores, asistimos impotentes ante una batalla desconocida, nosotros que nos preparamos durante décadas, con las mas sofisticadas armas de guerra, que fuimos al espacio, que creímos tener todo bajo control porque el adiestramiento había sido arduo, con años de instrucción, cantidades ingentes de medios y hombres, pruebas sofisticadas por tierra, mar y aire... estábamos seguros de ser casi invencibles; sin embargo dicen que no hay enemigo pequeño y esa lección es, tal vez, la que hemos aprendido ahora.

 

            Durante décadas la vida ha sido simple para nosotros, hablo de este primer mundo, no por supuesto de los lugares olvidados debido a su pobreza, a ser presos de gobiernos corruptos, o a su olvido institucional por las grandes potencias: África, países latinoamericanos, muchos otros de Asia que son sistemáticamente olvidados, donde libran guerras desde hace años que no son noticia, donde siguen muriendo de hambre o de enfermedades para nosotros banales, o esos campos de refugiados dispuestos en diferentes lugares de Europa y repletos de personas que escapan del conflicto en sus respectivos países y a quienes ningún gobierno se atreve a aceptar en su tierra.

 

            Hoy, en este estado de guerra bacteriológica que vivimos, aún sigue habiendo diferencias, todavía estamos en ese primer mundo, que nos protege, no nos desahucia ni nos abandona a nuestra suerte. Hay un ejército de profesionales que están volcados en llegar hasta el final, luchan por nuestra salud, nos acompañan, nos medican, nos ayudan cuando los pulmones se resisten a hacer su trabajo, nos conminan a recluirnos para evitar la propagación del virus... son incontables las medidas que se han tomado, pero no dejo de preguntarme cómo lo pasarán en esos campos, sin la protección mínima de las inclemencias del tiempo, sin comida, ni las condiciones básicas de salubridad. ¿A quien le importa la gente que ha muerto allí por el coronavirus? ¿Hay estadísticas diarias de los infectados, los fallecidos y los curados como las que se nos ofrecen a nosotros a diario?

 

            Esta contienda la ganaremos juntos, nos dicen, pagaremos un enorme precio en vidas humanas, dolor y sufrimiento; la economía nos dejará devastados pero soy muy consciente de que nos levantaremos y a una volveremos a hacer grande a esta sociedad; habrá que trabajar mas que antes, con mayor empeño, sin descanso, tendremos que poner en práctica y no olvidar la solidaridad que personas desconocidas han demostrado, valorar lo que hicieron por nosotros quienes trabajaron hasta la extenuación para cuidarnos cuando lo necesitamos. Hemos de tener memoria, que no nos falle cuando todo esto pase; que no nos relajemos cuando la situación cotidiana nos resulte adversa y entonces despotriquemos por cualquier banalidad.

 

            Esta es una experiencia que debe cambiar nuestra forma de vida, hemos de valorar la solidaridad, las personas que voluntariamente se han puesto a trabajar sin descanso y a cambio de nada, solo de ayudar, de montar camas, de fabricar equipos de protección agudizando el ingenio, de ingresarse voluntariamente en residencias de ancianos para que no estén solos, de eludir la vida propia y vivir para los demás en esta epidemia, dejando casa, familia e incluso el mínimo descanso; porque es el momento de ayudar, de colaborar en lo que se pueda, de estar con los más vulnerables hasta que llegue el momento de alzar la vida en alto con los brazos de todos unidos. Ya lo dicen aquellas estrofas que hoy reproduzco sin otro animo que no sea su propio significado, mas allá de consignas políticas que no vienen al caso: 

 

Ni en dioses, reyes ni tribunos,

está el supremo salvador.

Nosotros mismos realicemos

el esfuerzo redentor.

 

Mª Soledad Martín Turiño

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  • Anónima

    Anónima | Lunes, 30 de Marzo de 2020 a las 18:09:26 horas

    Excelentes palabras para expresar una situación en la que estamos encontrando tanto desconsuelo como fuerza y esperanza para mirar a un futuro más ansiado que nunca. No hay enemigo pequeño.

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