Eugenio de Ávila
Jueves, 02 de Abril de 2020
COSAS MÍAS

Semana Santa y la guerra del coronavirus: ucronía de una Pasión

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Esta tarde, a la postura del sol, salía de San Frontis, barrio de gente humilde y sencilla, el Jesús Nazareno, Cristo moreno, Cristo milagroso para las almas pías, creyentes, católicas. Miles de personas lo acompañarían hasta la Catedral, en la procesión más popular de la Pasión de Zamora. La peste amarilla lo impidió. Nuestra ciudad hoy, jueves, 2  de abril, se apasionaba con sus tradiciones; iniciaba su tránsito hacia la Semana Santa.

 

Esta tarde, a la postura del sol -reitero el inicio de esta crónica, un adorno literario- nadie andará por nuestras calles, ni cruzará el Duero por su puente de piedra. San Frontis guardará silencio. Solo Eolo y el rumor del río se escuchan en el barrio de la margen izquierda Duero.

 

Los zamoranos, solidarios e íntegros, los que tienen fe y los que nos confesamos ateos, nos quedaremos en nuestras casas. El Cristo seguirá en su coqueta iglesia, el Duero preguntará los ojos del viejo viaducto por el Nazareno. La cúpula de la Catedral se extrañará de no verlo en sus entrañas. Si es primavera, si toca apasionarse, si Zamora no se entiende sin su Semana Santa… ¿Qué ha sucedido? ¿Quién le ha robado su gran fiesta a esta ciudad de nieblas y agua, de heladas y nubes, de sol abrasador y vientos del occidente, de genios y envidias, de políticos ejemplare y de politicastros?

 

 Pues un virus que nació en China, la gran potencia oriental, que busca dominar el orbe con un ejército, disciplinado y sumiso,  de 1.400 millones de habitantes; la nación que fusionó el comunismo teórico con el capitalismo práctico. La ideología que desemboca, empírico,   en  dictaduras atroces, asesinas, anacrónicas y genocidas, y el sistema económico que transformó la historia de la Humanidad y que creó la democracia, asociados y amalgamados para erigirse en el nuevo imperio universal.  

 

Y nuestra Zamora se quedó sin su Pasión, porque las grandes potencias se disputan el poder sobre el comercio y la tecnología, otra batalla, casi decisiva, de esta guerra de virus y contravirus, que no se sustancia ya en cuerpos destrozados, en ríos de sangre, en bombas nucleares. Se busca una destrucción parcial, suficiente para cambiarlo todo para que nada cambie. El ser humano es la materia prima. Erradicarlo de la faz de la tierra nunca fue el objetivo. Sin sociedad no hay poder. Las masas necesitan de quienes les den forma. La arcilla está ahí. No es nada sin alfarero.

 

Le sucede también a nuestra Semana Santa que quizá ya no sea religiosa, pero sigue ahí. Unos y otros luchan por el poder. Quizá no se crea en Dios, pero qué más da. Lo importante es mantener una fe en algo, verbigracia, en las tradiciones, religiosas en su génesis, diluida sus esencias con el tiempo. Pasará esta pandemia, pero la Semana Santa se mantendrá. Esto es una guerra, pero lo peor acontecerá en la postguerra. Quizá, la Pasión zamorana del 2021 volverá a ser religiosa. Pero el traslado del Nazareno desde San Frontis a la Catedral no lo impidió la lluvia de primavera, sino un virus que se creó en la China del comunismo capitalista, oxímoron de una civilización decadente y efímera.

                                                                                                          

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