SEMANA SANTA
La muerte nunca es buena

La muerte ni es buena ni es mala. La muerte siempre espera, es paciente; desde que el cordón umbilical te separa, para siempre, del ser que te dio la luz. La muerte no avisa, aunque a veces te susurra al oído que te aguarda, que no te descuides, porque, si te cansas de vivir te recogerá en su manto negro para llevarte a la nada. La muerte siempre es mala, pero no se lo digas, que no se entere.
Se puede morir bien o mal, amando u odiando. Si mueres enamorado, la muerte llora. Si mueres solo no puedes asirte ni a las túnicas de lino de las parcas. Si eres un poeta, intentarás extraer de la muerte belleza. La gente normal no quiere morirse, aunque su vida sea fea, triste, anodina. El rico, acostumbrado a comprarlo todo, incluso hasta el amor, cree que también se puede comprar a la muerte para que se olvide de que su cadáver también es pobre.
La muerte solo es paz cuando el dolor convierte la vida en un calvario. La muerte solo es buena, si se olvida que vives. Vivir puede ser malo, pero morir sin necesidad siempre es un pecado de la vida. Ahora, muere gente por coronavirus, un invento de laboratorio, para abrir una guerra comercial y tecnológica entre las naciones más potentes del orbe. Eso sí que es una muerte sin ninguna razón, una muerte mala.
Solo he conocido una Buena Muerte, la de la hermandad que lleva tal nombre. Buena porque es una procesión hermosa, profunda, distinta. Pero tampoco fue buena muerte para los hermanos de esa cofradía que se murieron sin querer. A la medianoche de este Lunes Santo, recordaré que la peste amarilla, nunca una borrasca atlántica, impidió cumplir con su rito a una hermandad que nació hace casi medio siglo. ¡Cuánta muerte mala en 45 años!


La muerte ni es buena ni es mala. La muerte siempre espera, es paciente; desde que el cordón umbilical te separa, para siempre, del ser que te dio la luz. La muerte no avisa, aunque a veces te susurra al oído que te aguarda, que no te descuides, porque, si te cansas de vivir te recogerá en su manto negro para llevarte a la nada. La muerte siempre es mala, pero no se lo digas, que no se entere.
Se puede morir bien o mal, amando u odiando. Si mueres enamorado, la muerte llora. Si mueres solo no puedes asirte ni a las túnicas de lino de las parcas. Si eres un poeta, intentarás extraer de la muerte belleza. La gente normal no quiere morirse, aunque su vida sea fea, triste, anodina. El rico, acostumbrado a comprarlo todo, incluso hasta el amor, cree que también se puede comprar a la muerte para que se olvide de que su cadáver también es pobre.
La muerte solo es paz cuando el dolor convierte la vida en un calvario. La muerte solo es buena, si se olvida que vives. Vivir puede ser malo, pero morir sin necesidad siempre es un pecado de la vida. Ahora, muere gente por coronavirus, un invento de laboratorio, para abrir una guerra comercial y tecnológica entre las naciones más potentes del orbe. Eso sí que es una muerte sin ninguna razón, una muerte mala.
Solo he conocido una Buena Muerte, la de la hermandad que lleva tal nombre. Buena porque es una procesión hermosa, profunda, distinta. Pero tampoco fue buena muerte para los hermanos de esa cofradía que se murieron sin querer. A la medianoche de este Lunes Santo, recordaré que la peste amarilla, nunca una borrasca atlántica, impidió cumplir con su rito a una hermandad que nació hace casi medio siglo. ¡Cuánta muerte mala en 45 años!






















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