SEMANA SANTA
Martes Santo: vía crucis de virus y siete palabras secas

Enamorarse en Semana Santa. Morirse en Semana Santa. Amar en Semana Santa. Llorar en Semana Santa. El coravirus y la falta de previsión de la autoridad política nos robaron la Semana Santa y el amor. Pero no nos han prohibido ni morirnos ni llorar. ¡Qué solos se quedan los muertos! Que escribiera Gustavo Adolfo Becquer. Pero nunca tan solos como durante este coronavirus. Se nos van sin amor, sin una caricia, sin asirles las manos, sin un beso en la frente.
Martes Santo, noche de Vía Crucis y Siete Palabras. La vida no deja de ser un Vía Crucis que, de estación en estación, caminamos hacia la nada sonriendo, llorando, trabajando, amando. Zamora es agua. Nuestros muertos no tienen nombre. Son números, cifras, datos, estadística. Se les entierra y poco más. Ni flores. Lágrimas secas. Ni misas ni bendiciones. Semana sin apellido, Semana que no es Santa, sin procesiones, sin vírgenes ni cristos, sin que el Nazareno de San Frontis subiese desde San Frontis a la Catedral; por tanto, sin que se mirase, cual Narciso, su belleza en las aguas del Duero, más solo que nunca, sin nadie que lo consuelo. Nos seguimos bebiendo el río, lavándonos con él, duchándonos. Pero cruza su ciudad sin un abrazo, sin palabras, sin un adiós. Y no nos espera porque tiene prisa por llegar a Portugal, a Tras os Montes, nuestra tierra hermana, donde la pandemia se ha controlado mejor que en España, porque allí hay gestores, que son de izquierdas, como los nuestros, pero no mienten, ni son sectarios, ni compran a las televisiones afines con 15 millones de euros.
Y esta noche de Martes Santo, ya madrugada, nadie hablará, ni tan si quiera siete palabras. Silencio, que después se sabe todo. ¡A quién encomendarse, Dios del dolor y la sangre! ¡Padre, perdona a este Gobierno, porque no sabe lo que hace!
Martes Santos, martes de confinamiento, sin vía crucis, ni Duero, ni siete palabras, ni una sola. Silencio. Hay gente que se muere sola. ¡Qué soledad se siente en Zamora!


Enamorarse en Semana Santa. Morirse en Semana Santa. Amar en Semana Santa. Llorar en Semana Santa. El coravirus y la falta de previsión de la autoridad política nos robaron la Semana Santa y el amor. Pero no nos han prohibido ni morirnos ni llorar. ¡Qué solos se quedan los muertos! Que escribiera Gustavo Adolfo Becquer. Pero nunca tan solos como durante este coronavirus. Se nos van sin amor, sin una caricia, sin asirles las manos, sin un beso en la frente.
Martes Santo, noche de Vía Crucis y Siete Palabras. La vida no deja de ser un Vía Crucis que, de estación en estación, caminamos hacia la nada sonriendo, llorando, trabajando, amando. Zamora es agua. Nuestros muertos no tienen nombre. Son números, cifras, datos, estadística. Se les entierra y poco más. Ni flores. Lágrimas secas. Ni misas ni bendiciones. Semana sin apellido, Semana que no es Santa, sin procesiones, sin vírgenes ni cristos, sin que el Nazareno de San Frontis subiese desde San Frontis a la Catedral; por tanto, sin que se mirase, cual Narciso, su belleza en las aguas del Duero, más solo que nunca, sin nadie que lo consuelo. Nos seguimos bebiendo el río, lavándonos con él, duchándonos. Pero cruza su ciudad sin un abrazo, sin palabras, sin un adiós. Y no nos espera porque tiene prisa por llegar a Portugal, a Tras os Montes, nuestra tierra hermana, donde la pandemia se ha controlado mejor que en España, porque allí hay gestores, que son de izquierdas, como los nuestros, pero no mienten, ni son sectarios, ni compran a las televisiones afines con 15 millones de euros.
Y esta noche de Martes Santo, ya madrugada, nadie hablará, ni tan si quiera siete palabras. Silencio, que después se sabe todo. ¡A quién encomendarse, Dios del dolor y la sangre! ¡Padre, perdona a este Gobierno, porque no sabe lo que hace!
Martes Santos, martes de confinamiento, sin vía crucis, ni Duero, ni siete palabras, ni una sola. Silencio. Hay gente que se muere sola. ¡Qué soledad se siente en Zamora!
























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