LITERATURA
La purga
Aunque mucho se ha discutido sobre el origen de la mal llamada Gripe Española, de la que la información relativa a los orígenes y la transmisión está llena de lagunas y de episodios poco claros, la teoría más extendida es que surgió en 1918 en Fort Riley (Kansas) y que se extendió rápidamente a Francia con la llegada de las tropas estadounidenses para luchar en la I Guerra Mundial. La influenza, como se llama también a este virus, se extendió como la pólvora por el mundo hasta el punto de convertirse en una pandemia sin precedentes.
La censura y la falta de recursos de una época que prefería mirar hacia las trincheras en lugar de asumir los evidentes problemas sanitarios evitó investigar el foco del virus letal de la gripe española, que no entendía ni de fronteras ni de bandos.
Según la Institución Smithsonian, la gripe española es conocida por éste nombre por la atención que recibió en nuestro país, ya que, al ser un País neutral, los medios de comunicación, que no estaban censurados como los de otros países que participaban en la guerra, cubrieron el tema ampliamente. Sinceramente no lo sé, yo no estaba allí. No obstante, la historia nos cuenta que las ocho mutaciones de la familia H1N1 del virus de la gripe emergieron entre 1915 y 1916. De 1918 a 1919, las personas combatían la gripe con aspirinas, quinina, brandy, elixires, etc. ¡Hasta con pócimas milagrosas ofertadas por charlatanes de calle! A falta de remedios científicos para el colectivo cada cual se procuraba, con ilimitada fe, el propio. En el verano de 1920 el virus desapareció tal y como había llegado. Un siglo después aún no se sabe cuál fue el origen de esta epidemia que no entendía de fronteras ni de clases sociales.
Según la historia, lo que ocurrió con este virus entre 1918 y 1919, tuvo una consecuencia positiva: la creación de la Liga de las Naciones. Sus principios se acordaron en la Conferencia de Paz de París, que tuvo lugar en 1919, tras el fin de la Primera Guerra Mundial; asentando las bases del sistema moderno que existe para el control global de crisis sanitarias.
No es la primera vez que una epidemia asola a una generación joven, fuerte y sana. Surgida en el siglo XV en Inglaterra y también conocida como "el sudor inglés", este misterioso virus atacó mayoritariamente a varones jóvenes, sanos y fuertes de buena posición económica. Los investigadores nunca han resuelto completamente el rompecabezas sobre una enfermedad que desapareció en 1552 sin mediar explicación.
Verdad, mentira... quien sabe si no nos encontrábamos allí. Lo que sí que es cierto es que, sobre la mentira, enquistada en las más importantes estructuras de poder, pende una intensa mala reputación que la sitúa como una estrategia de comunicación ocultadora y tergiversadora de lo real. Lamentablemente, somos detectores de mentiras “muy malos”, por lo que, verdadera o no la historia que nos han contado, nos cuentan y contarán, me quedo con la frase que se le atribuye a Otto von Bismarck: «Cuando quieras engañar al mundo, di la verdad»
. © Emilia Casas Fernández
Aunque mucho se ha discutido sobre el origen de la mal llamada Gripe Española, de la que la información relativa a los orígenes y la transmisión está llena de lagunas y de episodios poco claros, la teoría más extendida es que surgió en 1918 en Fort Riley (Kansas) y que se extendió rápidamente a Francia con la llegada de las tropas estadounidenses para luchar en la I Guerra Mundial. La influenza, como se llama también a este virus, se extendió como la pólvora por el mundo hasta el punto de convertirse en una pandemia sin precedentes.
La censura y la falta de recursos de una época que prefería mirar hacia las trincheras en lugar de asumir los evidentes problemas sanitarios evitó investigar el foco del virus letal de la gripe española, que no entendía ni de fronteras ni de bandos.
Según la Institución Smithsonian, la gripe española es conocida por éste nombre por la atención que recibió en nuestro país, ya que, al ser un País neutral, los medios de comunicación, que no estaban censurados como los de otros países que participaban en la guerra, cubrieron el tema ampliamente. Sinceramente no lo sé, yo no estaba allí. No obstante, la historia nos cuenta que las ocho mutaciones de la familia H1N1 del virus de la gripe emergieron entre 1915 y 1916. De 1918 a 1919, las personas combatían la gripe con aspirinas, quinina, brandy, elixires, etc. ¡Hasta con pócimas milagrosas ofertadas por charlatanes de calle! A falta de remedios científicos para el colectivo cada cual se procuraba, con ilimitada fe, el propio. En el verano de 1920 el virus desapareció tal y como había llegado. Un siglo después aún no se sabe cuál fue el origen de esta epidemia que no entendía de fronteras ni de clases sociales.
Según la historia, lo que ocurrió con este virus entre 1918 y 1919, tuvo una consecuencia positiva: la creación de la Liga de las Naciones. Sus principios se acordaron en la Conferencia de Paz de París, que tuvo lugar en 1919, tras el fin de la Primera Guerra Mundial; asentando las bases del sistema moderno que existe para el control global de crisis sanitarias.
No es la primera vez que una epidemia asola a una generación joven, fuerte y sana. Surgida en el siglo XV en Inglaterra y también conocida como "el sudor inglés", este misterioso virus atacó mayoritariamente a varones jóvenes, sanos y fuertes de buena posición económica. Los investigadores nunca han resuelto completamente el rompecabezas sobre una enfermedad que desapareció en 1552 sin mediar explicación.
Verdad, mentira... quien sabe si no nos encontrábamos allí. Lo que sí que es cierto es que, sobre la mentira, enquistada en las más importantes estructuras de poder, pende una intensa mala reputación que la sitúa como una estrategia de comunicación ocultadora y tergiversadora de lo real. Lamentablemente, somos detectores de mentiras “muy malos”, por lo que, verdadera o no la historia que nos han contado, nos cuentan y contarán, me quedo con la frase que se le atribuye a Otto von Bismarck: «Cuando quieras engañar al mundo, di la verdad»
. © Emilia Casas Fernández
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