CON LOS CINCO SENTIDOS
Mi brújula
Eres mi carta de navegación, mi rosa de los vientos, mi guía en el espacio y en el tiempo y el que marca el ritmo sonoro de mi alma vieja y cansada. No hay horizonte a la vista si no es a través de tus ojos, catalejos del mundo que atrapan estampas para ofrecérmelas como una dádiva que no merezco.
Eres el Levante, el Terral, el Poniente y el Ostro porque soplas en todas y cada una de las direcciones de mi mente. El vendaval que provocas me inunda el entendimiento y me hace sentir pequeña e insignificante, como una gota de agua en un río o un minúsculo grano de arena en la inmensidad de las dunas calientes del desierto más grande que pueda llegar a imaginar.
Los cuatro puntos cardinales se alían en mi contra para no saber hacer otra cosa que conjugar tu nombre en mi boca, que ya sólo exhala emocionados suspiros de agradecimiento porque la diosa Fortuna tuvo a bien apiadarse de mi alma pecadora, pero sencilla, y premiar mi tesón con tu persona.
Si alguna vez llegué a poseer un talento, una virtud que mereciese la pena, la doné al cielo que me cubre y di mis riquezas a las estrellas. Ya estoy libre de toda flaqueza y frivolidad porque encontré la brújula que me guiará hacia el todo o la nada. Mientras sea a tu lado, ya no me importa el cambio de rumbo.
Nélida L. del Estal Sastre
Eres mi carta de navegación, mi rosa de los vientos, mi guía en el espacio y en el tiempo y el que marca el ritmo sonoro de mi alma vieja y cansada. No hay horizonte a la vista si no es a través de tus ojos, catalejos del mundo que atrapan estampas para ofrecérmelas como una dádiva que no merezco.
Eres el Levante, el Terral, el Poniente y el Ostro porque soplas en todas y cada una de las direcciones de mi mente. El vendaval que provocas me inunda el entendimiento y me hace sentir pequeña e insignificante, como una gota de agua en un río o un minúsculo grano de arena en la inmensidad de las dunas calientes del desierto más grande que pueda llegar a imaginar.
Los cuatro puntos cardinales se alían en mi contra para no saber hacer otra cosa que conjugar tu nombre en mi boca, que ya sólo exhala emocionados suspiros de agradecimiento porque la diosa Fortuna tuvo a bien apiadarse de mi alma pecadora, pero sencilla, y premiar mi tesón con tu persona.
Si alguna vez llegué a poseer un talento, una virtud que mereciese la pena, la doné al cielo que me cubre y di mis riquezas a las estrellas. Ya estoy libre de toda flaqueza y frivolidad porque encontré la brújula que me guiará hacia el todo o la nada. Mientras sea a tu lado, ya no me importa el cambio de rumbo.
Nélida L. del Estal Sastre
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