PASIÓN POR ZAMORA
Nadie sabe llevar el luto como una Dama de la Soledad

¡Qué sabes tú, hombre, de la soledad si es una dama invisible que guarda toda fémina en su alma! Yo, hombre, ignoro cómo se siente una mujer cuando mira hacia atrás y no encuentra su sombra. El hombre se mueve por placer, por el deleite que dura unos segundos. Si no goza, se aburre de sí mismo. La mujer crea vida con dolor, pero sabe prolongar la delectación hasta éxtasis hasta encontrarse con Dios.
Hoy, miles de zamoranas, confinadas, hermanas de la Soledad, encenderán sus velas entre las ocho de la tarde, mientras el sol se va a dormir al lecho salado del Atlántico, hasta que la noche se convierta en madrugada. Y, cuando falte una hora para enterrar este Sábado Santo, cantarán la Salve. Todo acontecerá en unos 4.000 hogares de nuestra ciudad. Furtivas lágrimas humedecerán las mejillas de nuestros mujeres. Llanto femenino, llanto de mujer que llora hacia dentro, hasta anegar los campos de su alma.
Hoy, en la soledad de mi casa, mientras escucho esa clase de música que me conmociona, recordé la fotografía, en blanca y negro, de unas de las damas más hermosas entre las zamoranas, ataviada de Dama de la Soledad. Su momento, en el Viejo Consistorio, hace una década. Su cabeza levemente inclinada hacia su diestra, como si quisiera esconder su belleza. No veía, porque miraba hacia sus adentros. Pensaría en su vida, todavía entonces joven. Soñaría con una futuro sin tanta soledad. No sé. Pero uno de mis yo me comentó que las mujeres son las estrofas de la vida. A lo que esa dama de la Soledad, añadió, para concluir mi aserto: “Pero los hijos son los versos”.
Sí, zamoranos, hombres, sabed que detrás de toda Dama de la Soledad, hay abuelas, madres, hijas, esposas, novias: ¡Dejadlas que interpreten su dolor como vosotros jamás entenderéis! ¡Dejadlas con su pena, de la que extraerán el néctar de la tristeza para ofrecernos la miel de la vida!
La Cofradía de la Soledad lleva el duelo femenino al universo, donde su luto solo lo rompen algunas estrellas insolentes y esos correveidiles que son los cometas. Además, nadie sabe llevar el luto como una dama.

¡Qué sabes tú, hombre, de la soledad si es una dama invisible que guarda toda fémina en su alma! Yo, hombre, ignoro cómo se siente una mujer cuando mira hacia atrás y no encuentra su sombra. El hombre se mueve por placer, por el deleite que dura unos segundos. Si no goza, se aburre de sí mismo. La mujer crea vida con dolor, pero sabe prolongar la delectación hasta éxtasis hasta encontrarse con Dios.
Hoy, miles de zamoranas, confinadas, hermanas de la Soledad, encenderán sus velas entre las ocho de la tarde, mientras el sol se va a dormir al lecho salado del Atlántico, hasta que la noche se convierta en madrugada. Y, cuando falte una hora para enterrar este Sábado Santo, cantarán la Salve. Todo acontecerá en unos 4.000 hogares de nuestra ciudad. Furtivas lágrimas humedecerán las mejillas de nuestros mujeres. Llanto femenino, llanto de mujer que llora hacia dentro, hasta anegar los campos de su alma.
Hoy, en la soledad de mi casa, mientras escucho esa clase de música que me conmociona, recordé la fotografía, en blanca y negro, de unas de las damas más hermosas entre las zamoranas, ataviada de Dama de la Soledad. Su momento, en el Viejo Consistorio, hace una década. Su cabeza levemente inclinada hacia su diestra, como si quisiera esconder su belleza. No veía, porque miraba hacia sus adentros. Pensaría en su vida, todavía entonces joven. Soñaría con una futuro sin tanta soledad. No sé. Pero uno de mis yo me comentó que las mujeres son las estrofas de la vida. A lo que esa dama de la Soledad, añadió, para concluir mi aserto: “Pero los hijos son los versos”.
Sí, zamoranos, hombres, sabed que detrás de toda Dama de la Soledad, hay abuelas, madres, hijas, esposas, novias: ¡Dejadlas que interpreten su dolor como vosotros jamás entenderéis! ¡Dejadlas con su pena, de la que extraerán el néctar de la tristeza para ofrecernos la miel de la vida!
La Cofradía de la Soledad lleva el duelo femenino al universo, donde su luto solo lo rompen algunas estrellas insolentes y esos correveidiles que son los cometas. Además, nadie sabe llevar el luto como una dama.




















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