Pintar el amor

Nunca supe cómo se ama en blanco y negro. Yo amo en colores. Pinto el cuerpo de mi amada con mis palabras. Como en esta pintura que me inspira, sitúo a la mujer en el columpio de mi cuerpo, para que goce al ritmo que le marca la batuta de su deseo, que se balancee al compás del placer, que e vibre su carne sintiéndose ocupada por el hombre que ama, con los ojos cerrados para que no se escape ni una décima de segundo de deleite.

Si observas así es el cuerpo de esa dama, carmesí son sus cabellos, alborotados, rizados, y sus piernas; que combinan con el negro, que no es color del luto, de muerte, sino el del almíbar que segregan los poros de su piel, de sus axilas, de sus senos, cuando goza del amor.

El sexo es mezcla de colores sobre la paleta del seso. Mi cerebro eyacula un arco iris de sentimientos para explicar una pintura con palabras. Orgasmos azules y verdes que aportan simetría inversa a la obra, como olas que vigilan la cópula. Manchones por aquí y por allá, como si fueran besos perdidos, que no hallaron piel para fundirse. Y espermatozoides, ácratas del amor, que circulan, en libertad, por toda la pintura.

Sí, también hay blancos entre tanto color. Escaso, cierto. Humilde como la pureza, la sencillez, la discreción. Pero también en blanco se queda la mente cuando alcanza el éxtasis, el clímax, el nirvana el deleite del sexo que se funde con el seso.

Te ofrezco esta obra femenina, sensual y volcánica para que pintes de amor este confinamiento político y vírico. ¡Ojalá yo fuese tu columpio!

Eugenio-Jesús de Ávila