CON LOS CINCO SENTIDOS
A quien pueda interesar
A veces me paso de frenada, no mido las consecuencias de mis actos y provoco un pequeño tsunami emocional en la gente que me rodea. Pero qué le vamos a hacer, soy tan intensa y activa que asusto. Luego me da el bajón, porque me da, y es tan profundo como la subida que me dio antes. Llego a llorar si creo que hice daño con mis palabras, con cualquiera de ellas, porque no paro de hablar, tanto, que meto la pata. Por cuestión de probabilidades, es lo más lógico que pueda suceder. Es lo que tiene ser intenso pero buena persona. Pido disculpas e intento enmendar el error.
Mi cabeza es un “torbellino de colores”, como bien dijo José María Pemán de La Faraona. Pero ese torbellino me agota ya. Soy excesiva en todo, en el amar, en el vivir, en el luchar. Y claro, me dejo tanto la piel en el intento que me quedo sin ella. Porque si la necesitas, te la doy. Yo soy así, paso hambre si veo que mi comida puede servir para que otro no sufra desamparo.
Tengo que intentar no darme tanto, me lo han dicho por activa y por pasiva muchos, gente que no me quiere, obviamente, porque nací así. Y eso no hay dios que lo cambie. Por mucho que lo intente. Soy la mejor amiga que puedas imaginar, la mejor amante, la mejor madre, no por chulería, es porque lo doy todo. Sin ambages ni circunloquios, sin ponerte cara de “te voy a ayudar” para luego no hacer nada. No. Digo lo que pienso, lo que se me pasa por la cabeza, esta especie de maremoto que me atormenta cada día y que parece que me fuera a causar una implosión de tanto como llevo dentro.
Ya no hablo de mi corazón y su conjunción con la cabeza, porque eso son palabras mayores. Ciertamente, no me entiendo ni yo. Pero me gusto y me aprecio. Aunque a veces, meta la pata con gente que me importa y para la que quizá yo sólo sea un estorbo o una mente demasiado intensa para una vida sosegada. Mea culpa. Así soy yo. A estas alturas de mi vida, sinceramente, no pienso cambiar.
Mi abuelo decía algo muy duro y despectivo a la vez, para la gente que ponía reparos o “peros” a ciertos comportamientos familiares: “el que no esté, que se ponga”. Con ello quería decir que al que no le gustes, le puedes mostrar la puerta de salida sin ningún tipo de miramiento, de manera educada, pero en dirección inequívoca a la calle. Ahí lo dejo.
Nélida L. Del Estal Sastre
A veces me paso de frenada, no mido las consecuencias de mis actos y provoco un pequeño tsunami emocional en la gente que me rodea. Pero qué le vamos a hacer, soy tan intensa y activa que asusto. Luego me da el bajón, porque me da, y es tan profundo como la subida que me dio antes. Llego a llorar si creo que hice daño con mis palabras, con cualquiera de ellas, porque no paro de hablar, tanto, que meto la pata. Por cuestión de probabilidades, es lo más lógico que pueda suceder. Es lo que tiene ser intenso pero buena persona. Pido disculpas e intento enmendar el error.
Mi cabeza es un “torbellino de colores”, como bien dijo José María Pemán de La Faraona. Pero ese torbellino me agota ya. Soy excesiva en todo, en el amar, en el vivir, en el luchar. Y claro, me dejo tanto la piel en el intento que me quedo sin ella. Porque si la necesitas, te la doy. Yo soy así, paso hambre si veo que mi comida puede servir para que otro no sufra desamparo.
Tengo que intentar no darme tanto, me lo han dicho por activa y por pasiva muchos, gente que no me quiere, obviamente, porque nací así. Y eso no hay dios que lo cambie. Por mucho que lo intente. Soy la mejor amiga que puedas imaginar, la mejor amante, la mejor madre, no por chulería, es porque lo doy todo. Sin ambages ni circunloquios, sin ponerte cara de “te voy a ayudar” para luego no hacer nada. No. Digo lo que pienso, lo que se me pasa por la cabeza, esta especie de maremoto que me atormenta cada día y que parece que me fuera a causar una implosión de tanto como llevo dentro.
Ya no hablo de mi corazón y su conjunción con la cabeza, porque eso son palabras mayores. Ciertamente, no me entiendo ni yo. Pero me gusto y me aprecio. Aunque a veces, meta la pata con gente que me importa y para la que quizá yo sólo sea un estorbo o una mente demasiado intensa para una vida sosegada. Mea culpa. Así soy yo. A estas alturas de mi vida, sinceramente, no pienso cambiar.
Mi abuelo decía algo muy duro y despectivo a la vez, para la gente que ponía reparos o “peros” a ciertos comportamientos familiares: “el que no esté, que se ponga”. Con ello quería decir que al que no le gustes, le puedes mostrar la puerta de salida sin ningún tipo de miramiento, de manera educada, pero en dirección inequívoca a la calle. Ahí lo dejo.
Nélida L. Del Estal Sastre
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.149