DENUNCIAS
Fuentes ornamentales, derrochando agua y energía
Debido a la prohibición de transitar por las calles, carece de sentido el fin decorativo
Teníamos nuestra vida, un decreto, suficientemente motivado, nos la cambió en unos minutos. Mantenemos la esperanza de que, más pronto que tarde, las cosas vuelvan a ser como lo eran antes y recuperemos los hábitos que teníamos, que tampoco es mucho pedir. Algunos serán posibles, otros no tanto. Los ingresos familiares se han visto mermados en muchos casos, habrá que acomodarse a la nueva situación y reducir lo que de buen agrado, dedicábamos a nuestro
La administración también tendrá que adaptar sus números, la recaudación no será la estimada y habrá que atender prioridades, dejando de lado aquello que no sea tan necesario. Modificando totalmente lo previsto, ante la eventualidad presentada. Los ayuntamientos, también convenientemente el nuestro, conscientes de su papel ante la imprevista crisis, hicieron sus deberes. Cerraron parques, clausuraron fuentes de bebida para evitar posibles contagios, o al menos las señalizaron para que no fueran utilizadas, aunque el sistema de colocar una cinta de plástico bicolor sobre el grifo deje mucho que desear. Pero un buen número de municipios de todo el Estado, han ido más allá. Han apagado temporalmente la luz monumental, y han dejado sin funcionamiento las fuentes ornamentales. Paradójicamente, en algún caso como la famosa de Montjuic, incluso antes de la declaración del estado de alarma. Así ahorran agua, energía y servicios de mantenimiento. El razonamiento es muy lógico, ante la prohibición de transitar por las calles, salvo casos de fuerza mayor, no tiene sentido mantener la función decorativa. Aunque sea de agradecer en otros momentos esa función.
En nuestra ciudad las fuentes ornamentales, todas, siguen en funcionamiento. Es evidente que el consumo eléctrico y el gasto de agua individual de cada una no resulta excesivo, pero la suma de todas ellas en conjunto, es significativo. Suponiendo un gasto, incluso un derroche innecesario en este momento, cuando no podemos disfrutarlas. No es un servicio público, el ciudadano no está en la calle, no puede estar. Unos prescindimos, dadas las circunstancias de ciertas cosas, por razones imperiosas, mientras otros, que administran lo ajeno, no les importa mantener sin hacer falta algunos servicios, que consumen y pagamos entre todos.
Manuel Herrero Alonso
Teníamos nuestra vida, un decreto, suficientemente motivado, nos la cambió en unos minutos. Mantenemos la esperanza de que, más pronto que tarde, las cosas vuelvan a ser como lo eran antes y recuperemos los hábitos que teníamos, que tampoco es mucho pedir. Algunos serán posibles, otros no tanto. Los ingresos familiares se han visto mermados en muchos casos, habrá que acomodarse a la nueva situación y reducir lo que de buen agrado, dedicábamos a nuestro
La administración también tendrá que adaptar sus números, la recaudación no será la estimada y habrá que atender prioridades, dejando de lado aquello que no sea tan necesario. Modificando totalmente lo previsto, ante la eventualidad presentada. Los ayuntamientos, también convenientemente el nuestro, conscientes de su papel ante la imprevista crisis, hicieron sus deberes. Cerraron parques, clausuraron fuentes de bebida para evitar posibles contagios, o al menos las señalizaron para que no fueran utilizadas, aunque el sistema de colocar una cinta de plástico bicolor sobre el grifo deje mucho que desear. Pero un buen número de municipios de todo el Estado, han ido más allá. Han apagado temporalmente la luz monumental, y han dejado sin funcionamiento las fuentes ornamentales. Paradójicamente, en algún caso como la famosa de Montjuic, incluso antes de la declaración del estado de alarma. Así ahorran agua, energía y servicios de mantenimiento. El razonamiento es muy lógico, ante la prohibición de transitar por las calles, salvo casos de fuerza mayor, no tiene sentido mantener la función decorativa. Aunque sea de agradecer en otros momentos esa función.
En nuestra ciudad las fuentes ornamentales, todas, siguen en funcionamiento. Es evidente que el consumo eléctrico y el gasto de agua individual de cada una no resulta excesivo, pero la suma de todas ellas en conjunto, es significativo. Suponiendo un gasto, incluso un derroche innecesario en este momento, cuando no podemos disfrutarlas. No es un servicio público, el ciudadano no está en la calle, no puede estar. Unos prescindimos, dadas las circunstancias de ciertas cosas, por razones imperiosas, mientras otros, que administran lo ajeno, no les importa mantener sin hacer falta algunos servicios, que consumen y pagamos entre todos.
Manuel Herrero Alonso
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