Ilia Galán
Viernes, 24 de Abril de 2020
CRISIS

El consuelo

[Img #38216]Se estropeó la luz... Menos mal, que era de día, había amanecido, pero ni las bombillas ni la cocina ni... -lo que era peor para los niños e incluso para algunos adultos de la casa- ni el televisor o el ordenador funcionaban. La música de la radio tampoco existía y solo lo que guardaba algo de batería subsistía. Así en aquella casa desapareció la armonía. Ese día, hasta que vinieron a arreglar las instalaciones, histéricos, tuvieron que sumirse, con el paso de las horas, encerrados por la epidemia y el gobierno, en la menguada biblioteca que ahora, en los días de San Jorge, alojaba, tímida, sus riquezas.

            Los libros salvaron unas horas de angustia y las convirtieron en aprendizaje, en deleite, en consuelo... Cuando al caer de la tarde se arregló el sistema eléctrico y pudieron de nuevo encender los ordenadores descubrieron que sobrevivían gracias a los libros, a la cultura, a esa radio que les entregaba la música cada día, animándoles o consolándoles las lágrimas con dulces melodías, o azotando la ira con ritmos frenéticos, hasta dejarla apaciguada, o bien disfrutando el baile de un rincón a otro del apartamento. Las películas, el cine, eran clave también en aquella familia, para niños y adultos, y dos o tres veían al día y las comentaban... La cultura ha sostenido a muchos en esta general prisión, evitando en no pocos la desesperación. ¿Y la religión? Es notable cómo en estos tiempos de defunciones y padecimientos el consuelo religioso casi ha desaparecido de nuestros medios, de radios y televisiones, como si apenas existiese, cubierto por quienes reclaman y animan a placeres escondidos o desvelados, frente a los que se dicen resistentes. Se ha llegado incluso a impedir la misa para un grupo de religiosos -que ya vivían juntos- disolviéndolos, leyes del absurdo. Pero ante la muerte no hay consuelo y el gobierno no nos acompaña ni conforta en ese paso al otro mundo.

 

Vivimos no solo de pan sino también de ideas, de sentimientos y de proyecciones hacia lo eterno y esto es lo que más tiembla. Cuando acabe la crisis sanitaria, además del sector turístico o los restaurantes y otros elementos esenciales del tejido de nuestras sociedades, la cultura será uno de los ámbitos más castigados. Ni cines ni teatros ni conciertos ni espectáculos habrá durante bastante tiempo o en un modo muy menguado. Los libros se mantienen y leerse todavía pueden pero lo que se ha hundido es la educación que anima y permite leerlos y comprenderlos, por lo que no hay consuelo. Cerradas las iglesias durante tanto tiempo, no dejan ir a meditar en la soledad de la penumbra que colorea con vidrieras el templo ni un momento. Pero haya esperanza, podemos cambiar el rumbo de nuestros pasos y, si sucedió en lo económico, ¿por qué no en el mundo del espíritu?

 

Ilia Galán

 

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