DENUNCIAS
El temor a salir provoca irracionales comportamientos
Miedo Vs civismo
La situación sanitaria en la que nos encontramos, nos ha polarizado. Nos hemos posicionado hacia puntos extremos. Hay, quien voluntariamente, ha seguido las recomendaciones estrictamente, y quien valiéndose de estratagemas ha eludido las disposiciones legales, para poder andar por la calle. En el comportamiento de los ciudadanos, también hay otro factor influyente en algunas actuaciones. El miedo, racional y consecuente con la magnitud de las informaciones recibidas, a veces sin un procesamiento correcto por volumen. Añadiendo a lo anterior un temor infundado relativamente, por una sobredimensión de la situación, que se inclina más por el catastrofismo, que por el de una situación real y controlable.
Contra irresponsables, que andan por la calle más de lo debido. Hay quien, desde el mismo día de la declaración de alarma, ha limitado las necesarias visitas para abastecerse de productos alimenticios, de limpieza y otros básicos, a una o dos veces por semana. Otras personas consideradas de riesgo, no han salido de casa ni para comprar el pan. El servicio a domicilio de las tiendas zamoranas, que ahí están, ha atendido sus pedidos, llevándoles lo que necesitan, hasta la puerta. Con lo cual han evitado cualquier contacto con el exterior, y con ello el posible contagio.
Abastecidos de una, u otra manera. Hay otra necesidad ineludible, deshacerse de los desechos. Ese acto de sacar la basura cada noche, lo han solventado, pidiéndoselo a cualquier amable vecino que ha tenido a bien, hacer el favor. En otros casos, han esperado la visita regular del familiar, que pasa de vez en cuando a ver a su gente. Y quien amparándose en la oscuridad y en la rapidez que se necesita para realizarlo, lanza la bolsa por la ventana. Un acto nada casual y que se repite cada noche. Es el operario de limpieza cada mañana, conforme amanece, quien traslada lo arrojado desde uno de los pisos del edificio al contenedor.
Deshacerse de la bolsa de basura, del cartón que portaba la pizza recibida en el domicilio, o de cualquier otra cosa inservible, lanzándola desde la ventana, parece y lo es un acto de poco civismo. Pero dadas las circunstancias, en algún caso puede más, el miedo a salir a la calle, que la educación, aunque no sea disculpable. Es de esperar que la normalidad que llegará, termine con estas prácticas poco cívicas.
Manuel Herrero Alonso
La situación sanitaria en la que nos encontramos, nos ha polarizado. Nos hemos posicionado hacia puntos extremos. Hay, quien voluntariamente, ha seguido las recomendaciones estrictamente, y quien valiéndose de estratagemas ha eludido las disposiciones legales, para poder andar por la calle. En el comportamiento de los ciudadanos, también hay otro factor influyente en algunas actuaciones. El miedo, racional y consecuente con la magnitud de las informaciones recibidas, a veces sin un procesamiento correcto por volumen. Añadiendo a lo anterior un temor infundado relativamente, por una sobredimensión de la situación, que se inclina más por el catastrofismo, que por el de una situación real y controlable.
Contra irresponsables, que andan por la calle más de lo debido. Hay quien, desde el mismo día de la declaración de alarma, ha limitado las necesarias visitas para abastecerse de productos alimenticios, de limpieza y otros básicos, a una o dos veces por semana. Otras personas consideradas de riesgo, no han salido de casa ni para comprar el pan. El servicio a domicilio de las tiendas zamoranas, que ahí están, ha atendido sus pedidos, llevándoles lo que necesitan, hasta la puerta. Con lo cual han evitado cualquier contacto con el exterior, y con ello el posible contagio.
Abastecidos de una, u otra manera. Hay otra necesidad ineludible, deshacerse de los desechos. Ese acto de sacar la basura cada noche, lo han solventado, pidiéndoselo a cualquier amable vecino que ha tenido a bien, hacer el favor. En otros casos, han esperado la visita regular del familiar, que pasa de vez en cuando a ver a su gente. Y quien amparándose en la oscuridad y en la rapidez que se necesita para realizarlo, lanza la bolsa por la ventana. Un acto nada casual y que se repite cada noche. Es el operario de limpieza cada mañana, conforme amanece, quien traslada lo arrojado desde uno de los pisos del edificio al contenedor.
Deshacerse de la bolsa de basura, del cartón que portaba la pizza recibida en el domicilio, o de cualquier otra cosa inservible, lanzándola desde la ventana, parece y lo es un acto de poco civismo. Pero dadas las circunstancias, en algún caso puede más, el miedo a salir a la calle, que la educación, aunque no sea disculpable. Es de esperar que la normalidad que llegará, termine con estas prácticas poco cívicas.
Manuel Herrero Alonso
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