CON LOS CINCO SENTIDOS
La sociedad líquida
El tristemente fallecido sociólogo Zygmunt Bauman (1925-2017) acuñó un término, el de “Modernidad líquida”, para describir el mundo en el que nos movemos de un tiempo a esta parte. Es asombroso ver que una razón preclara asistía como invitada a cada uno de sus asertos, como si desde su mente pudiera vaticinar algo que, efectivamente, estaba sucediendo, antes, durante y sucedería incluso después de su muerte. Quizá es que los seres humanos somos tontos, o predecibles, o ambas cosas. Puede que seamos una especie inteligente entre los animales, pero somos animales, somos como borregos siguiendo el tintineo de una campanilla que llama al ordeño masivo, o a la ingesta de alimento, o a la procreación sin ánimo de procrear. Que somos animales, pero no tanto…O sí.
El mundo en el que ahora vivimos es como un piso de alquiler que no se cuida, un piso de estudiantes, compartido y destrozado por todos. Es un mundo provisional, preso de la inmediatez de un jodido “like” en nuestras redes sociales, sin profundidad ni valores como los que nos inculcaron en la cuna los que estaban en su lecho de muerte. Ya casi nada es a la antigua usanza, cada vez nos dan menos criterios argumentativos de peso los que nos mandan o eso pretenden. Da pena.
Nos da miedo lo antiguo. Nos parece demodé tener ideales utópicos o luchar por los otros como si fuera por nosotros mismos. He conocido personas que me han tildado de idiota por trabajar por los demás sin cobrar un euro y hacerlo con satisfacción. Ilusos que piensan que la estúpida que pierde su tiempo soy yo. Si por ellos fuera no habría cabida en este mundo para los frágiles, para las Asociaciones de cualquier tipo de dolencia, las Organizaciones No Gubernamentales, para las buenas personas que se paran en este caos y piensan y sienten el amor hacia los demás, mientras el resto del universo gira a toda velocidad.
Hay días en los que me veo en el centro de un fotograma de cine, inmóvil, taciturna, mientras a mi alrededor se produce una explosión de imágenes y noticias que pasan por mi vida sin darme cuenta porque no me importan. Sigo en el centro, pensando en lo que merece la pena aunque con ello no llegue muy lejos a los ojos de otros. Me llena pensar que alguien se acordará de mis manos asiendo las suyas, mi mirada atendiendo la suya, mi cerebro buscando la salida del atolladero de alguien que lo necesite. Y me siento bien. Me importa un bledo que exista gente a la que le parezca que pierdo mi tiempo y mi vida sin un sentido economicista. No sé si esas personas descansan a pierna suelta cada noche o sus demonios se lo impiden. Puede que duerman mejor que yo en esta sociedad líquida y convulsa, sin ideales que les muevan más que valor añadido del dinero que ganan y los hijos y familiares a los que ni les prestan atención. Ellos compran voluntades, compran alianzas, compran a sus hijos con regalos pero no pasan tiempo con ellos, no se ensucian, no juegan, no bromean ni se ríen a pleno pulmón.
Creo que nunca seré millonaria, pero es que me importa una mierda mientras tenga el dinero suficiente para comer, vestirme, vivir y seguir ayudando al que tiene menos que yo.
El tristemente fallecido sociólogo Zygmunt Bauman (1925-2017) acuñó un término, el de “Modernidad líquida”, para describir el mundo en el que nos movemos de un tiempo a esta parte. Es asombroso ver que una razón preclara asistía como invitada a cada uno de sus asertos, como si desde su mente pudiera vaticinar algo que, efectivamente, estaba sucediendo, antes, durante y sucedería incluso después de su muerte. Quizá es que los seres humanos somos tontos, o predecibles, o ambas cosas. Puede que seamos una especie inteligente entre los animales, pero somos animales, somos como borregos siguiendo el tintineo de una campanilla que llama al ordeño masivo, o a la ingesta de alimento, o a la procreación sin ánimo de procrear. Que somos animales, pero no tanto…O sí.
El mundo en el que ahora vivimos es como un piso de alquiler que no se cuida, un piso de estudiantes, compartido y destrozado por todos. Es un mundo provisional, preso de la inmediatez de un jodido “like” en nuestras redes sociales, sin profundidad ni valores como los que nos inculcaron en la cuna los que estaban en su lecho de muerte. Ya casi nada es a la antigua usanza, cada vez nos dan menos criterios argumentativos de peso los que nos mandan o eso pretenden. Da pena.
Nos da miedo lo antiguo. Nos parece demodé tener ideales utópicos o luchar por los otros como si fuera por nosotros mismos. He conocido personas que me han tildado de idiota por trabajar por los demás sin cobrar un euro y hacerlo con satisfacción. Ilusos que piensan que la estúpida que pierde su tiempo soy yo. Si por ellos fuera no habría cabida en este mundo para los frágiles, para las Asociaciones de cualquier tipo de dolencia, las Organizaciones No Gubernamentales, para las buenas personas que se paran en este caos y piensan y sienten el amor hacia los demás, mientras el resto del universo gira a toda velocidad.
Hay días en los que me veo en el centro de un fotograma de cine, inmóvil, taciturna, mientras a mi alrededor se produce una explosión de imágenes y noticias que pasan por mi vida sin darme cuenta porque no me importan. Sigo en el centro, pensando en lo que merece la pena aunque con ello no llegue muy lejos a los ojos de otros. Me llena pensar que alguien se acordará de mis manos asiendo las suyas, mi mirada atendiendo la suya, mi cerebro buscando la salida del atolladero de alguien que lo necesite. Y me siento bien. Me importa un bledo que exista gente a la que le parezca que pierdo mi tiempo y mi vida sin un sentido economicista. No sé si esas personas descansan a pierna suelta cada noche o sus demonios se lo impiden. Puede que duerman mejor que yo en esta sociedad líquida y convulsa, sin ideales que les muevan más que valor añadido del dinero que ganan y los hijos y familiares a los que ni les prestan atención. Ellos compran voluntades, compran alianzas, compran a sus hijos con regalos pero no pasan tiempo con ellos, no se ensucian, no juegan, no bromean ni se ríen a pleno pulmón.
Creo que nunca seré millonaria, pero es que me importa una mierda mientras tenga el dinero suficiente para comer, vestirme, vivir y seguir ayudando al que tiene menos que yo.
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