CON LOS CINCO SENTIDOS
Me quedo aquí
El amor duele, y mucho. Tanto si es correspondido como si no lo es, tanto si es verdadero como si es meramente impostado, o uno de los dos implicados no ama al otro. Yo no deseo dañar a nadie y el día que, amando, llegue a doblegar la existencia de alguien a quien adoro, me daré en retirada sin que se me vea mucho. No soporto hacer sufrir a nadie que no lo merece, aunque mi vida sea un desastre e intente organizarla como buenamente puedo.
Pero resulta que ahora estoy sin manos, sólo tengo un cerebro que piensa demasiado y un corazón que bombea y late, y no puedo hacer más que esperar a que me crezcan manos nuevas para agarrarte con ellas y susurrarte al oído esas cosas que tanto te gustan de mí, de mi voz de niña bien. La vida te hace dar vueltas y más vueltas, te maltrata o te premia. Es de una odiosa arbitrariedad absolutamente insoportable. Y a mí me premió al conocerte y me está castigando a perderte.
Hace poco se fue mi amado Aute y sólo se me vienen a la cabeza canciones suyas sobre la lucha, el alma, la belleza, sus dibujos y su manera de hablar. Lo maravilloso que fue en vida y lo que le quieren los que ha dejado huérfanos para siempre de sus palabras. Nos quedan sus canciones, que a mí me ponen triste a veces. Quizá es que escuche a Aute cuando la cosa no anda muy allá y somatizo como mías sus letras más tristes, como estoy haciendo precisamente ahora.
Quiero que me crezcan las manos para asirlas a tu cuello y decirte, dulcemente, que siento no haber estado, no haber sido. Que quiero que vuelvas a mí para ayudarme a volver a ti. Y que no me iré más, no dejaré que mi mente se vaya donde sólo encuentra infelicidad y desdicha. No lo haré más, te lo prometo, porque yo no juro. Aquí me tienes, con mis entrañas esparcidas al sol de media tarde. Nunca más, te lo prometo, que yo no juro.
Nélida L. del Estal Sastre
El amor duele, y mucho. Tanto si es correspondido como si no lo es, tanto si es verdadero como si es meramente impostado, o uno de los dos implicados no ama al otro. Yo no deseo dañar a nadie y el día que, amando, llegue a doblegar la existencia de alguien a quien adoro, me daré en retirada sin que se me vea mucho. No soporto hacer sufrir a nadie que no lo merece, aunque mi vida sea un desastre e intente organizarla como buenamente puedo.
Pero resulta que ahora estoy sin manos, sólo tengo un cerebro que piensa demasiado y un corazón que bombea y late, y no puedo hacer más que esperar a que me crezcan manos nuevas para agarrarte con ellas y susurrarte al oído esas cosas que tanto te gustan de mí, de mi voz de niña bien. La vida te hace dar vueltas y más vueltas, te maltrata o te premia. Es de una odiosa arbitrariedad absolutamente insoportable. Y a mí me premió al conocerte y me está castigando a perderte.
Hace poco se fue mi amado Aute y sólo se me vienen a la cabeza canciones suyas sobre la lucha, el alma, la belleza, sus dibujos y su manera de hablar. Lo maravilloso que fue en vida y lo que le quieren los que ha dejado huérfanos para siempre de sus palabras. Nos quedan sus canciones, que a mí me ponen triste a veces. Quizá es que escuche a Aute cuando la cosa no anda muy allá y somatizo como mías sus letras más tristes, como estoy haciendo precisamente ahora.
Quiero que me crezcan las manos para asirlas a tu cuello y decirte, dulcemente, que siento no haber estado, no haber sido. Que quiero que vuelvas a mí para ayudarme a volver a ti. Y que no me iré más, no dejaré que mi mente se vaya donde sólo encuentra infelicidad y desdicha. No lo haré más, te lo prometo, porque yo no juro. Aquí me tienes, con mis entrañas esparcidas al sol de media tarde. Nunca más, te lo prometo, que yo no juro.
Nélida L. del Estal Sastre
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