Martes, 23 de Septiembre de 2025

Eugenio de Ávila
Jueves, 14 de Mayo de 2020
REPÚBLICO

El Estado y Zamora

[Img #39165]Después de ponerme, desnudo, ante el  espejo, he llegado a una conclusión definitiva: no soy ni hormiga ni abeja, por lo tanto, no tengo nada que ver con el enjambre ni el hormiguero. Traduzco: huyo del totalitarismo. Ni comunista ni fascista. Cuando más adelgace el Estado, mejor para el individuo. El Estado debería atender a la Sanidad, a la Educación y a las Fuerzas Armadas.

Ahora bien, en situaciones excepcionales como la que llevamos padeciendo desde el 14 de marzo, el Estado, a través de todas sus instituciones públicas, debe imponer sus criterios, siempre, por supuesto, bajo el respeto de la Constitución, Ley de Leyes, a la que los totalitarios, al menor descuido, transgreden. 

Escrito lo anterior, como reiteré en numerosos artículos, muy anteriores a la llegada de la pandemia vírica, insisto en que Zamora, nuestra ciudad y su provincia, necesita del Estado más que nunca. De tal manera, si el actual gobierno social-comunista, se olvida de nuestra tierra, los zamoranos viajarán al pasado económico, a la postguerra: cierre de empresas, paro por doquier, emigración de nuestra juventud en busca de oportunidades hacia provincias y regiones más favorecidas por el ejecutivo de Sánchez, como País Vasco y Cataluña, tal como ocurrió durante la Dictadura.

La pandemia económica, que ya ha llamado a nuestra muralla para entrar hasta el último negocio hasta sentarse a las mesas de autónomos y trabajadores, se llevará por delante comercios, bares, cafeterías, restaurantes. Zamora quedará arrasada. De momento, hay muchos zamoranos que no cobran un euro desde hace dos meses. En breve, habrán agotado sus ahorros. El Banco de Alimentos, Cruz Roja y Cáritas, dos organismos que dan de comer a los más desfavorecidos, carecerán de viandas para repartir entre ese sector de población que se halla en situación límite. No esperen los menesterosos  caridad de los sindicatos de ¿clase?

El Ayuntamiento de Zamora, por mucho que haya ahorrado nuestro alcalde durante estos casi cinco años en la administración de la Casa de las Panaderas, como buen padre de familia,  humilde y sencillo; con todas sus medidas que buscan favorecer a los autónomos, trabajadores y comerciantes, no da más de sí, si el Estado, ejecutivo de Sánchez y Junta de Castilla y León, no invierten en la capital y su provincia. Ni tampoco la Diputación, bien administrada por Francisco J. Requejo y los populares más decentes, será capaz de detener la deriva del sector primario hacia la inanidad. Nuestras principales instituciones se quebrarán si el Estado no acude a su rescate, como sucederá con España a no tardar, cuando Europa exija parar el despilfarro público, ejercido por los desaprensivos gobiernos de la nación, desde que al ínclito Zapatero, ni fuerza ni honor, le dio por gastar lo que no tenía, hasta este presente apocalíptico. El caballo negro del hambre y el caballo bayo de la muerte cabalgan hacia nuestra tierra.

Solo una inversión galopante en obras públicas, como la transformación en autovía de la nacional entre Zamora y la frontera portuguesa; la transferencia de los terrenos de Adif en la Estación del Ferrocarril, más el traslado  Monte La Reina de una Brigada del Ejército español, sin olvidar la inyección económica que supondrá la instalación en Barcial del Barco de la Biorrefinería Multifuncional, ejercerán como salvavidas de nuestra provincia. Y si estas necesidades, perentorias, no las exigen a su gobierno el diputado nacional Antidio Fagúndez y el senador José Fernández Blanco, se lo tendremos en cuenta, como también denuncié, cuando fue menester, a Martínez-Maíllo, durante su etapa de mano derecha o izquierda de Rajoy. Porque todos estos políticos no se deben al partido, sino a los zamoranos. Quizá se les olvida. Solo nos echan de menos cuando hay que pasarse por las urnas.

Insisto, pues, que el papel del Estado resulta determinante para que Zamora salga con vida de la pandemia económica que ya está aquí. Y no me olvido de este aserto de Bakunin: “El estado es un inmenso cementerio al que van enterrarse todas las manifestaciones de la vida individual”.

Eugenio-Jesús de Ávila

 

 

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