Martes, 23 de Septiembre de 2025

Eugenio de Ávila
Jueves, 14 de Mayo de 2020
CON LOS CINCO SENTIDOS

Desdoblamiento y refracción

[Img #39171]No sé en qué momento de la vida empecé a mirarme a través de los espejos, más allá de vasos llenos de agua o vino blanco y quise estar y ser del otro lado de la nada que se veía, porque la nada es algo, y se ve. Ese lugar en el que no perteneces a nadie y lo que te duele es un dolor suave, liviano, casi imperceptible. Es estar en la otra dimensión en la que nada te toca, pero tú tampoco puedes tocar nada. Tampoco puedes tocar a nadie. Triste paradoja.

Quise besar tu boca roja como una granada madura y se me deshizo el dibujo, se me deshizo tu boca, grano a grano, rojo a rojo, tono a tono. Quise asirte por la cintura para amarrarte a mi cuerpo y hacerte el amor con frenesí mientras nuestros cuerpos jugaran con sus fluidos, pero te evaporaste como el humo de un Habano o un de un Montecristo, más sin olor…Fue tan etéreo que me quedé con las ganas de satisfacer un cuerpo que ya no era el mío, y me dio pereza no poder compartir la pasión contigo. A solas, no es lo mismo, no te tocan otras manos que no sean las tuyas que ya reconoces…Fue extraño y revelador al mismo tiempo. No sé cuándo comencé a sentir que me diluía entre los vapores de perfumes y lencería negra frente a un espejo que distorsionaba mi figura esbelta y esculpida a golpe de cincel y martillo. Me empecé a ver como a las pinturas de Botero.

Cuanto más delgada estaba, más me distorsionaba a mí misma en mi cerebro y ahora soy un saco de huesos que se ve como a una pintura de Rubens, regordeta y saludable. Me estoy quedando al otro lado del espejo y tengo miedo a desaparecer para siempre, casi quepo entre las juntas del marco que soporta el conjunto. Casi puedo colarme sin ser vista ni oída, sin ser sentida.

Quizá sea la única forma de desaparecer para encontrarte al otro lado y hacerte el amor como no te lo hicieron jamás, mientras cabalgo sobre tu montura y los rayos refractarios de lo que creemos que es el sol, iluminan nuestros cabellos ensortijados y despeinados por el ardor guerrero. Te espero al otro lado, no tardes mucho por si desaparezco y no vuelves jamás a ver mis ojos verdes penetrar en tus entrañas como si escrutaran tus pensamientos, sin hablar, sin moverme, sólo mirándote fijamente. No estaré ya por algún tiempo, quizá no vuelva para hablar de estas cosas, sino de otras.

Creo que es el momento de desaparecer al amor y despertar en otro sitio, con gente nueva, de esa que no sabe de tu historia y no te puede dañar con ella ni mandarte al “frenopático” más cercano cada vez que abres la boca. Todos tenemos lo nuestro. Todos. Y el que diga que no, jajajajajaja, es que le hace falta un buen repaso profesional.

Tengo amigos psicólogos y psiquiatras que hacen maravillas con alguien que culpa de todos sus problemas a los demás. Siempre, ¡qué casualidad!, a os más cercanos o que más le aprecian. Eso es de una inteligencia supina, fuera de los estándares de la normalidad. Echar la culpa al que te quiere es muy socorrido, luego sal a la ventana a pedir ayuda a quien no te conoce porque el que te quiso ya ha desaparecido. Manda narices. Las personas somos cristales con aristas puntiagudas, que arañan y te hacen sangrar. Pero todo cura. Y uno aprende a esquivar esas aristas punzantes y dolorosas si se te clavan. Uno aprende a sobrevivir.

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