CON LOS CINCO SENTIDOS
Mi vida sin mí
Hoy no me siento, no me reconozco en nada de lo que me rodea. Es como si un cansancio vital me aplastase hasta dejarme sin un ápice de aliento que me ayude a continuar. Tendré que salir a la calle a buscarme por los parques, junto a los árboles bajo los que leo un libro, oliendo el perfume de las flores que me encuentro por el camino o al borde del río por el que paseo tantas veces en silencio. Creo que me he perdido y no he dejado remitente en mi rostro para que, si me encuentras, me devuelvas a mi casa. Porque seguro que me están esperando.
Quizá esté bebiendo un vino con amigos, pero como no recuerdo mi cara no sé si preguntando en todas las mesas de todos los bares que frecuentaba me den una señal sobre mí, o piensen que estoy loca y se rían de mi desesperación. Sólo recuerdo mi nombre en un papel que voló con una ráfaga de viento una mañana. Sólo eso, mi nombre. Miro mis manos y me parecen las de una extraña, me pesan los brazos y las piernas tanto que no quiero levantarme, no puedo.
Saldré a buscarme mañana, o pasado. Cuando la curvatura de mis labios muestre de nuevo una sonrisa que reconozca como mía y mi garganta articule lo más parecido a una sonora carcajada. Puede que sólo esté soñando y si dejo pasar un rato, me levante, me mire al espejo y me vea de nuevo. Si no es así, saldré a buscarme cada día hasta que logre encontrarme porque andaré por ahí perdida y sola. Y yo no sé estar sola, no valgo para eso. Necesito de los míos para respirar, te necesito a ti y no sé si me estás buscando o ya me olvidaste. ¿Recuerdas mi nombre? Es la única pista que tengo.
Nélida L. del Estal Sastre
Hoy no me siento, no me reconozco en nada de lo que me rodea. Es como si un cansancio vital me aplastase hasta dejarme sin un ápice de aliento que me ayude a continuar. Tendré que salir a la calle a buscarme por los parques, junto a los árboles bajo los que leo un libro, oliendo el perfume de las flores que me encuentro por el camino o al borde del río por el que paseo tantas veces en silencio. Creo que me he perdido y no he dejado remitente en mi rostro para que, si me encuentras, me devuelvas a mi casa. Porque seguro que me están esperando.
Quizá esté bebiendo un vino con amigos, pero como no recuerdo mi cara no sé si preguntando en todas las mesas de todos los bares que frecuentaba me den una señal sobre mí, o piensen que estoy loca y se rían de mi desesperación. Sólo recuerdo mi nombre en un papel que voló con una ráfaga de viento una mañana. Sólo eso, mi nombre. Miro mis manos y me parecen las de una extraña, me pesan los brazos y las piernas tanto que no quiero levantarme, no puedo.
Saldré a buscarme mañana, o pasado. Cuando la curvatura de mis labios muestre de nuevo una sonrisa que reconozca como mía y mi garganta articule lo más parecido a una sonora carcajada. Puede que sólo esté soñando y si dejo pasar un rato, me levante, me mire al espejo y me vea de nuevo. Si no es así, saldré a buscarme cada día hasta que logre encontrarme porque andaré por ahí perdida y sola. Y yo no sé estar sola, no valgo para eso. Necesito de los míos para respirar, te necesito a ti y no sé si me estás buscando o ya me olvidaste. ¿Recuerdas mi nombre? Es la única pista que tengo.
Nélida L. del Estal Sastre
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