Lunes, 22 de Septiembre de 2025

Nélida L. Del Estal Sastre
Martes, 19 de Mayo de 2020
CON LOS CINCO SENTIDOS

A veces las cosas no son sencillas

[Img #39375] Nadie nos entronca en una familia admirable, ni nacemos en un entorno envidiable o digno de admiración y calor de hogar, con padres leyendo cuentos a sus hijos en su regazo a luz de una chimenea acogedora. ¡Qué va! Nacemos en la cuna de una familia con personas estupendas y o en otra que nos da ganas de vomitar cuando tenemos uso de razón.

Pero ya es tarde para cambiar de familia, o intentar pasar inadvertido. Quizá podríamos coger un petate y llenarlo de fotos bonitas, ropa de calle y algo de comer para salir huyendo durante unos días, pero vive dios que nos van a acabar encontrando, aunque no queramos. Nos encuentran. Siempre nos encuentran, porque no vamos a parar muy lejos con nuestros medios, aunque la familia que nos haya tocado en gracia sea de pijos podridos de dinero o con dinero pintado que no real, sólo de cara a la galería por el “qué dirán” y eso…

Hay mucho niño pijo que no lo es, ni lo quiere ser, que quiere ser proletario, con sus lentejas calentitas para la hora de comer y sus dos huevos fritos con patatas para cenar, baño y cuento para dormir hasta el día siguiente, soñando con ser bailarina o astronauta, independientemente de si eres niño o niña, que eso de los colores en el vestir y en el pensar quedó anclado en la noche de los tiempos. Ja! Maldita sociedad que nos hace tan diferentes siendo tan iguales al nacer y queriendo lo mismo. Cariño, comprensión y reconocimiento. Esa sociedad que luego nos corrompe hasta la médula espinal y nos convierte en lenguas bífidas parlantes. Contigo sí, contigo no, bicho. Somos repugnantes.

Hay días en los que ni ganas tengo de levantarme de la cama ni conectar el televisor. ¿Para qué? A veces es mejor coger un buen libro. Al menos algo de cultura se quedará tatuada para siempre en tus neuronas. Eso no hace daño alguno, mas al contrario, te engrandece el ser. No hay dinero que pague a las buenas personas, tampoco a las sabias. Con poco sobreviven porque la frivolidad no les invade ni se le inocula a través de los medios, de las revistas, de la basura que nos intentan meter en la cabeza los programas absolutamente prescindibles de la televisión actual. Casi ninguno se salva.

Si dices el que te gusta o el que ves con asiduidad, ya estás marcado como las reses; la gente se atreve a atribuirte uno u otro color por el simple hecho de manifestar lo que piensas, sin saber que, lo más probable, es que todos los que salen de la “caja tonta” diciendo sandeces te importen menos que una mierda. Pero para el vulgo es más sencillo marca a la res, marcar al humano y mirarlo y saludarlo o retirarle el saludo si crees que no es de tu cuerda. ¿Qué cuerda? Somos tontos, pero nos vamos a morir igual.

Eso no hay dios que consiga hacernos diferentes. Deberíamos amarnos y hacer el bien porque somos perecederos. Estamos perdiendo un tiempo que nunca recuperaremos porque somos de un idiota que raya en lo exasperante. Da igual. Nos veremos todos en el mismo sitio, tarde o temprano.

Allí debe de dar igual el dinero o los posibles que tuvieras en vida. Allí todos iremos con los mismos harapos. Somos un hatajo de imbéciles.

Nélida L. del Estal Sastre

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