Ese tipo de personas

Hay una clase de persona que vaga por estos mundos de dios y se cruza en nuestra vida, y esa persona es mala de cojones. Mala y dañina. Me explico. El taco quizá sobrara, quizá viene muy a cuento porque su maldad y egolatría no merecen calificativo amable alguno. Son personas que, pese a que te dejes tiempo, salud, elogios y otras mandangas en ellas, no te lo agradecerán en su jodida vida. Ellos son lo primero. Siempre lo serán. No tienes cabida. No la tienes en su inmundo mundo.

Que tú tienes un problema de salud, familiar o de la índole que sea, ellos lo superarán con creces, por favor, nobleza obliga jajajaj. Tú serás tan inocente de desearles lo mejor, a costa de tu propio yo. Ellos jamás ni te preguntarán un simple ¿Te encuentras bien? o un sencillo y “bienqueda” que no cuesta ¿Necesitas algo? ¡Qué va! Se la suda tu vida, tu salud y tus circunstancias. Si no le afectan, se la suda todo. Así de simple. Menos mal, menos mal que claro, de esto se aprende con años de experiencia en la observación de esta especie, que los humanos normales, sensibles, empáticos y con dos dedos de frente, nos apuntamos a fuego la lección en nuestro “cuaderno de bitácora vital”, más que nada, para no caer, una vez más, que mira que somos tontos, en el mismo error fatal de querer a quien le importamos menos que una mierda pinchada en un palo. Se aprende, os lo prometo, que yo no juro, ya sabéis, soy atea.

Pues esta gentecilla sigue con su vida asquerosa corrompiendo todo aquello que toca, incluso te corrompen a ti. No te dejes. Vales un mundo, un “Potosí”, para andar perdiendo el tiempo en zarandajas y en frases que no les llegarán porque no les importan ni tus frases ni tú. Son lo que se considera como “personas tóxicas”. La verdad es que hay mucha literatura sobre este asunto enjundioso. Hay quien dice que el término “persona tóxica” no es correcto. Yo considero que debería de llamarse a esta clase de gentuza (porque son gentuza) como gilipollas. Para eso soy más pragmática, qué queréis, le veo el sentido práctico a casi todo. Si no me vale o no me aporta, a la mierda.

Esta sociedad nos ha conducido a esa manera de pensar. Aún así, con estos penosos antecedentes de los que a veces me avergüenzo, ya no caigo en falsos aduladores o encantadores de serpientes. Sigo escribiendo sobre la amistad y el amor, sea o no correspondido, sobre la lealtad y el buen hacer. En eso no voy a cambiar aunque haya evolucionado a tortas de la vida, tortas en todo el rostro y a mejilla abierta, inmaculada. El que cambia del todo y se vuelve o se pasa “al lado oscuro de la vida”, a ese, a ese hay que temerle y enfrentarse para que no nos joda a los demás. Sí. Conservad vuestro yo, que no exista otra persona dentro de vuestro ser que os diga que hacéis mal o perdéis vuestro tiempo por ser bondadosos y gentiles, educados y amables. Personas. Que esta vorágine asquerosa y demencial que nos asola (y no me refiero al Covid-19) no os trague ni os lleve por el sumidero del wáter el que se está convirtiendo esta sociedad.

Tirad de la cadena y que la mierda se vaya, pero vosotros observadla mientras se va, con un par. ¡Salud! Hoy recuerdo al gran John Steinbeck y su enorme obra “Las uvas de la ira”, en esa gran novela, Steinbeck exalta los valores de la justicia y la dignidad humana en una Norteamérica que vive una etapa de profunda injusticia económica y política en la Gran Depresión de 1929.

Steinbeck escribió en esa grandiosa novela cómo denuncia al sentirse “entristecido e indignado” por las condiciones de las víctimas de esa “Gran Depresión”, afirmando, sin dolerle prenda alguna, por eso es admirable esta frase: «Quiero colocarles la etiqueta de la vergüenza a los codiciosos cabrones que han causado esto.» Pues eso, no me queda más qué añadir. Nada.

Nélida L. Del Estal Sastre