REPÚBLICO
Pedro Sánchez, en un laberinto político
Pablo Iglesias lleva en el ADN la dictadura del proletariado. El líder de Unidas Podemos o Unidos Podamas, me parece un personaje anacrónico, como si hubiera viajado en el túnel del tiempo desde 1848 a 2020, recién llegado desde el ecuador del siglo XIX a esta centuria. Su ideología fue derrotada por la Historia. Marx, como escribí un día de estos, de vivir hoy, de conocer cómo ha evolucionado la sociedad capitalista, no sería marxista. Tampoco Jesús de Nazaret obedecería al Vaticano.
Los comunistas como Iglesias aprovechan la democracia burguesa, cual parásitos, para horadarla, desmoronarla, exprimirla y derrocarla. Largo Caballero, el último socialista bolchevique hasta la deriva actual de Pedro Sánchez, dijo, en la campaña electoral de las últimas elecciones de la II República, un 20 de enero de 1936, en un mitin en Linares, aserto esclarecedor: “La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo…”. Y más sobre las pretensiones de Largo. Verbigracia, otro mitin, 10 de febrero de 1936, en el cine Europa, lo que sigue: “…a transformación total del país no se puede hacer echando simplemente papeletas en las urnas... estamos ya hartos de ensayos de democracia; que se implante en el país nuestra democracia”. Diáfano el bautizado como Lenin español.
A un servidor no le sorprende, porque tengo mucho leído sobre marxismo, leninismo, estalinismos y otros dictadores de este calibre. Yo también, en su día, comulgué con esta fe, con esta religión que promete el paraíso en la tierra, un edén sin libertad, con hambrunas, campos de concentración, Gulag o para homosexuales, como sucedió en Cuba, idea de Guevara, purgas…
Largo Caballero, en su día, y ahora Pablo Iglesias, me parecen políticos cristalinos. No engañaron ni engañan. Son revolucionarios. Aquel, obrero, este burgués. Quieren la dictadura del proletariado. El macho alfa de Unidas quiere momentos excepcionales para asaltar los cielos. Todas sus declaraciones se dirigen a ese escenario. El acuerdo con Bildu forma parte de su estrategia. Iglesias fue un buen cliente de las “Herrico tabernas”. Los filoetarras y Unidas Podemos comparten idéntica ideología. Aquellos asesinaron a mansalva. La formación morada, no. Pero, en lo esencial, comulgan en ideas y pretensiones. Los vascos desean una Albania de Hoxha en el Cantábrico. Los de Iglesias, una Unión Soviética en España.
Pedro Sánchez tiene dos opciones: enfatizar en su bolchevismo para dar un golpe de Estado contra la democracia, o purgar a su gobierno de comunistas. Si elige emular a Largo Caballero, recuerdo lo que El País, el gran medio del grupo Prisa, el intelecto del PSOE, que tanto ha apoyado al actual presidente del Gobierno, escribe en su editorial, tras el acuerdo con Bildu: “Esta vez las cosas han ido demasiado lejos, y la única manera en la que podría contener la hemorragia política provocada por el acuerdo sobre la reforma laboral en un contexto impropio y con un socio inadecuado es depurando responsabilidades. De no hacerlo con urgencia, será el propio presidente Sánchez el que se arriesgue a perder toda cobertura, llevando al país a una vía muerta institucional cuando lo que requiere es emprender cuanto antes el largo y doloroso camino que le queda por recorrer".
Pedro Sánchez se halla, pues, en un laberinto político. Como Teseo deberá acabar con el Minotauro Iglesias, si no quiere arruinar su carrera en la res pública y conducir a la nación a una brutal pandemia económica de incalculable consecuencias. ¿Libertad o dictadura del proletariado burgués?
Eugenio-Jesús de Ávila
Pablo Iglesias lleva en el ADN la dictadura del proletariado. El líder de Unidas Podemos o Unidos Podamas, me parece un personaje anacrónico, como si hubiera viajado en el túnel del tiempo desde 1848 a 2020, recién llegado desde el ecuador del siglo XIX a esta centuria. Su ideología fue derrotada por la Historia. Marx, como escribí un día de estos, de vivir hoy, de conocer cómo ha evolucionado la sociedad capitalista, no sería marxista. Tampoco Jesús de Nazaret obedecería al Vaticano.
Los comunistas como Iglesias aprovechan la democracia burguesa, cual parásitos, para horadarla, desmoronarla, exprimirla y derrocarla. Largo Caballero, el último socialista bolchevique hasta la deriva actual de Pedro Sánchez, dijo, en la campaña electoral de las últimas elecciones de la II República, un 20 de enero de 1936, en un mitin en Linares, aserto esclarecedor: “La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo…”. Y más sobre las pretensiones de Largo. Verbigracia, otro mitin, 10 de febrero de 1936, en el cine Europa, lo que sigue: “…a transformación total del país no se puede hacer echando simplemente papeletas en las urnas... estamos ya hartos de ensayos de democracia; que se implante en el país nuestra democracia”. Diáfano el bautizado como Lenin español.
A un servidor no le sorprende, porque tengo mucho leído sobre marxismo, leninismo, estalinismos y otros dictadores de este calibre. Yo también, en su día, comulgué con esta fe, con esta religión que promete el paraíso en la tierra, un edén sin libertad, con hambrunas, campos de concentración, Gulag o para homosexuales, como sucedió en Cuba, idea de Guevara, purgas…
Largo Caballero, en su día, y ahora Pablo Iglesias, me parecen políticos cristalinos. No engañaron ni engañan. Son revolucionarios. Aquel, obrero, este burgués. Quieren la dictadura del proletariado. El macho alfa de Unidas quiere momentos excepcionales para asaltar los cielos. Todas sus declaraciones se dirigen a ese escenario. El acuerdo con Bildu forma parte de su estrategia. Iglesias fue un buen cliente de las “Herrico tabernas”. Los filoetarras y Unidas Podemos comparten idéntica ideología. Aquellos asesinaron a mansalva. La formación morada, no. Pero, en lo esencial, comulgan en ideas y pretensiones. Los vascos desean una Albania de Hoxha en el Cantábrico. Los de Iglesias, una Unión Soviética en España.
Pedro Sánchez tiene dos opciones: enfatizar en su bolchevismo para dar un golpe de Estado contra la democracia, o purgar a su gobierno de comunistas. Si elige emular a Largo Caballero, recuerdo lo que El País, el gran medio del grupo Prisa, el intelecto del PSOE, que tanto ha apoyado al actual presidente del Gobierno, escribe en su editorial, tras el acuerdo con Bildu: “Esta vez las cosas han ido demasiado lejos, y la única manera en la que podría contener la hemorragia política provocada por el acuerdo sobre la reforma laboral en un contexto impropio y con un socio inadecuado es depurando responsabilidades. De no hacerlo con urgencia, será el propio presidente Sánchez el que se arriesgue a perder toda cobertura, llevando al país a una vía muerta institucional cuando lo que requiere es emprender cuanto antes el largo y doloroso camino que le queda por recorrer".
Pedro Sánchez se halla, pues, en un laberinto político. Como Teseo deberá acabar con el Minotauro Iglesias, si no quiere arruinar su carrera en la res pública y conducir a la nación a una brutal pandemia económica de incalculable consecuencias. ¿Libertad o dictadura del proletariado burgués?
Eugenio-Jesús de Ávila
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