OPINIÓN
Gobierno pasmado, Gobierno plasmado
Óscar de Prada López
Ahora que miran o empiezan a mirar con lupa cualquier crítica, por legítima que sea, bueno es hacerla instructiva. El mejor amigo de un periodista es el diccionario, ésa es una de las lecciones básicas en la facultad. Y nunca está de más recurrir a términos del pasado para ilustrar una situación del presente. O, cuando menos, mezclar humor y erudición a partes iguales. También un artículo de opinión es cultura, no sólo envoltorio potencial de carnes y pescados en el mercado de abastos. Hay calificativos en desuso a los que bien podría acompañar más de un retrato político actual. Ayer, perdido entre sus hojas, me dio por cosechar apelativos curiosos y no pude evitar sonreírme. Cualquiera podría pensar que el cansino histórico de José Mota ha firmado esta columna, dados los elementos que la conforman. Aunque alguno echará más en falta al Tío la Vara.
Así pues, vayamos al grano como el cuervo al sembrado. ¿Qué mérito tiene reconocer al Ejecutivo como un inútil integral o reducirlo a un color? Es mejor referenciarlo como un colectivo de ablandabrevas, alcornoques, aceitunos, cabezabuques, cagarrutas, cenutrios, figurines, hartosopas, mequetrefes, obtusos, papamoscas, pejigueras, pelanas, petimetres y sandíos. Si lo que se desea es dejar constancia del desprecio colectivo al que se hace acreedor, podríase emplear justamente expresiones como canalla, facineroso, felón, miserable, pérfido, sabandija o sanguijuela. Pero si prefieres decir que no te inspira confianza hasta el punto de echarte para atrás, siempre puedes contar con términos como callicuezo, cantamañanas, caracartón, chirinvaina, embaucador, fariseo, filibustero o palabrero.
Cumplido es reconocer a este Ejecutivo su labor encomiable para dotar de argumentos demoledores a la oposición. Puede vender su mensaje progresista al pueblo en mil y una comparecencias, del mismo modo que Sherezade al sultán cada noche, a fin de eludir su ira con bellas palabras. Hablando y/o presumiendo por encima de sus posibilidades reales como buen balandrón, bocazas, currutaco, fardón, farolero, gallito, matasiete o morroestufa. Cuanto más tarda en reconocer el PSOE su nefasta gestión, más miedo demuestra a las consecuencias lógicas de sus actuaciones. La cobardía siempre fue demérito para no fiarse a quien no confía en sí mismo. Si llamamos tuercebotas al mal futbolista, ¿cómo denominar al político cobarde? Acoquinado, agonías, amilanado, cagalindes, mandilón, medroso o pacato. Por ejemplo.
Próximos al ecuador junino, sigue agravándose la situación económica mientras el Gobierno va agraviando a propios y extraños. Agrandando, a su vez, la distancia entre lo que piensa Sánchez de sí mismo y lo que cada vez más ciudadanos cacerolean de él. La última no tiene desperdicio, un pacto soterrado con una fuerza política ínfima e infame a cambio de un apoyo momentáneo. Lástima no confrontar al Pedro de hoy con el de julio de 2019, cuando afirmaba y reiteraba -en letanía autolapidaria ante Navarra TV- que nunca pactaría con Bildu. Nueva vuelta de tuerca al concepto de tirar piedras contra tu propio tejado, añadiendo el efecto retroactivo. Donde dije digo digo Diego, porque yo lo valgo. Y si a alguno le da por reconvenir, podrá salirle con una letra carnavalesca: “Si no te gusta el cuplé, si no te ríes con él y si tampoco lo pasas bien con estos ministros chirigoteros… la culpa no es de nosotros (...)".
Ahora que miran o empiezan a mirar con lupa cualquier crítica, por legítima que sea, bueno es hacerla instructiva. El mejor amigo de un periodista es el diccionario, ésa es una de las lecciones básicas en la facultad. Y nunca está de más recurrir a términos del pasado para ilustrar una situación del presente. O, cuando menos, mezclar humor y erudición a partes iguales. También un artículo de opinión es cultura, no sólo envoltorio potencial de carnes y pescados en el mercado de abastos. Hay calificativos en desuso a los que bien podría acompañar más de un retrato político actual. Ayer, perdido entre sus hojas, me dio por cosechar apelativos curiosos y no pude evitar sonreírme. Cualquiera podría pensar que el cansino histórico de José Mota ha firmado esta columna, dados los elementos que la conforman. Aunque alguno echará más en falta al Tío la Vara.
Así pues, vayamos al grano como el cuervo al sembrado. ¿Qué mérito tiene reconocer al Ejecutivo como un inútil integral o reducirlo a un color? Es mejor referenciarlo como un colectivo de ablandabrevas, alcornoques, aceitunos, cabezabuques, cagarrutas, cenutrios, figurines, hartosopas, mequetrefes, obtusos, papamoscas, pejigueras, pelanas, petimetres y sandíos. Si lo que se desea es dejar constancia del desprecio colectivo al que se hace acreedor, podríase emplear justamente expresiones como canalla, facineroso, felón, miserable, pérfido, sabandija o sanguijuela. Pero si prefieres decir que no te inspira confianza hasta el punto de echarte para atrás, siempre puedes contar con términos como callicuezo, cantamañanas, caracartón, chirinvaina, embaucador, fariseo, filibustero o palabrero.
Cumplido es reconocer a este Ejecutivo su labor encomiable para dotar de argumentos demoledores a la oposición. Puede vender su mensaje progresista al pueblo en mil y una comparecencias, del mismo modo que Sherezade al sultán cada noche, a fin de eludir su ira con bellas palabras. Hablando y/o presumiendo por encima de sus posibilidades reales como buen balandrón, bocazas, currutaco, fardón, farolero, gallito, matasiete o morroestufa. Cuanto más tarda en reconocer el PSOE su nefasta gestión, más miedo demuestra a las consecuencias lógicas de sus actuaciones. La cobardía siempre fue demérito para no fiarse a quien no confía en sí mismo. Si llamamos tuercebotas al mal futbolista, ¿cómo denominar al político cobarde? Acoquinado, agonías, amilanado, cagalindes, mandilón, medroso o pacato. Por ejemplo.
Próximos al ecuador junino, sigue agravándose la situación económica mientras el Gobierno va agraviando a propios y extraños. Agrandando, a su vez, la distancia entre lo que piensa Sánchez de sí mismo y lo que cada vez más ciudadanos cacerolean de él. La última no tiene desperdicio, un pacto soterrado con una fuerza política ínfima e infame a cambio de un apoyo momentáneo. Lástima no confrontar al Pedro de hoy con el de julio de 2019, cuando afirmaba y reiteraba -en letanía autolapidaria ante Navarra TV- que nunca pactaría con Bildu. Nueva vuelta de tuerca al concepto de tirar piedras contra tu propio tejado, añadiendo el efecto retroactivo. Donde dije digo digo Diego, porque yo lo valgo. Y si a alguno le da por reconvenir, podrá salirle con una letra carnavalesca: “Si no te gusta el cuplé, si no te ríes con él y si tampoco lo pasas bien con estos ministros chirigoteros… la culpa no es de nosotros (...)".