OPINIÓN
Con la guardia baja
Óscar de Prada López
El pasado 11 de mayo, El Confidencial informaba de un aviso emitido por la Policía Nacional (PN) y la Guardia Civil (GC) al Gobierno sobre un otoño de manifestaciones y disturbios. Las Fuerzas de Seguridad preveían y prevén un aumento de la conflictividad social tras el verano por las protestas contra la gestión de Moncloa, reivindicaciones laborales y una nueva ofensiva secesionista. Habría que estar ciego, sordo, mudo y aislado en un punto remoto para no percibir ni pronosticar tales movimientos. Especialmente el último, al considerar que en octubre hará tres años del butifarréndum del 1-O y uno de la sentencia contra los líderes del procés. A aquella sentencia le siguieron imágenes y declaraciones propias de la Semana Trágica de Barcelona, en el verano de 1909. Acción-reacción.
Este principio también pudo constatarse cuando, a finales de abril, Moncloa eliminó la presencia de cargos de las Fuerzas Armadas, la PN y la GC en la rueda de prensa diaria del Comité Técnico. Curiosamente, después de ese “lapsus” del jefe del Estado Mayor de la Benemérita –J.M.S.– cuando destacó que en la lucha contra bulos online hay dos frentes: evitar el estrés social y minimizar el clima contrario a la gestión de la crisis por parte del Ejecutivo (sic). La liebre saltó de tal forma que VOX anunció más medidas legales y la Asociación JUCIL –defensora de los derechos y la equiparación salarial del Cuerpo– solicitó el cese inmediato de ese alto cargo. Asimismo, manifestó que sus miembros se deben a la protección del Estado de Derecho pero no a la protección de los intereses partidistas de los grupos políticos del Gobierno (sic).
Las declaraciones de Grande-Marlaska recogidas por Europa Press, entonando un mea culpa impostado, dejaron claro que el Gobierno admitía autocríticas y errores pero no se arrepentía de su actuación. "Arrepentimiento suena a culpabilidad. Es algo distinto". Para la gente de fe que procura mantener la higiene en su alma, hay cinco pasos para confesarse y siempre en el mismo orden. De los dos primeros -examen de conciencia y arrepentimiento o contrición- sólo se presupone el inicial, según las palabras del ministro. Puede que ninguno de los miembros del Ejecutivo tenga conciencia o que rehúyan toda posibilidad de reconocer realmente sus fallos. Ninguna de esas posibilidades es grata. Pero aun menos grato es cavilar si no desean que absolutamente nadie se los eche en cara, a fin de ser ellos mismos sus propios jueces. Admitir lo que has hecho mal sin arrepentirte de ello implica que puedes repetirlo por partida doble, la pifia y la falta de enmienda. Luego no se ha hecho nada de provecho para prevenirlo.
Nadie es buen Sherlock Holmes de sí mismo, de ahí que la máxima del oráculo de Delfos (“Conócete a ti mismo”) sea tan difícil de cumplir. ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar Sánchez y su coalición, en busca de su bienestar propio y a costa de no saber estar bien con sus conciudadanos o los cuerpos de seguridad? No basta hoy con tener oídos y querer oír; toda libertad puede quedar en entredicho, con tanta dicción y contradicción en este final del túnel. Ni expresión, ni pensamiento, ni audición a este paso. Conforme se recuperan sensaciones -bares abiertos, vuelta de la Liga el 8 de junio, movilidad intermitente, fases avanzadas, negocios abiertos- se pueden perder otras conocidas en el confinamiento. La mente suele tirar a la papelera todo lo malo, apenas ha pasado. No debería ser así cuando lo peor continúa y continuará.
El pasado 11 de mayo, El Confidencial informaba de un aviso emitido por la Policía Nacional (PN) y la Guardia Civil (GC) al Gobierno sobre un otoño de manifestaciones y disturbios. Las Fuerzas de Seguridad preveían y prevén un aumento de la conflictividad social tras el verano por las protestas contra la gestión de Moncloa, reivindicaciones laborales y una nueva ofensiva secesionista. Habría que estar ciego, sordo, mudo y aislado en un punto remoto para no percibir ni pronosticar tales movimientos. Especialmente el último, al considerar que en octubre hará tres años del butifarréndum del 1-O y uno de la sentencia contra los líderes del procés. A aquella sentencia le siguieron imágenes y declaraciones propias de la Semana Trágica de Barcelona, en el verano de 1909. Acción-reacción.
Este principio también pudo constatarse cuando, a finales de abril, Moncloa eliminó la presencia de cargos de las Fuerzas Armadas, la PN y la GC en la rueda de prensa diaria del Comité Técnico. Curiosamente, después de ese “lapsus” del jefe del Estado Mayor de la Benemérita –J.M.S.– cuando destacó que en la lucha contra bulos online hay dos frentes: evitar el estrés social y minimizar el clima contrario a la gestión de la crisis por parte del Ejecutivo (sic). La liebre saltó de tal forma que VOX anunció más medidas legales y la Asociación JUCIL –defensora de los derechos y la equiparación salarial del Cuerpo– solicitó el cese inmediato de ese alto cargo. Asimismo, manifestó que sus miembros se deben a la protección del Estado de Derecho pero no a la protección de los intereses partidistas de los grupos políticos del Gobierno (sic).
Las declaraciones de Grande-Marlaska recogidas por Europa Press, entonando un mea culpa impostado, dejaron claro que el Gobierno admitía autocríticas y errores pero no se arrepentía de su actuación. "Arrepentimiento suena a culpabilidad. Es algo distinto". Para la gente de fe que procura mantener la higiene en su alma, hay cinco pasos para confesarse y siempre en el mismo orden. De los dos primeros -examen de conciencia y arrepentimiento o contrición- sólo se presupone el inicial, según las palabras del ministro. Puede que ninguno de los miembros del Ejecutivo tenga conciencia o que rehúyan toda posibilidad de reconocer realmente sus fallos. Ninguna de esas posibilidades es grata. Pero aun menos grato es cavilar si no desean que absolutamente nadie se los eche en cara, a fin de ser ellos mismos sus propios jueces. Admitir lo que has hecho mal sin arrepentirte de ello implica que puedes repetirlo por partida doble, la pifia y la falta de enmienda. Luego no se ha hecho nada de provecho para prevenirlo.
Nadie es buen Sherlock Holmes de sí mismo, de ahí que la máxima del oráculo de Delfos (“Conócete a ti mismo”) sea tan difícil de cumplir. ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar Sánchez y su coalición, en busca de su bienestar propio y a costa de no saber estar bien con sus conciudadanos o los cuerpos de seguridad? No basta hoy con tener oídos y querer oír; toda libertad puede quedar en entredicho, con tanta dicción y contradicción en este final del túnel. Ni expresión, ni pensamiento, ni audición a este paso. Conforme se recuperan sensaciones -bares abiertos, vuelta de la Liga el 8 de junio, movilidad intermitente, fases avanzadas, negocios abiertos- se pueden perder otras conocidas en el confinamiento. La mente suele tirar a la papelera todo lo malo, apenas ha pasado. No debería ser así cuando lo peor continúa y continuará.