Sobre la muralla y su futuro

Nunca olvidaré que fue Rosa Valdeón la alcaldesa que fijó, limpió y dio esplendor a más de una veintena de templos románicos de la ciudad durante su etapa como inquilina de la Casa de las Paneras. Sus dos mandatos hubieran merecido la pena solo por esa decisión. Pero Francisco Guarido pasará también a nuestra historia por su afán en dejar exenta la vieja muralla de Zamora y, si es posible, porque ya no es menester de su cargo, sino del Estado, en concreto del Ministerio de Cultura, restaurarla.

Este alcalde fue siempre un enamorado del patrimonio monumental de nuestra ciudad. Tuvo una gran idea que la Justicia convirtió en solo un deseo: crear un gran mirador al Duero desde la muralla, desde las Peñas de Santa Marta. Desde que inició su mandato, allá, por el lejano 2015, se empeñó, con diferentes métodos, en permitir que los lienzos de la muralla de la avenida de la Feria pudiesen ser admirados. Y, con el espíritu de la hormiga, se puso a trabajar en tal menester. Hoy, en la Junta de Gobierno Local, anunció que, al terminar este año 2020, toda esa ronda defensiva se encontrará libre de inmuebles. Después, habrá que intervenir en algunos muros en pésimo estado, y, una vez logrado ese objetivo, acondicionar toda esa magnífica zona, que se convertirá, sin lugar a dudas, en uno de los espacios urbanos más admirados por los zamoranos y el turismo cultural. Enhorabuena.

No obstante, rogaría al Ayuntamiento de Zamora que ordenara a su Servicio de Urbanismo un estudio del estado en que se encuentra el terreno, adosado a la muralla, en Trascastillo, porque el paseo que lo circunda muestra numerosos desprendimientos de materiales, rocas, de diferentes tamaños, y diversos materiales, que podrían suponer un peligro para viandantes y vehículos que circulan por la calzada. También habría que arrancar esos árboles del lugar para permitir que se contemplara todo el recinto amurallado en su plenitud. Pero ya digo que un estudio edafológico de esa plataforma de tierra junto a la muralla de Trascastillo no vendría nada mal.

Eugenio-Jesús de Ávila