La importancia vital de la inteligencia emocional

Decía Charles Dickens, fallecido tal día como hoy, hace ciento cincuenta años, que "Hay una sabiduría de la cabeza y una sabiduría del corazón". Pues bien, es lo que marca la diferencia esencial entre lo que se denomina como la Inteligencia Racional y la tan denostada, e incluso obviada, Inteligencia Emocional.

Hay muchos ilustres cerebros patrios y foráneos que piensan que la inteligencia emocional es para los que no son inteligentes. Me explico. Que si no eres inteligente “de serie”, no hay nada más de qué hablar, que eso de la “inteligencia emocional” es un invento de la psicología moderna para compensar las carencias en el cerebro de un altísimo porcentaje de la población con un cociente intelectual normal, bajo, o incluso, superior a la media.

Esto último jamás lo reconocerán puesto que su tesis es que la inteligencia emocional no te lleva a encontrar un buen trabajo, ni a superar con éxito los estudios, ni a conseguir con nota un merecido reconocimiento en cualquier carrera cursada. ERROR FATAL.

Para este tipo de personas, que son multitud y masa, la inteligencia está en la nota que sacas, en tu expediente académico. Sin más. De nada les sirven argumentos como la bondad, que yo considero y ya os digo desde ahora para que quede claro y diáfano, es la cualidad suprema que denota la inteligencia del ser humano. Pues bien, si las notas dicen que eres de 8, eres de 8, notable, por tanto. Si eres de 9,5 ya has subido un escalón importante en el mundo de lo “medible”, eres sobresaliente. Felicidades.

Pero si tu nota es un 4, eres un Don Nadie, no llegarás jamás a ser algo medianamente importante en un mundo que lo mide todo; tu altura, tu grosor, el largo de tus pestañas, el dinero de tu familia o el tamaño de tu pene. Eso si eres hombre, porque si eres mujer, como yo, se te juzgará tan duramente que serás nadie casi siempre, aunque hayas parido con dolor, llevado una casa y trabajado a tiempo completo o parcial la mayor parte de tu penosa existencia. Es así. La sociedad es machista, mucho. Da asco y hace que mujeres que sobresalen por su intelecto se queden ensombrecidas por hombres bastante más mediocres…

Todo porque somos capaces de dar y crear vida. Qué paradoja más cabrona. A lo que iba, que los que pensáis que la inteligencia se mide por centímetros como la altura, por las notas, por los resultados de un test o una prueba estandarizada, os he de decir que no sabéis hasta qué punto os equivocáis. Es algo que los que viven del dinero, de los beneficios y de joder o otros para llegar más arriba no sabrán jamás. Y morirán sin saberlo, porque no son tan inteligentes, al menos, no de manera completa y complementaria.

Howard Gardner habla de las “Inteligencias Múltiples”. Cada persona puede destacar en algo para lo que otras son absolutamente “negadas”. Es así. A veces pienso que si el mundo estuviese gobernado por personas con una alta inteligencia emocional, con empatía, amor al prójimo y capacidad de sacrifico por el otro, seríamos dioses. Cuánta falta hacen personas con un alto sentido de la justicia, con amor y admiración por las letras, por la pintura, la música, el arte.

Casi me conformo con personas que se puedan poner, de vez en cuando, en tu lugar. ¿Es que acaso no sabéis lo que enriquece y enaltece el espíritu el hecho de sentir como propias vivencias ajenas? ¿Es que acaso no estamos tan desconectados de la vida que hasta los sentimientos poco o nada nos importan? En qué clase de especie nos hemos llegado a convertir para no reparar en ello.

Somos inteligentes. Sí. Se nos presupone ese raciocinio extra a la animalidad. Pero bien poco lo demostramos. Prefiero una persona que me escuche, que me entienda, que me coja de la mano y me dé calor, a otra que haya sacado un 10 pero no sepa lo que significa tu primer beso de amor.

Nélida L. del Estal Sastre