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Redacción
Miércoles, 10 de Junio de 2020
OPINIÓN

Chernóbil carpetovetónico

Óscar de Prada López

[Img #40295]El informe del forense adscrito al Juzgado de Instrucción nº 51, encargado de investigar el papel del 8-M en la expansión del covid-19 y publicado el pasado martes, es elocuente cuando menos. No sólo habla de una hecatombe sanitaria, ya previsible a finales de febrero y no ahora. También advierte que tres hombres subestimaron la gravedad del virus y su futuro desarrollo. El trío calavera formado por Salvador Illa, Fernando Simón y José Manuel Franco. A título personal aquél era ministro de Sanidad, ése director del Centro de Coordinación de Alertas Sanitarias y éste delegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid. A cada cual lo suyo, con su sueldo y sus labores. Pero no es lo mismo atribuirles unas funciones que saber -a ciencia cierta- que pueden desempeñarlas.

 

Otro trío, juzgado años atrás por su implicación en un desastre colosal, estaba formado por Victor Bryujanov y Nikolai Fomin y Anatoly Dyatlov. Uno era director de central nuclear, otro ingeniero jefe de la misma y el último ingeniero adjunto a cargo del reactor nº 4. Todos ellos estaban presentes en la ciudad ucraniana de Prípiat, la madrugada del 26 de abril de 1986. Su región bautizó una pesadilla aún más inquietante y duradera que esta pandemia sanitaria: Chernóbil. Si bien es verdad que la serie de HBO los pinta como villanos, no es menos cierto que no fueron los únicos en ser juzgados por aquella explosión. Según un ex operador de la planta soviética y testigo del suceso, Oleksiy Breus, no era tan fiero el león como lo pintaban. Entendiendo por ‘león’ cualquier miembro de ese trío y no la peligrosidad latente de la radioactividad incesante. Debe ser verdad, dado que uno de ellos -Fomin- volvió a trabajar en otra central tras cumplir condena. Ejem.

 

Puede que la serie no haga justicia a los directivos de la central pero sí denuncia los problemas de una falta de comunicación real. O el fin lógico de no querer admitir los horrores de tus errores. Puede que el vicepresidente segundo ame “Juego de Tronos” pero no creo que sonriese ante tal retrato siniestro del régimen soviético, por muy aficionado que sea a las series o por mucho que se definiera comunista en sus trincheras ideológicas. El tema de su responsabilidad respecto a las residencias de ancianos ha ido directo a su línea de flotación. Y en ello, como en tantas cosas, ha preferido ir de perfil y no de frente al saber por dónde van los tiros. Ya lo advierte Valery Legasov (Jared Harris) durante el juicio por los hechos: “(…) Cuando la verdad ofende, nosotros mentimos y mentimos hasta que olvidamos que la verdad sigue ahí. Y aun así, sigue ahí. Cada mentira que decimos supone una deuda a la verdad. Tarde o temprano, esa deuda se paga (…)”

 

Ahora que estamos al final del túnel y se nos advierte cuán fácil sería retornar a la etapa 0 de confinamiento, hace falta recordar todas las mentiras e incoherencias registradas. La mente no olvida el dolor de una experiencia para prevenir que se repita, ¿por qué iba a ser la gestión de esta pandemia una excepción? No acercas la mano desnuda a una llama si has experimentado una quemadura antes. El recuento oficial de víctimas en el desastre nuclear de Chernóbil es de 31, el oficioso ronda entre miles y decenas de miles. A su vez, las cifras de fallecidos por coronavirus en España están lejos de cerrarse y de admitirse. Conforme o no a las directrices de la OMS. Seas Gobierno u oposición, familiar de una víctima o no, debería primar la verdad por encima de todo y hacerla efectiva en las urnas. Si se puede temer el precio de la verdad, más aterrador y prolongado puede ser ahora el precio de la mentira. O el de sus consecuencias.

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