MI VECINA MARISOL
La pandemia de Zamora
No, no voy a hablar hoy de cómo se ha llevado el tratamiento de la pandemia en esta tierra porque, si me remito al ámbito sanitario, no tengo criterio profesional en ese sentido, y si lo dejamos en el ámbito general, simplemente se ha hecho lo que nos han mandado hacer. Bueno, no todos. Es verdad que hemos visto a determinadas personas deambulando fuera de su horario establecido, y no un día, ni dos, sino como costumbre. Hemos visto a algunos ciudadanos que iban tres y cuatro veces al mismo establecimiento, en el mismo día, a hacer compras, cuando lo estipulado era que se hiciera todo en una sola salida y, a ser posible, una o dos veces a la semana. Ya sé, ya sé, el pan se compra todos los días, pero no tres veces, amigo.
En realidad, de lo que quiero hablar es de una reflexión que me ha hecho mi vecina Marisol que, como es habitual en ella, va muy acertada. Se trata de la forma tan peculiar que tenemos los zamoranos, dice ella, de enfocar las cosas, de reivindicar necesidades, de plantear quejas y de cómo se actúa en realidad después, a la hora de la verdad.
En las últimas semanas se ha desarrollado una campaña para solicitar el apoyo al comercio zamorano, a la tienda de proximidad, a la hostelería, en general, a todos los negocios de autónomos o pequeños empresarios que, por desgracia pandémica, han tenido que mantener las puertas cerradas durante el periodo de confinamiento, o han tenido que acogerse a algún ERTE para intenta salvar a su empresa o ha visto mermada notablemente su facturación durante los tres meses que llevamos de anomalías sanitarias y económicas. Es correcta la campaña de solicitud de apoyo para que, ahora que vamos pudiendo salir a una terraza a tomar un aperitivo, o que la totalidad de las tiendas y negocios han podido abrir e incorporarse a la gilipollez esa de “la nueva normalidad”, podamos aportar nuestra voluntad y nuestros euros para que la economía empiece a moverse y el flujo de dinero a comience a rotar. Hasta ahí todo correcto, incluso muy procedente.
-Pero aquí somos especiales para todo-, dice Marisol.
-¿Por qué dices eso?-, le pregunto yo.
-Pues porque se me ha dado el caso de acudir a un par de terrazas, céntricas, aprovechando también el buen tiempo, y tratando de colaborar con esa petición de ayuda, y me he encontrado con la desagradable sorpresa de que han subido los precios-.
Ante mi sorpresa por la información, mi vecina me añade que, en algún caso, las subidas han sido de forma abusiva y descarada, según ha podido comprobar por denuncias expresadas en redes sociales, con documentos justificativos del abuso.
-Pues no me parece que la mejor forma de ayudar a la economía local sea que ellos mismos nos suban los precios-, le digo yo a mi vecina.
-Claro, yo entiendo que con todo el protocolo de distanciamiento, seguridad, limpieza y demás, tendrán más gastos, pero no me parece de recibo que esos gastos tengan que soportarlos los clientes-, me responde, con toda la razón.
No sé si Zamora es el único lugar en el que se ha aprovechado esta coyuntura para hacer una subida de precios, probablemente no, habrá otros sitios donde también haya “listos” que argumentan cualquier cosa para ampliar el margen de beneficios, acordémonos de la equiparación tan peculiar que hicimos entre la moneda de cien pesetas y la del euro cuando pasamos a la moneda única europea, ¡de traca!, para estas cosas, imaginación no nos falta. Pero, creo yo, al igual que mi vecina, que si estoy pidiendo ayuda y colaboración al ciudadano y al cliente para que me ayude a salvar el negocio, no parece muy “de recibo” ni coherente subirle el precio del servicio. ¿Por qué el cliente último tiene que pagar el dispendio que le ocasionan las nuevas medidas sanitarias y de seguridad que manda el Gobierno?. Corren el riesgo de que le digan “ahí te quedas”, como decía Gila, y “help yourself”, o lo que es lo mismo, que te ayude tu pastelera madre.
-Lo que quiero decir-, continúa Marisol, -es que, en Zamora somos muy de pedir … que nos lo hagan los demás, de aportar poco, de criticar mucho y de ponerle obstáculos al vecino. Y, hablando de obstáculos, y de vecino-, insiste mi vecina, -hemos pasado estos tres meses pendientes de la pandemia, de la desgracia de los fallecidos, de los contagios, de la gran labor que han realizado los sanitarios, los auxiliares, los repartidores, los transportistas, los cuerpos y fuerzas de seguridad y un largo etcétera de personal, a que antes no se le hacía ni caso y que ahora han demostrado que son imprescindibles para que un país funcione. Hemos pasado tres meses en los que, afortunadamente, nos hemos olvidado de los pesados de los independentistas y su matraca, por ejemplo, pero, hay otras cosas de las que no debemos olvidarnos-.
-¿Qué cosas, Marisol?-.
-Pues mira, hay un montón de proyectos que han quedado en el aire y que, ahora más que nunca, hace falta retomar y relanzar cuanto antes para que Zamora no se hunda en la miseria definitivamente-.
Me recuerda que Zamora ha perdido aproximadamente dos mil habitantes en el último año; por cada nacimiento hay tres defunciones, que unido a la cantidad de jóvenes que han tenido que marcharse a buscarse la vida fuera de aquí nos está dejando más solos que la estatua de Viriato.
Están pendientes de avance proyectos, como la Biorrefinería de Barcial del Barco, que crearán unos cuantos puestos de trabajo. Están pendientes también proyectos que Zamora 10 tiene en cartera, como la N-122, Montelarreina, el Mercado de Abastos, Centro de Innovación del Ovino y otros. Lo curioso del caso, me dice mi vecina, que, por lo visto, tiene amigos hasta en el infierno, es que hay más de un interesado en que alguno de estos proyectos de Zamora 10 no progrese. Es más, opina que algún prócer zamorano dormiría más tranquilo si Zamora 10 despareciese porque, según Marisol, está quedando en evidencia por su despreocupación con la provincia al no haber lanzado anteriormente determinados proyectos que Zamora 10 tiene ahora en su punto de mira.
-En lugar de apoyar la magnífica labor que está llevando a cabo esta organización, intentan desprestigiarla para no quedar con el culo al aire-, remata mi vecina.
Y antes de despedirse me recuerda que también está pendiente la construcción del nuevo museo de semana santa. ¿Por qué no se ha vuelto a saber nada, una vez más, del dichoso museo?. La Construcción solo ha estado parada dos semanas durante todo este periodo de COVID19 y la semana santa quedó suspendida casi desde el principio, luego, ¿por qué no se ha movido nada?.
-La pandemia de Zamora no es nueva, estamos padeciéndola desde hace muchos años y se llama caciquismo. Y para esa pandemia la única vacuna que existe se llama “acudir a las urnas”, para quitarlos de ahí de una vez por todas, y no tragar con todo aquello que a estos caciques les venga bien. Hay que mirar por el bien de Zamora, no por el de algunos interesados -. Y se fue a hacer un cochifrito, según me dijo.
Kebedo.
No, no voy a hablar hoy de cómo se ha llevado el tratamiento de la pandemia en esta tierra porque, si me remito al ámbito sanitario, no tengo criterio profesional en ese sentido, y si lo dejamos en el ámbito general, simplemente se ha hecho lo que nos han mandado hacer. Bueno, no todos. Es verdad que hemos visto a determinadas personas deambulando fuera de su horario establecido, y no un día, ni dos, sino como costumbre. Hemos visto a algunos ciudadanos que iban tres y cuatro veces al mismo establecimiento, en el mismo día, a hacer compras, cuando lo estipulado era que se hiciera todo en una sola salida y, a ser posible, una o dos veces a la semana. Ya sé, ya sé, el pan se compra todos los días, pero no tres veces, amigo.
En realidad, de lo que quiero hablar es de una reflexión que me ha hecho mi vecina Marisol que, como es habitual en ella, va muy acertada. Se trata de la forma tan peculiar que tenemos los zamoranos, dice ella, de enfocar las cosas, de reivindicar necesidades, de plantear quejas y de cómo se actúa en realidad después, a la hora de la verdad.
En las últimas semanas se ha desarrollado una campaña para solicitar el apoyo al comercio zamorano, a la tienda de proximidad, a la hostelería, en general, a todos los negocios de autónomos o pequeños empresarios que, por desgracia pandémica, han tenido que mantener las puertas cerradas durante el periodo de confinamiento, o han tenido que acogerse a algún ERTE para intenta salvar a su empresa o ha visto mermada notablemente su facturación durante los tres meses que llevamos de anomalías sanitarias y económicas. Es correcta la campaña de solicitud de apoyo para que, ahora que vamos pudiendo salir a una terraza a tomar un aperitivo, o que la totalidad de las tiendas y negocios han podido abrir e incorporarse a la gilipollez esa de “la nueva normalidad”, podamos aportar nuestra voluntad y nuestros euros para que la economía empiece a moverse y el flujo de dinero a comience a rotar. Hasta ahí todo correcto, incluso muy procedente.
-Pero aquí somos especiales para todo-, dice Marisol.
-¿Por qué dices eso?-, le pregunto yo.
-Pues porque se me ha dado el caso de acudir a un par de terrazas, céntricas, aprovechando también el buen tiempo, y tratando de colaborar con esa petición de ayuda, y me he encontrado con la desagradable sorpresa de que han subido los precios-.
Ante mi sorpresa por la información, mi vecina me añade que, en algún caso, las subidas han sido de forma abusiva y descarada, según ha podido comprobar por denuncias expresadas en redes sociales, con documentos justificativos del abuso.
-Pues no me parece que la mejor forma de ayudar a la economía local sea que ellos mismos nos suban los precios-, le digo yo a mi vecina.
-Claro, yo entiendo que con todo el protocolo de distanciamiento, seguridad, limpieza y demás, tendrán más gastos, pero no me parece de recibo que esos gastos tengan que soportarlos los clientes-, me responde, con toda la razón.
No sé si Zamora es el único lugar en el que se ha aprovechado esta coyuntura para hacer una subida de precios, probablemente no, habrá otros sitios donde también haya “listos” que argumentan cualquier cosa para ampliar el margen de beneficios, acordémonos de la equiparación tan peculiar que hicimos entre la moneda de cien pesetas y la del euro cuando pasamos a la moneda única europea, ¡de traca!, para estas cosas, imaginación no nos falta. Pero, creo yo, al igual que mi vecina, que si estoy pidiendo ayuda y colaboración al ciudadano y al cliente para que me ayude a salvar el negocio, no parece muy “de recibo” ni coherente subirle el precio del servicio. ¿Por qué el cliente último tiene que pagar el dispendio que le ocasionan las nuevas medidas sanitarias y de seguridad que manda el Gobierno?. Corren el riesgo de que le digan “ahí te quedas”, como decía Gila, y “help yourself”, o lo que es lo mismo, que te ayude tu pastelera madre.
-Lo que quiero decir-, continúa Marisol, -es que, en Zamora somos muy de pedir … que nos lo hagan los demás, de aportar poco, de criticar mucho y de ponerle obstáculos al vecino. Y, hablando de obstáculos, y de vecino-, insiste mi vecina, -hemos pasado estos tres meses pendientes de la pandemia, de la desgracia de los fallecidos, de los contagios, de la gran labor que han realizado los sanitarios, los auxiliares, los repartidores, los transportistas, los cuerpos y fuerzas de seguridad y un largo etcétera de personal, a que antes no se le hacía ni caso y que ahora han demostrado que son imprescindibles para que un país funcione. Hemos pasado tres meses en los que, afortunadamente, nos hemos olvidado de los pesados de los independentistas y su matraca, por ejemplo, pero, hay otras cosas de las que no debemos olvidarnos-.
-¿Qué cosas, Marisol?-.
-Pues mira, hay un montón de proyectos que han quedado en el aire y que, ahora más que nunca, hace falta retomar y relanzar cuanto antes para que Zamora no se hunda en la miseria definitivamente-.
Me recuerda que Zamora ha perdido aproximadamente dos mil habitantes en el último año; por cada nacimiento hay tres defunciones, que unido a la cantidad de jóvenes que han tenido que marcharse a buscarse la vida fuera de aquí nos está dejando más solos que la estatua de Viriato.
Están pendientes de avance proyectos, como la Biorrefinería de Barcial del Barco, que crearán unos cuantos puestos de trabajo. Están pendientes también proyectos que Zamora 10 tiene en cartera, como la N-122, Montelarreina, el Mercado de Abastos, Centro de Innovación del Ovino y otros. Lo curioso del caso, me dice mi vecina, que, por lo visto, tiene amigos hasta en el infierno, es que hay más de un interesado en que alguno de estos proyectos de Zamora 10 no progrese. Es más, opina que algún prócer zamorano dormiría más tranquilo si Zamora 10 despareciese porque, según Marisol, está quedando en evidencia por su despreocupación con la provincia al no haber lanzado anteriormente determinados proyectos que Zamora 10 tiene ahora en su punto de mira.
-En lugar de apoyar la magnífica labor que está llevando a cabo esta organización, intentan desprestigiarla para no quedar con el culo al aire-, remata mi vecina.
Y antes de despedirse me recuerda que también está pendiente la construcción del nuevo museo de semana santa. ¿Por qué no se ha vuelto a saber nada, una vez más, del dichoso museo?. La Construcción solo ha estado parada dos semanas durante todo este periodo de COVID19 y la semana santa quedó suspendida casi desde el principio, luego, ¿por qué no se ha movido nada?.
-La pandemia de Zamora no es nueva, estamos padeciéndola desde hace muchos años y se llama caciquismo. Y para esa pandemia la única vacuna que existe se llama “acudir a las urnas”, para quitarlos de ahí de una vez por todas, y no tragar con todo aquello que a estos caciques les venga bien. Hay que mirar por el bien de Zamora, no por el de algunos interesados -. Y se fue a hacer un cochifrito, según me dijo.
Kebedo.
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