Las casualidades no existen

El respeto debe ser un valor, según los expertos, infundido desde la infancia, que al contrario de ser conceptual es un hábito que se debe poner en práctica a diario. Aunque muchos recibieron la lección de sus padres, es cumplirlo con el prójimo, por eso siempre se debe buscar conocer la opinión, pensamiento e ideas de otros. Debe entender, querido lector, que los demás, al igual que usted, tienen una opinión propia sobre la vida, la cual es tan válida como su punto de vista. Podemos tener diferentes gustos, diferentes pareceres, pero siempre en armonía dentro de la diferencia de pensamiento.

Creo que como en casi todas las facetas humanas, menos la política, el triunfo final es consecuencia del estudio profundo, la preparación y el trabajo meticuloso y paciente a lo largo de años y, por supuesto, de incontables fracasos previos. Ello no es óbice para reconocer que cualquier actividad de la vida tiene un componente aleatorio, imposible de calibrar.

Muchos hemos experimentado coincidencias de hechos a los cuales no les solemos dar más importancia que la de una llamativa curiosidad. Estamos pensando en alguien y justo en ese momento recibimos una llamada suya. Nos acordamos de una persona que hace mucho tiempo no tenemos en mente y nos la encontramos más tarde en la calle. Nada ocurre sin que haya una causa o por lo menos una razón determinante y si existiera algo fuera de eso que pudiese ser atribuible al azar, es realmente una parte mínima. Todo esto que llamamos “casualidad” o “coincidencia” yo lo denomino “sincronicidad”, porque describe a dos eventos que suceden a la vez pero que no se relacionan en consecuencia; sino que están vinculados a través de lo que significan.

Todo fenómeno tiene su origen. Quizá no podemos percibirlo adecuadamente por carecer de una perspectiva espacio-temporal adecuada. Quizá vivimos en una especie de dimensión metafísica que, de una forma que se nos escapa, controla los hilos más sutiles de la conducta humana. Las cosas no ocurren de manera aislada, sino que unas están ligadas a otras en un proceso de interacción. Resulta curioso ver cómo la vida está siempre suspendida en esta esa extraña balanza en la que, en ocasiones, todo encaja y por momentos todo parece estar al revés. Una habilidad natural que quizá tenemos en la mente humana, desde los tiempos de las cavernas, y que nos ha ayudado a sobrevivir durante miles de años.

Como decía Hermann Hese, las casualidades no existen. Todo ocurre por una razón

Emilia Casas Fernández