POR DERECHO
La dignidad es inexpropiable
Tras observar la camaleónica adaptación del Ministro del Interior, Grande-Marlaska, antes magistrado de reconocido prestigio y actualmente, presuntamente afectado de amnesia moral y jurídica, no puedo por menos que recordar la historia de Johannes Fest, un funcionario al que le tocó vivir el auge del nazismo. La historia fue narrada por su hijo Joachin en su libro ejemplar titulado: “Yo no”. Se trata de la historia de un padre inconmovible en sus principios, que trató de enseñar a sus hijos, a través de su conducta ejemplarizante, la necesidad de mantener el juicio moral ante puntos de vista que difieren sustancialmente del propio. Para ello, el padre de Joachin, se valió de una frase recogida en el Evangelio de San Mateo: “Etiam si onmes, ego non” cuya literalidad es la siguiente: “aunque todos participen o consientan, yo no”.
Me he imaginado al jefe de la Comandancia de la Guardia Civil, Sr. Pérez de los Cobos, recitando semejante frase, en los días previos a su destitución, cual Daniel en el foso de los leones, ese maravilloso bajorelieve situado en un capitel historiado de la iglesia de San Pedro de la Nave, en el que el profeta bíblico se encuentra rezando para que los dos leones entre los que se encontraba no lo devorasen, a diferencia del Coronel que parece ser que tenía merodeando no a dos, sino a tres: a María Gámez, la Directora General de la Guardia Civil, al Secretario de Estado de Seguridad, Rafael Pérez y al propio ministro del ramo.
Daniel, ocupó posiciones relevantes en varios gobiernos babilónicos, entre ellos el del rey Nabucodonosor, al igual que el coronel. Ambos, evitaron mirar para otro lado cuando pintaban bastos.
El coronel es mi héroe, no solo porque lo percibo como un hombre recto y de principios irrenunciables, sino por no haber sucumbido al poder mayúsculo que trataba de pasar, cual apisonadora, por sus máximas morales determinantes de su impecable comportamiento. Tanto Daniel, como Johannes, como el coronel, han sido capaces de enfrentarse al poder omnímodo sin más armas que la dignidad propia.
El Sr. Pérez de los Cobos ha puesto en valor el concepto diamantino de la dignidad del hombre. Su actitud, ha permitido que la mentira quede a la intemperie, permitiendo a la sociedad contemplar un cielo estrellado y limpio de mentiras y cortinas de humo.
Supongo que el señor Marlaska en su fuero interno estará tipificando penalmente sus actuaciones y las de su secretario de Estado y su Directora General, por eso de la deformación profesional, analizando si son o no objeto de delito. Él, mejor que nadie, sabe del principio de personalidad de las penas que rige el Derecho Penal, por muchos que sus compañeros le aplaudan en sede parlamentaria. Absorto en sus soliviantados pensamientos, mirará más de una vez el tatuaje que lleva en su muñeca derecha que dice: “Ni pena ni miedo”.
Quizá, antes de actuar, debió tener presente al humanista Pico della Mirandola, artífice del inicio del Renacimiento, en su discurso sobre la dignidad humana y pensar, que los empleados públicos con los que tratase a lo largo y ancho del ejercicio de su mandato representativo, bien pudieran también tener dibujados otros tatuajes que dijesen: “La dignidad es inexpropiable” o “aunque todos participen o consientan, yo no”.
Lorena Hernández del Río
Tras observar la camaleónica adaptación del Ministro del Interior, Grande-Marlaska, antes magistrado de reconocido prestigio y actualmente, presuntamente afectado de amnesia moral y jurídica, no puedo por menos que recordar la historia de Johannes Fest, un funcionario al que le tocó vivir el auge del nazismo. La historia fue narrada por su hijo Joachin en su libro ejemplar titulado: “Yo no”. Se trata de la historia de un padre inconmovible en sus principios, que trató de enseñar a sus hijos, a través de su conducta ejemplarizante, la necesidad de mantener el juicio moral ante puntos de vista que difieren sustancialmente del propio. Para ello, el padre de Joachin, se valió de una frase recogida en el Evangelio de San Mateo: “Etiam si onmes, ego non” cuya literalidad es la siguiente: “aunque todos participen o consientan, yo no”.
Me he imaginado al jefe de la Comandancia de la Guardia Civil, Sr. Pérez de los Cobos, recitando semejante frase, en los días previos a su destitución, cual Daniel en el foso de los leones, ese maravilloso bajorelieve situado en un capitel historiado de la iglesia de San Pedro de la Nave, en el que el profeta bíblico se encuentra rezando para que los dos leones entre los que se encontraba no lo devorasen, a diferencia del Coronel que parece ser que tenía merodeando no a dos, sino a tres: a María Gámez, la Directora General de la Guardia Civil, al Secretario de Estado de Seguridad, Rafael Pérez y al propio ministro del ramo.
Daniel, ocupó posiciones relevantes en varios gobiernos babilónicos, entre ellos el del rey Nabucodonosor, al igual que el coronel. Ambos, evitaron mirar para otro lado cuando pintaban bastos.
El coronel es mi héroe, no solo porque lo percibo como un hombre recto y de principios irrenunciables, sino por no haber sucumbido al poder mayúsculo que trataba de pasar, cual apisonadora, por sus máximas morales determinantes de su impecable comportamiento. Tanto Daniel, como Johannes, como el coronel, han sido capaces de enfrentarse al poder omnímodo sin más armas que la dignidad propia.
El Sr. Pérez de los Cobos ha puesto en valor el concepto diamantino de la dignidad del hombre. Su actitud, ha permitido que la mentira quede a la intemperie, permitiendo a la sociedad contemplar un cielo estrellado y limpio de mentiras y cortinas de humo.
Supongo que el señor Marlaska en su fuero interno estará tipificando penalmente sus actuaciones y las de su secretario de Estado y su Directora General, por eso de la deformación profesional, analizando si son o no objeto de delito. Él, mejor que nadie, sabe del principio de personalidad de las penas que rige el Derecho Penal, por muchos que sus compañeros le aplaudan en sede parlamentaria. Absorto en sus soliviantados pensamientos, mirará más de una vez el tatuaje que lleva en su muñeca derecha que dice: “Ni pena ni miedo”.
Quizá, antes de actuar, debió tener presente al humanista Pico della Mirandola, artífice del inicio del Renacimiento, en su discurso sobre la dignidad humana y pensar, que los empleados públicos con los que tratase a lo largo y ancho del ejercicio de su mandato representativo, bien pudieran también tener dibujados otros tatuajes que dijesen: “La dignidad es inexpropiable” o “aunque todos participen o consientan, yo no”.
Lorena Hernández del Río
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