OPINIÓN
La zorra y su cola
Óscar de Prada López
Desde Esopo hasta el más acá, algunos animales han gozado de buena prensa a la hora de encarnar lecciones vitales y protagonizar relatos didácticos. Entre ellos, el Vulpes vulpes o zorro común es todo un símbolo de astucia. Como en esa fábula donde hace reír a un cuervo, soltando éste el queso de su pico y perdiendo el yantar a merced del ávido cánido. En este mundo, el que algo quiere algo le cuesta. Y nada hace suponer que tal coste no sea extensible a los demás, aun a riesgo de caer en excesos o injusticias. Más o menos como el tema del “Black Lives Matter”. Lo que no cabe duda es que será progresivo e irá in crescendo, agotando cuanto haga falta (incluso la paciencia del colectivo) en su afán por avanzar. Cuando el fuego no tiene combustible, termina por extinguirse. Temo que al acabarse las perras –curiosa sugerencia socialista la de abogar por el fin del dinero contante y sonante- suelten a los perros.
Otra fábula trata de una zorra que trató de coger unas uvas ya maduras y no logró alcanzarlas, por mucho que saltase. Frustrada en su empeño, más hambrienta y sedienta que antes, decidió desistir. Mas al constatar que un pájaro la había observado todo ese tiempo, temiendo que hiciera de correveidile a otros habitantes del bosque, dijo en voz alta para justificarse: “Habría podido coger esas uvas si hubiesen estado maduras; me equivoqué creyendo que así era pero en realidad están verdes, por eso he abandonado”. Y se fue orgullosa, negando su fracaso por no haberse esforzado lo suficiente y achacándolo a una circunstancia ajena falsa. ¿Les suena haber visto tal comportamiento de forma reciente entre algunos representantes políticos?
Ambas actitudes – la astuta y la pusilánime– se conjugan a la perfección en las dobleces de esta coalición nuestra, encarnadas de forma magistral en Sánchez e Iglesias. De mis tiempos de estudiante recuerdo que la Revolución Francesa trajo consigo el fin del absolutismo y la separación de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial). Hoy por hoy, me pregunto si el ridículo absoluto de esta coalición no derivará en un neoabsolutismo de izquierdas. Ése sería el as bajo la manga del marqués de Galapagar, el ansiado unipartidismo que le lleve a cambiar su chalet por la Moncloa. Mientras tanto, toca tapar las vergüenzas y escándalos propios tirando de manta ajena. Aunque sea la del Rey emérito, al que le tiene ganas desde hace años el principal socio sanchista. Para esa gente, no hay más Historia que la que te venden como aceptable. Ni más escrache tolerable que el que ejercían y ejercen, aun desde las alturas.
Para los entendidos en tauromaquia, un torero se corta la coleta cuando decide retirarse de los ruedos. No parece próximo el momento en que veamos a Iglesias hacerlo y posiblemente busque salir a hombros, cual maestro, por la puerta grande. Si le preguntaran al respecto, seguramente diría que aún le queda mucha tarea hasta entonces. Es de temer que veamos su pelambrera tornarse plateada, a fuerza de años y disgustos varios. Impartidos o encajados, qué más da. Como puntualización, a hombros también salen los féretros. Al paso que va, sus leales hablarán de momificarlo y exponerlo en algún lugar para su homenaje constante. Al estilo de otros ídolos con hoz y martillo: Lenin, Mao, Kim Il-Sung... ¿Quién sabe si los fetichistas de turno no lo profanarían para vender pelos de su cabellera como reliquias?
Desde Esopo hasta el más acá, algunos animales han gozado de buena prensa a la hora de encarnar lecciones vitales y protagonizar relatos didácticos. Entre ellos, el Vulpes vulpes o zorro común es todo un símbolo de astucia. Como en esa fábula donde hace reír a un cuervo, soltando éste el queso de su pico y perdiendo el yantar a merced del ávido cánido. En este mundo, el que algo quiere algo le cuesta. Y nada hace suponer que tal coste no sea extensible a los demás, aun a riesgo de caer en excesos o injusticias. Más o menos como el tema del “Black Lives Matter”. Lo que no cabe duda es que será progresivo e irá in crescendo, agotando cuanto haga falta (incluso la paciencia del colectivo) en su afán por avanzar. Cuando el fuego no tiene combustible, termina por extinguirse. Temo que al acabarse las perras –curiosa sugerencia socialista la de abogar por el fin del dinero contante y sonante- suelten a los perros.
Otra fábula trata de una zorra que trató de coger unas uvas ya maduras y no logró alcanzarlas, por mucho que saltase. Frustrada en su empeño, más hambrienta y sedienta que antes, decidió desistir. Mas al constatar que un pájaro la había observado todo ese tiempo, temiendo que hiciera de correveidile a otros habitantes del bosque, dijo en voz alta para justificarse: “Habría podido coger esas uvas si hubiesen estado maduras; me equivoqué creyendo que así era pero en realidad están verdes, por eso he abandonado”. Y se fue orgullosa, negando su fracaso por no haberse esforzado lo suficiente y achacándolo a una circunstancia ajena falsa. ¿Les suena haber visto tal comportamiento de forma reciente entre algunos representantes políticos?
Ambas actitudes – la astuta y la pusilánime– se conjugan a la perfección en las dobleces de esta coalición nuestra, encarnadas de forma magistral en Sánchez e Iglesias. De mis tiempos de estudiante recuerdo que la Revolución Francesa trajo consigo el fin del absolutismo y la separación de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial). Hoy por hoy, me pregunto si el ridículo absoluto de esta coalición no derivará en un neoabsolutismo de izquierdas. Ése sería el as bajo la manga del marqués de Galapagar, el ansiado unipartidismo que le lleve a cambiar su chalet por la Moncloa. Mientras tanto, toca tapar las vergüenzas y escándalos propios tirando de manta ajena. Aunque sea la del Rey emérito, al que le tiene ganas desde hace años el principal socio sanchista. Para esa gente, no hay más Historia que la que te venden como aceptable. Ni más escrache tolerable que el que ejercían y ejercen, aun desde las alturas.
Para los entendidos en tauromaquia, un torero se corta la coleta cuando decide retirarse de los ruedos. No parece próximo el momento en que veamos a Iglesias hacerlo y posiblemente busque salir a hombros, cual maestro, por la puerta grande. Si le preguntaran al respecto, seguramente diría que aún le queda mucha tarea hasta entonces. Es de temer que veamos su pelambrera tornarse plateada, a fuerza de años y disgustos varios. Impartidos o encajados, qué más da. Como puntualización, a hombros también salen los féretros. Al paso que va, sus leales hablarán de momificarlo y exponerlo en algún lugar para su homenaje constante. Al estilo de otros ídolos con hoz y martillo: Lenin, Mao, Kim Il-Sung... ¿Quién sabe si los fetichistas de turno no lo profanarían para vender pelos de su cabellera como reliquias?