Miércoles, 24 de Septiembre de 2025

Mª Soledad Martín Turiño
Miércoles, 17 de Junio de 2020
ZAMORANA

Inconstancia y fragilidad

[Img #40623]Los seres humanos no somos constantes, tenemos buena voluntad, incluso hasta buenos propósitos, pero solo son útiles durante un tiempo concreto. Sirvan de ejemplo las buenas intenciones que mucha gente hace cada vez que comienza un nuevo año: dejar de fumar, hacer deporte, estudiar un idioma, apuntarse a un gimnasio… son solo ejemplos que duran lo que dura su planteamiento, en el mejor de los casos unos pocos meses, pero luego se retoman las viejas rutinas y es muy difícil hacer cambios drásticos en la vida, ni siquiera paulatinos porque exigen normas y disposición mental para las que muchas veces no estamos dispuestos.

 

Con motivo del Covid 19 y de la enorme implicación que han tenido los profesionales de la salud estando en la brecha, tanto de las urgencias hospitalarias como en los diferentes servicios de entrada a la misma: Intensivos, UCI etc. todos los españoles nos propusimos la sagrada intención de asomarnos a la calle a las ocho de la tarde para aplaudirles y rendirles, de ese modo, su merecido homenaje. Así lo hicimos y al principio el aplauso era sonoro, estridente, incluso ensordecedor y, por supuesto, masivo. Poco a poco los meses fueron transcurriendo y la gente dejó de abrir sus ventanas para salir a aplaudir, pese a que los mencionados profesionales continuaron atendiendo enfermos y luchando por ellos en la difícil batalla de derrotar al coronavirus.

 

Hoy son las ocho de la tarde de un día veraniego en el que casi nos hemos olvidado de que el virus sigue rondando a nuestro alrededor, pero no he oído ni un tímido aplauso, nadie ha salido a la ventana, ni tampoco las caceroladas de las nueve de la noche en protesta contra la deplorable gestión de la crisis por parte del gobierno se siguen repitiendo; ambas cosas ocurrieron durante un tiempo (meses, días), pero luego la gente se cansa, se decepciona.

 

Sin embargo, la manifestación colectiva como expresión o reclamación de un hecho es, hoy por hoy, el recurso más válido para que la sociedad se implique y los poderes públicos escuchen. Es preciso una labor grupal con metas, pancartas y lemas comunes y una protesta pacífica para no perderse en los derroteros de la violencia que no conducen más que a la crispación y a la barbarie. Lo comprobamos a diario en los medios de comunicación; nos hacen testigos de protestas raciales (en Estados Unidos), laborales (en España), sociales (en todas partes) y el denominador común debe estar sostenido por la unidad y la voluntad férrea de que esos hechos tengan una duración en el tiempo hasta que se tomen las medidas oportunas que los hagan innecesarios.

 

El momento actual por el que estamos atravesando en España, con una economía maltrecha, con las ignominiosas “colas del hambre” o filas interminables de gente para recibir alimentos, con unas ayudas del gobierno que están tardando en llegar a la gente necesitada, con cierre de multitud de negocios y un paro que se dispara cada día, sin opciones de futuro para gente joven ansiosa de trabajar, son el caldo de cultivo perfecto para que, en cualquier momento se consoliden manifestaciones públicas de muchas personas que está sufriendo; esto unido a las implicaciones que han ocurrido durante la pandemia, y que ahora salen a la luz: contradicciones políticas en la toma de decisiones, defenestración de altos cargos de las fuerzas de seguridad, inexactitud y opacidad en cuanto a las cifras de fallecidos, exigencia de una revisión profunda de las condiciones en las Residencias de Mayores… resulta un coctel explosivo. La solución debería provenir de la claridad, de la asunción de errores, de tender la mano para afrontar esta nueva etapa entre todas las fuerzas políticas sin perderse en reconvenciones mutuas que ya nos aburren.

 

Nos encontramos en una situación crítica que tardará en solucionarse; será necesario afrontar medidas duras para salir adelante y, sin embargo, nos lavan el cerebro con noticias de vacaciones, playas y chiringuitos porque lo importante es desconectar y vacacionar, cuando esto es solo una cortina de humo para esconder una realidad que nos abrumará más todavía cuando llegue el temido otoño.

 

En el fondo somos masa, y nos dan el consabido pan y circo que muchos acatan con pasividad e indiferencia; es más fácil disfrutar –palabra ya denostada de tanto uso- que ser consecuentes. No concebimos, por ejemplo, que tras unos meses de obligada inactividad, sacrifiquemos el ocio (no perdiéndolo, pero sí posponiéndolo para más adelante, cuando la situación lo requiera) por trabajar aún más duro y sacar cuanto antes a este país de la crisis, y además no valen medidas individuales; tendría que ser el pueblo entero el que decidiera tal utopía. Sin embargo, soy consciente de que este hecho no va a producirse; los españoles somos de carácter impulsivo, no previsores e improvisamos cuando llega la situación, no antes.   

   

Bien lo decía Ángel Ganivet “Es aventurado comentar algo sobre la voluntad de un hombre, pero cimentar sobre la voluntad de una multitud es una locura; la voluntad de un hombre es como el sol, que tiene sus días y sus noches; la de un pueblo es como un relámpago, que dura apenas un segundo”

 

Mª Soledad Martín Turiño

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