Domingo, 21 de Diciembre de 2025

Eugenio de Ávila
Miércoles, 24 de Junio de 2020
PASIÓN POR ZAMORA

Un dúo dinámico para nuestra tierra: empresa y política

Vicente Merino, con técnicos del proyectoMe preocupa y me duele Zamora, la ciudad y su provincia. Me mancho de tinta al ocaso de cada día desde ha tiempo. Nadie se atreve a tanto. Todo zamorano que sienta, que reflexione, que ame a su patria chica se entristecerá al contemplar el futuro que nos aguarda a los que decidimos quedarnos aquí, cerca del Duero, nuestra columna vertebral de agua y canto rodado, de chopo y junco, de carpas y aves.

No me queda mucho para jubilarme. Quizá entonces me vaya. Y me marcharé, pudiera ser, derrotado, porque mi batalla contra los enemigos del progreso, domésticos, de nuestra tierra, me robó demasiada  vida, talento, esencia. Tantos artículos, tantos análisis, tantos esfuerzos resultaron inútiles. Pero quizá mis ojos vean una realidad en menos de un año, una empresa por la que luché, casi en soledad, contra el mal, contra los hijos de la sombra, los vástagos de la oscuridad: la Biorrefinería Multifuncional de Barcial del Barco.

Mi héroe se llama Vicente Merino Febrero, un ingeniero zamorano, por nacimiento, del Páramo leonés por su familia, que se dejó media juventud mostrando su proyecto a empresarios y a instituciones, pero que solo recibió improperios y burlas en la prensa afín al poder, al cacique local; que buscó que lo escuchasen en instituciones públicas, provinciales y regionales desde hace 14 años. Y casi siempre se encontró con el vacile, la sonrisa de media boca y la incredulidad, cuando no con intentos de soborno por parte de algunos malandrines de la empresa privada.

La juventud del ingeniero, una paciencia que envidiaría Job, más una fe mosaica en la tierra prometida de Barcial del Barco y una esclarecida inteligencia concluirán con una victoria absoluta sobre el enemigo. Ese triunfo será el de los zamoranos que creyeron en el progreso, pocos, cierto; pero también el fracaso, la rabia, la envidia  corresponderán a los que buscaron destruir esa idea que debería cambiar el sector primario de una parte de la provincia.

Y no me olvido de un político providencial en este logro inaudito, que conocerá la mayor inversión privada de su historia en nuestra provincia; sus nombres y apellidos son Francisco José Requejo, presidente de la Diputación, el primer empresario, de verdad, auténtico, que ha dirigido una institución pública en nuestra Zamora. Como tal, creyó, desde el primer instante, en el proyecto de Merino. Después, ordenó los pasos burocráticos necesarios, los que se exigen  en todo organismo público, para adquirir los terrenos a Iberdrola y construir esa factoría que transformará el nivel de vida de muchos agricultores de la zona, trabajadores sin empleo, transportistas, etc. Una metamorfosis en la forma de producir y hacer en esta provincia.

Zamora necesita de gente como Merino y Requejo, dos empresarios, dos inteligencias para el bien. Aquel apostó por una idea hasta casi morir por ella; y el presidente de la Diputación, por una forma de hacer política y prepararse para abandonar la res pública cuando sea menester, cuando considere cumplido su trabajo, porque su futuro hallase en su empresa.

Clamo por emprendedores decididos,  valientes, indómitos que apuesten por nuestra tierra, pero que reciban ayudas de las instituciones públicas, a las que no se debe exigir creación de empleo, porque no les corresponden, pues esa misión solo se demanda al inversor, al empresario. Ahora bien, pido a los políticos que se abstengan de obstaculizar todo intento de progreso que llegue a nuestra tierra, y les exijo que faciliten el progreso, porque así solo Zamora agarrará el futuro.

 

Eugenio-Jesús de Ávila

 

 

 

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