CON LOS CINCO SENTIDOS
Esa fuerza incontrolable
Te miro y te reconozco. Sé que eres tú el que provoca todos y cada uno de mis desvelos, no lo puedo evitar, es una fuerza incontrolable de la naturaleza la que me arrastra hacia tu persona. No quiero ni puedo evitar este tormento que me duele y que me agota, que me agita y me perturba. No sé si está bien, si es lo correcto y si está o no permitido sentir así, pero me es indiferente ya. No puedo soportar no verte, no tenerte, no sentirte, no vivir. No sé si el amor es como una especie de ahogamiento en sí mismo o es como una asfixia que me doblega cuando no estás a mi vera.
Sólo sé que el aire se me agota cuando te alejas, que me apago lentamente como una bombilla que está llegando inexorablemente al final de su vida útil, sólo alumbra cual luciérnaga en la noche más oscura. Titilante, palpitante y temblorosa. No me faltes, no te alejes ni siquiera de mi pensamiento, no me dejes sola ante la nada porque no sabré encontrar el camino de vuelta hacia la luz de tus ojos.
Porque no quiero habitar en otros ojos que no sean los tuyos, esos que me miran como si fuera lo más bonito del mundo, los que centellean al verme aparecer, de repente, aunque sepas que siempre estoy ahí, esos que se asoman conmigo al abismo o al deleite, al dolor o al placer, al desfiladero más cortante y abrupto o al puerto seguro en el que guarecernos juntos. Siempre juntos. Que no me falte tu luz porque aún es demasiado pronto para la negrura de esa oscuridad que no cesa de acecharme detrás de cada esquina.
Nélida L. del Estal Sastre
Te miro y te reconozco. Sé que eres tú el que provoca todos y cada uno de mis desvelos, no lo puedo evitar, es una fuerza incontrolable de la naturaleza la que me arrastra hacia tu persona. No quiero ni puedo evitar este tormento que me duele y que me agota, que me agita y me perturba. No sé si está bien, si es lo correcto y si está o no permitido sentir así, pero me es indiferente ya. No puedo soportar no verte, no tenerte, no sentirte, no vivir. No sé si el amor es como una especie de ahogamiento en sí mismo o es como una asfixia que me doblega cuando no estás a mi vera.
Sólo sé que el aire se me agota cuando te alejas, que me apago lentamente como una bombilla que está llegando inexorablemente al final de su vida útil, sólo alumbra cual luciérnaga en la noche más oscura. Titilante, palpitante y temblorosa. No me faltes, no te alejes ni siquiera de mi pensamiento, no me dejes sola ante la nada porque no sabré encontrar el camino de vuelta hacia la luz de tus ojos.
Porque no quiero habitar en otros ojos que no sean los tuyos, esos que me miran como si fuera lo más bonito del mundo, los que centellean al verme aparecer, de repente, aunque sepas que siempre estoy ahí, esos que se asoman conmigo al abismo o al deleite, al dolor o al placer, al desfiladero más cortante y abrupto o al puerto seguro en el que guarecernos juntos. Siempre juntos. Que no me falte tu luz porque aún es demasiado pronto para la negrura de esa oscuridad que no cesa de acecharme detrás de cada esquina.
Nélida L. del Estal Sastre


















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